Y AL CINE VOLVEMOS

Mediateca 11 de marzo de 2024 Por Agustín Courtoisie
El jueves 22 de febrero de 2024, ante un público que desbordó la sala principal de la Fundación Mario Benedetti, se presentó el libro De cine somos. Estrenos de otro siglo de José Wainer. El texto a continuación surge de las palabras sin mayor edición de quien suscribe.*
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En primer lugar, quiero agradecer a la Fundación Mario Benedetti, a José Miguel Onaindia y a mi querida amiga Hortensia Campanella, que está ahora en Madrid. Ella fue al comienzo una de las cómplices de toda esta movida. Tengo un preciosísimo recuerdo de Hortensia del año 2008, cuando ella publicó uno de los libros más hermosos sobre Mario Benedetti [Mario Benedetti: un mito discretísimo].

En el año 2008,  junto con el Centro Cultural de España en Montevideo, hicimos un homenaje a Carlos Vaz Ferreira por los cincuenta años de su fallecimiento. Y el apoyo de Hortensia fue formidable. También agradezco al personal de la Fundación que ha tenido una paciencia infinita. No con la familia que es gente razonable, sino con los secuaces que estamos detrás del libro de José [Wainer]. Es que han tenido una enorme amabilidad Santiago, Ana Laura, Sandra.

Yo voy a tratar de ser, realmente, breve, aunque Roberto Blatt no me crea. Saben que yo soy el autor del prólogo. Entonces, no voy a repetir los mismos argumentos que después podrán leer mejor expresados en el libro.

Y, como a mí no me gusta ningún punitivismo, pero menos el punitivismo gastronómico de  “al que no quiere sopa, dos platos”, no voy a repetir los argumentos que ya desarrollé en el prólogo. Simplemente, intentaré señalar que hay muy buenos motivos para juntarse con este libro, disfrutarlo, gozarlo.

Un argumento podría ser: esto es una gran panorámica, pero a la vez una aproximación sutil al cine del siglo XX. Porque De cine somos es, realmente, una especie de manual. Pero no un manual de los que simplifican las cosas, sino de los que habilitan una aproximación profunda. Ese sería un buen argumento.**

Otro argumento sería que buena parte de los capítulos de este libro de José Wainer, fueron publicados inicialmente en el histórico semanario Marcha. Yo diría entonces que otro de los gestos culturales hermosos, detrás de esta iniciativa, está el poner en valor al histórico semanario Marcha y a una forma de escritura de esa época que hoy resulta increíble. En particular, las cosas que se permitía José Wainer en su modo de redactar, en su modo de conectar  cosas. Podía, por supuesto, interconectar películas, pero todo iba mucho más allá del cine: la sociedad, las angustias de esa época, las luchas geopolíticas, los desgarros existenciales. No en vano se incluyen en el libro tantos capítulos sobre Ingmar Bergman.

Pero siendo buenos argumentos esos de la panorámica del cine del siglo XX, del mejor cine del siglo XX, y el de la puesta en valor del histórico semanario Marcha, yo diría que hay otro tipo de argumentos que tienen que ver con los sueños y con los deseos. (Adelanto que en lo personal, yo sigo muy comprometido con el histórico semanario Marcha de Carlos Quijano, para generar más instancias de recuperación de lo que fue ese semanario para la política, para la economía, para la ciencia, para la cultura en general).

Lo primero que quiero decir es que, naturalmente, el libro de José Wainer surge de algún sueño propio, de alguna fantasía individual. En algún momento él debe haber pensado: «¡Pucha!¡Mirá que escribí cosas!». Y, nada menos, que en el semanario Marcha, en Brecha, en Asamblea, en Relaciones. Es decir, en el origen de toda iniciativa como ésta hay algún sueño individual.

Pero yo quiero decir que también están presentes los sueños del entorno de los que más lo queremos, o algunos de los que lo queremos mucho a José, que integramos esa tertulia mensual cuasi terapéutica de la revista Relaciones.

Entonces, claro que somos secuaces, cómplices en el sueño grupal de lo que hoy está empujando, de lo que empujó este libro. Gente como Roberto Blatt, Oscar Sarlo, Saúl Paciuk, Hebert Gatto, Jorge Liberati y otros compañeros.

Lo que quiero decir es que, además del sueño individual que surge de José Wainer, está el sueño grupal que no es meramente el impulso de los amigos que coordinamos esta actividad con la Fundación. No es meramente el haber contado con un equipo formidable que, por ejemplo, integró a la socióloga Rita Pessano para hacer la pesquisa y la recopilación ordenada, para meterse en Anáforas, en la Biblioteca Nacional, o acudir al archivo de Brecha.

No solamente se trató de una complicidad en un sentido pragmático o de razón instrumental. Creo que hay algo más profundo que no sé si se puede explicar en una tarde y sin haber tomado alguna copa.

Yo digo que el libro de José Wainer nos puso en una disyuntiva que es algo más que «pienso, luego existo». Es al revés, es «si me piensas, existo».

Si te conviertes en el centro de las miradas y del sentimiento, José Wainer, empiezas a existir tú porque también nosotros somos un poco mejores después de leerte [el panelista se dirige al autor]. Esto no va en el sentido del enamorado tóxico que dice «si tú no me amas, yo no existo». No. Esto tiene que ver con algo más sutil y profundo que está en la canción de Jorge Drexler, «Antes»: «antes de ti, yo no era yo». Y no es que hubiera mucho problema antes de conocerse, sino que después de que se conocieron, salieron los dos mucho mejores.

