Geografía Cultural
En este número quiero compartir con los lectores de medio mundo el trabajo realizado por un grupo de jóvenes que han tomado la geografía como su forma de aportar a la comunidad académica que integran, pero, además tratar de ilustrar a todos aquellos que se interesan por esta rama del saber. Es para mí un honor y un placer que este grupo confíe en mi y en “mediomundo”, para realizar sus primeras publicaciones.”
Prof. Jorge Barrera, febrero de 2023.
Resumen
Geografía Cultural se originó en el siglo XIX con la obra de Ratzel, quien estableció la relación entre los grupos humanos y sus asentamientos territoriales. Más tarde, Carl Sauer se centró en el estudio de las grandes civilizaciones y la investigación etno-geográfica, donde se entendía la cultura como una dimensión material en el espacio geográfico. En los años 70 y 90 del siglo XX, Paul Claval otorgó una nueva significación a la Geografía Cultural al admitir la existencia de componentes simbólicos en el espacio geográfico. La globalización neoliberal ha brindado un espacio especial para las Geografías Culturales, permitiendo visibilizar el papel del capital en las distintas expresiones culturales y su mercantilización. La globalización también provoca homogeneización y heterogeneización cultural, y la mercantilización lleva a la pérdida de la esencia y valores de las identidades culturales. La cultura es vista como un bien comercializable en el mercado global, pero también existe el interés en el enriquecimiento cultural a través de intercambios culturales sin necesidad de invisibilizar una cultura en favor de otra.
Autoría: Profesor de Cs. Geográficas Néstor Bentaberry, egresado del CFE; Anna Collazo, estudiante avanzado de Cs. Geográficas del CFE; Maximiliano Reyes, estudiante avanzado de Cs. Geográficas del CFE
Geografía cultural presente y proyección. (Parte 1)
La Geografía Cultural, su trayecto teórico, inicia a finales del siglo XIX a partir del trabajo de Ratzel con la publicación de su trabajo titulado “Antropogeografía” (1891), en el cual el geógrafo alemán logró esbozar la vinculación entre diversos colectivos y la forma en que estos se asientan en los territorios.
En 1920, Carl Sauer, se centró en el estudio de las grandes civilizaciones y la investigación etno-geográfica, colocando en el escenario geográfico la llamada “morfología del paisaje” a partir de los trabajos de la escuela de Berkeley (California).
Esta concepción fue tomando forma y adquiriendo una postura opuesta al determinismo y al positivismo. Observa que los paisajes culturales son resultado de formas superpuestas al paisaje natural y su estudio debe recorrer caminos inductivos y de análisis de las particularidades cimentadas en el trabajo de campo. Implica entender la intervención humana en el medio, la concreción de paisajes culturales que van a influir en las formas de vida y organización humana, considerando la historia. En esta visión, el espacio geográfico era atendido desde una dimensión estrictamente material de la cultura (Cuadra, D., 2014: 4-5).
Será Paul Claval, quien entre los años 70 y 90 del siglo pasado, le dará una resignificación para admitir la existencia de componentes, no solo materiales, sino simbólicos en el espacio geográfico (Cuadra, D., 2014: 6). A partir del giro espacial de las Ciencias Sociales, es decir, “la recuperación de la importancia del espacio como fundamento en el estudio” (Un espacio geográfico, 2020: 4m26s) y el giro cultural de la Geografía, que adquiere esa geografía cultural aún mayor notoriedad en el contexto de la globalización neoliberal. Es por tanto, el contexto sumamente dinámico que configura la globalización el otro factor, además del “giro cultural”, que brinda un espacio especial de las Geografías Culturales al interior de la disciplina, para el que se exige además, una relación entre espacio y cultura que sea cada vez más significativo y que visibilice el modo de actuar del capital en torno a las distintas expresiones culturales, que desnude la mercantilización de las expresiones culturales por parte del sistema capitalista, y las estrategias de este que deparan un destino de acumulación por desposesión (Zusman, J., et al., 2011: 5).
Sumado a las dinámicas y transformaciones que imparte la globalización, se desarrollan
prácticas que provocan la homogeneización y heterogeneización de modas, creencias y valores. Con la mercantilización se produce una pérdida, invisibilización de la esencia y los valores propios de las identidades; con la mercantilización de estas, en especial sobre aquellas que son susceptibles a generar un valor económico dentro de una lógica mercantilista, pero también sobre otras que no obstante desmotivan su mercantilización por considerarlas poco atractivas para el mercado, se vulgarizan las culturas locales, regionales y nacionales, focalizando el multiculturalismo sólo en aquello que es rentable en términos económicos y de producción.
Bajo esa lógica descrita en el párrafo anterior, la cultura de los pueblos, las naciones, los colectivos sociales, son vistas tan solo como bienes capaces de ser comercializables en el mercado global. Sin embargo, por fuera de esta lógica queda el interés por el entrecruzamiento de las identidades y los posibles intercambios culturales que protagonicen un enriquecimiento cultural sin que sea necesario invisibilizar una en favor de otra. De esta forma, y por medio de empresas transnacionales, el consumo de los productos asociados a las identidades, las culturas y los paisajes, ofrecidos en el mercado como objetos transables, provoca que la adquisición y consumo de estos adjudique un estatus a ciertos sectores sociales, al mismo tiempo que despoja la posibilidad de su consumo a otros (Zusman, J., et al., 2011: 6).
