Ganas de ser jardinero

Mediateca 03 de abril de 2023 Por Agustín Courtoisie
Es algo inusual que un breviario de botánica resulte atractivo para todo público y posea esa gracia a veces tan difícil de encontrar en los libros de texto. La reciente publicación de Ángeles Beri y Alejandro Sequeira es una joya que puede disfrutar cualquiera.
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A muchos les pasaba de jóvenes cuando aparecía un disco nuevo del grupo o artista favorito: daban ganas de hacerse músico y ser como ellos. Por su sabio equilibrio entre el rigor y la estética, con Una breve historia de la larga vida de las plantas ocurre algo parecido, porque dan ganas de hacer ciencia como Ángeles Beri (Facultad de Ciencias de la Udelar) o ser fotógrafo y artista visual como Alejandro Sequeira. Como mínimo dan ganas de ser jardinero.

Aunque buena parte de estas páginas se destinan a la evolución de las plantas en dimensiones temporales abrumadoras, y ello les brinda un ágil toque de ciencia ficción, algunas de las sorpresas del libro pueden resultar más “técnicas”, Por ejemplo, cuando se explica que la ciencia que estudia los granos de polen y las esporas se llama palinología. 

Para despejar ciertos temores o eventuales objeciones del lector, demos algunas pistas que indiquen para qué sirve: nada más práctico que la palinología. Pero no solamente porque “las plantas son cruciales en nuestra alimentación, vestimenta, para adornar nuestras casas y jardines o hasta para demostrar afecto a otra persona” (pág. 10). Nos las topamos a ellas y a la palinología en particular en múltiples asuntos.

Las estructuras orgánicas como los granos de polen y las esporas están ligadas a las plantas como una suerte de cédula de identidad: “a cada tipo de planta le corresponde un tipo de polen” (pág. 19). Por lo tanto si obtenemos éste último podemos inferir de qué planta proviene. Este fenómeno es muy apreciado por los paleontólogos que se dedican a la palinología: una pequeña muestra de roca, donde se han fosilizado esas estructuras, permite averiguar qué tipo de paisaje podía contemplarse hace millones de años, antes de la irrupción humana sobre el planeta Tierra (lindo truco para evaluar formas del cambio climático con o sin este peligroso depredador, el bicho humano). 

Para la gente “práctica” que ya está pensando “¿y a mí qué me importa?”, basta decir que los palinólogos son muy útiles para encontrar petróleo (pág. 21); o que  “el estudio del polen que contamina el néctar y aparece en las mieles permite tipificarlas de acuerdo con su origen botánico (…) la tipificación permite agregar valor al producto” y establecer si “las mieles provienen de colmenas no afectadas por la acción de sustancias agroquímicas o artificiales” (pág. 22). 

Pero como aficionado a las series y películas policiales, no puedo menos que regocijarme al leer que el estudio del polen también ha sido decisivo para la ciencia forense. Mucho crímenes han sido aclarados gracias a los palinólogos.  Por ejemplo, en Viena, a mediados del siglo XX había desaparecido un hombre. Pero el cuerpo no aparecía y el principal sospechoso no confesaba. Entonces un palinólogo estudió el barro de sus zapatos. “Allí encontró polen actual mezclado con polen fósil  de nogal de una edad de veinte millones de años. El cuerpo de la víctima había sido enterrado en el lugar en donde sedimentos de esa edad afloran al Norte de la ciudad de Viena” (pág. 23).

Toda la primera parte del libro a cargo de Ángeles Beri me hace acordar a los grandes profesores que tuve la fortuna de conocer (en otras disciplinas distintas de las que ella sabe cultivar). Es que después de leer la primera página enseguida uno se la imagina ante un salón de clase, con voz persuasiva. Este es un libro hablado, narrado con pasión por lo que se cuenta. 

Y no es el mero hecho de que sea doctora en Biología, profesora adjunta del departamento de Paleontología (Udelar), o incluso haya sido fundadora de la línea de investigación de Palinología en Uruguay y publicado artículos de investigación. Pasa que Beri impresiona como una docente nata para explicar los conceptos más abtrusos y volver fascinantes temas por los cuales puestos a elegir, cualquiera habría optado primero por los dinosaurios. Espero desde ya una versión audiovisual para subir a Tik Tok, siempre que Beri no resigne ciertas implicancias filosóficas, como cuando afirma “parecería que la vida siempre se ha empecinado en buscar nuevos rumbos, evolucionando hacia lo desconocido” (pág. 26).

En cuanto al “Abecedario botánico” a cargo de Alejandro Sequeira, es un show después del show. Pero no hagan en casa lo que les voy a confesar ahora. Un glosario es como un diccionario, no es para leer de corrido. Es un disparate hacer eso como yo lo hice. Uno queda cansado, sobre todo porque la letra es un poco más pequeña que la primera parte, y el fondo del papel está levemente coloreado. 

Sin embargo, es increíble que la lectura de un glosario con términos de botánica sea un goce, donde se combinan las entradas de palabras como “xilema”, “tépalo”, “pistilo”, o “ñangapiré”, con múltiples referencias musicales, literarias y cinematográficas. Para demostrarlo van algunos botones de muestra: Robin Wall Kimmerer, Eduardo Galeano, Stefano Mancuso, Byung’Chul Han, Ida Vitale, Rafael Lorente Escudero, Dámaso Antonio Larrañaga, Pedro Figari, Alfredo Zitarrosa, Marosa di Giorgio, Pete Seeger, María Elena Walsh, Carlos Maggi, León Gieco, Ruben Olivera, Juan Gelman, José Saramago, Monty Python, Lila Downs o La Vela Puerca (no es nada exhaustiva esa lista, más bien es para sugerir la colorida infinitud de El Aleph de Jorge Luis Borges).

También anhelaría un short de cada entrada de Sequeira en YouTube o sus respectivos microvideos en Instagram.

Por último, debo destacar la utilidad en el volumen de la sobrecogedora “Línea de tiempo” (páginas 58-59) y las referencias que permiten distintos niveles de acceso al material: Bibliografía I (pág. 61);  Bibliografía II (páginas 140-141); y Sitios Web (pág. 142).   

Nada mejor que culminar con esta entusiasta invitación a la lectura con las palabras de Pedro Giúdice, estampadas como preámbulo del “Abecedario botánico” que veníamos comentando:

“Ha de morir la flor/ para que el fruto nazca/ y es a la muerte de éste/ que la semilla arraiga/ presta siempre a entregarse/ a una muerte temprana/ para que el brote crezca/ eche tronco, críe ramas/ y germine en las flores/ que han de morir mañana. / No le escribo a la muerte/ aunque parezca. / Es falsa la creencia/ de que la muerte mata: / la que mata es la vida,/ a la muerte/ y avanza” (pág. 62). 

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Una breve historia de la larga vida de las plantas de Ángeles Beri y Alejandro Sequeira. Ediciones De la Plaza, Montevideo,  2023. 

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