Creo que esto surge de esas tertulias, alrededor de una mesa chica, de los colaboradores de la revista Relaciones. En ellas José Wainer tiene un peculiarísimo papel, porque permanece en silencio en muchas de las reuniones, pero el día en que decide hablar... ¡Madre mía! Uno debe rendirse ante su erudición y sus refutaciones sutiles.

Entonces, esto es, no «pienso, luego existo», sino «si me piensas, existo». Esto se conecta con esos grafitis tremendos que vemos en las calles, y que a algunos les parecen mamarrachos. Allí, hay corazones que dicen «mírame, soy, existo». O sea, la lucha del reconocimiento de las personas, porque se atienda su lugar en el mundo, es algo que forma parte de procesos sociales que, si no los entendemos, de nada sirven ni los punitivismos gastronómicos del que no quiera sopa, dos platos, ni tampoco los punitivismos en seguridad u otros. 

Entonces, si me “con-sientes”, si sentimos juntos y pensamos juntos, somos mejores por habernos acercado a este libro y haberlo acompañado en todo este proceso. Obviamente, sin la ductilidad, sin la elegancia o la erudición de Wainer, si él no hubiera escrito De cine somos, me parece que todos habríamos perdido algo.

Y, por último, quería decir que todo esto tiene que ver con los deseos.

Tiene que ver con los sueños individuales y grupales, pero también tiene que ver con los deseos. Recuerdo a un artista popular, un intelectual argentino que yo mucho aprecio –ya tiene sus años el hombre–, que decidió no ir más a las reuniones de exalumnos. O sea, ya fuesen los amigos del barrio, o algunos primos que habían pasado décadas sin verlo, él había decidido no aceptar más esas invitaciones.***

Porque en ellas todo siempre es pasado: la música de antes era mejor, el cine de antes era mejor... Y lo que decía este personaje de esas reuniones es que parecería que en ellas ya no hay lugar para deseos presentes. Pero ¿por qué no podemos desear ahora, aunque seamos exalumnos de cursos a los cuales asistimos hace cincuenta años?

Y, lo que tiene el libro de José Wainer es eso. Esto no es historiografía escrita con el lenguaje gris y académico, anodino, donde uno no se puede emocionar, ni se puede comprometer políticamente. El libro de José vibra como vibraban las páginas del semanario Marcha, que parecen escritas esta misma mañana.

Hay un sueño individual y un sueño colectivo que no restringiría al grupo de cómplices de la revista Relaciones, sino que extendería a la familia y, seguramente, a otros círculos de amigos. Tener en cuenta el sueño individual, los sueños grupales y esto de revitalizar el deseo, me parece que es el mejor acercamiento que le podemos hacer al libro de José Wainer.

Yo iba a terminar haciendo algo que no puedo hacer, porque me olvidé de traerlo. Iba a traer un sacacorchos, porque siempre los objetos le hablan al inconsciente. El inconsciente  toma literalmente los símbolos.****  Y un sacacorchos podría ser la metáfora de muchas cosas. Porque el brindis que vamos a tener después, es una de las formas del «si me sientes, existo». Si me “con-sientes” y nos “co-pensamos”, todos estaremos existiendo mejor.

Muchas gracias a todos.


REFERENCIAS

* Abogado, cofundador de la Cinemateca del Tercer Mundo, crítico cinematográfico de Brecha, Relaciones y del histórico semanario Marcha, José Wainer reunió sus crónicas de aquellos tiempos en De cine somos. Estrenos de otro siglo. El volumen también fue comentado durante la presentación por Roberto Blatt, escritor y exdirector del Instituto de Cine del Uruguay. Las palabras de bienvenida estuvieron a cargo de José Miguel Onaindia, director de la Fundación Mario Benedetti.

** De cine somos. Estrenos de otro siglo incluye, entre otros creadores, a Jerzy Andrzejewski, Michelangelo Antonioni, Marco Bellochio, Ingmar Bergman, Peter Bogdanovich, Luis Buñuel, Charles Chaplin, Costa Gavras, Milos Forman, Bob Fosse, Jean-Luc Godard, Werner Herzog, Miklos Jancso, Norman Jewison, Stanley Kubrick Paul Leduc, Murray Lerner, Richard Lester, Marceline Loridan-Ivens, Pier Paolo Pasolini, Tony Richardson, Glauber Rocha, Francesco Rosi, Ken Russell, Alan Sillitoe, Vilgot Sjöman, Fernando “Pino” Solanas y Andrei Tarkovski.

Por otra parte, en mi prólogo expliqué de este modo el título del libro de Wainer: De cine somos refiere a ese proceso constituyente de cada ser humano que surge de la experiencia cinematográfica, similar al de las buenas lecturas. Puede sintetizarse adaptando la célebre frase del Génesis (3:19): “polvo eres y al polvo volverás”. Por eso al comentar Estado de sitio (Costa-Gavras, 1972) José Wainer la parafrasea de esta manera: “de cine somos, al cine volvemos”. Esto nos hace tomar conciencia de un enriquecedor ciclo dialéctico, que va del cine al mundo y del mundo al cine, una y otra vez. 

*** El comentario pertenece a Alejandro Dolina, que llevó su análisis mucho más lejos y lo supo decir mucho mejor que yo cuando lo cité de memoria. Ver la entrevista en El método Rebord (fragmento): https://www.youtube.com/watch?v=yIPAMuMbIyQ

**** Quien ha expresado del modo más hermoso esa idea ha sido Alejandro Jodorowsky.

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