Por tanto, y recapitulando lo anteriormente expresado, la Geografía Cultural tras su transformación a partir de la segunda mitad del siglo XX, va a absorber los aportes de otras ciencias sociales que van a enriquecerla. En la actualidad, la
Geografía Cultural comprende al espacio geográfico como la expresión material y simbólica de construcciones, objetos, valores que van desde la toponimia hasta el análisis de la alimentación. Entender al espacio-tiempo con la sociedad. El espacio geográfico es la expresión material y simbólica de una sociedad en un contexto determinado (Un espacio geográfico, 2020: 5m30s).
Es tal la importancia en el contexto actual de fuerte globalización que adquiere el espacio geográfico como expresión material y simbólica de una sociedad en un contexto determinado, que es necesario considerar en la implicancia en la construcción espacial y social de la realidad a los flujos migratorios que con sus desplazamientos también trasladan de un espacio a otro las concepciones del mundo, sus idiosincrasias, y los modos de concebir la realidad; al mismo tiempo se torna necesario para abarcar las implicancias en la construcción del espacio, de lo social y de la cultura, considerar a las redes informáticas y las comunidades virtuales que permiten edificar dichas redes.
De esta forma, la Geografía Cultural desde el enfoque multidisciplinar se revitaliza y ocupa un lugar de suma importancia en los abordajes académicos sobre los estudios culturales, y la posibilidad de problematizar y tematizar los procesos y las transformaciones ya descritas; al igual que devela las diversas relaciones sociales que se entretejen entendiéndolas como relaciones de poder que se articulan en el espacio y a diversas escalas y que posibilitan en las dinámicas del contexto de la globalización un acercamiento entre las personas, los colectivos sociales y sus culturas, conformando sociedades multiculturales o transculturales, así como lugares híbridos. Sin embargo, con ello también se configuran procesos fuertemente excluyentes, de invisibilización, marginalización y pérdida cultural (Zusman, J., et al., 2011: 6-7).
En este sentido, a modo de ejemplificar lo expuesto hasta el momento y proponiendo un caso concreto de estudio para problematizar procesos que excluyen, invisibilizan, y marginan social y culturalmente en un contexto de fuerte globalización y mercantilización, se abordará en clave de análisis por medio de los aportes de la Geografía Cultural y las
Geografías Poscoloniales la excesiva representación de Europa Occidental en el Patrimonio Mundial de la Unesco, así como también las desigualdades en torno a las representaciones patrimoniales a escala global que se configuran entre el hemisferio norte y el hemisferio sur. En especial, dado que por medio del análisis crítico del colonialismo y sus proyectos resultantes (que aún se encuentran fuertemente solidificados en la actualidad): ...explica Gregory, se busca una comprensión de estos fenómenos a través del análisis de las culturas y formaciones discursivas del colonialismo, teniendo en cuenta aspectos de construcción objetal y representación del poder. Estos implican la interpretación de las construcciones discursivas a través de las cuales se transporta el colonialismo del pasado al presente, lo que el autor llama “desplazamientos culturales del colonialismo en el presente” (De Azevedo, A., 2007: 33).
La excesiva representación de Europa Occidental en el Patrimonio Mundial de la UNESCO invita a integrar propuestas de otros campos del saber, establecer conexiones con lo señalado por Jane Jacobs, en tanto este resalta cómo las formaciones discursivas operan: ...para la creación de un campo complejo de valores, significados y prácticas a través del cual el sujeto europeo se posiciona como superior y los no europeos se posicionan necesariamente como un Otro inferior para la constitución de este sujeto...(2002: 192).
Al analizar los datos de la UNESCO del año 2010 se puede observar que Eurasia concentra un gran volumen del Patrimonio de la Humanidad, pudiéndose identificar a varios países, lo que denota una desigualdad en términos de representación patrimonial bastante acusada con respecto al resto de países del globo, siendo: Italia, China, España, Rusia, Alemania, Francia, Reino Unido e India, quienes poseen por amplia diferencia los mayores sitios patrimoniales de la humanidad. El contraste no deja de ser llamativo, y resulta aún mayor, cuando se compara la cantidad de sitios patrimoniales que posee el hemisferio norte con la escasa representación adjudicada para el hemisferio sur.
Del mismo modo, existe un contraste en torno a los sitios patrimoniales que se encuentran en la condición de peligro, espacialmente la gran mayoría de estos se ubican en el hemisferio sur y es un ejemplo bastante llamativo la realidad en términos de patrimonios naturales que presenta la República Democrática del Congo. Este país africano posee cinco patrimonios naturales de la humanidad, lo llamativo para ese territorio y sus patrimonios asociados, es que todos ellos se encuentran en una situación de peligro, tal como lo ha establecido la propia UNESCO. No obstante, a priori, se puede relacionar esta situación de peligro en la conservación de los patrimonios naturales de la humanidad en la República Democrática del Congo, con las consecuencias que han instalado allí las actividades extractivas que realizan potencias occidentales y no occidentales en dicho territorio; al igual que al cambio climático acelerado por el accionar del sistema
productivo a escala global, y la crisis sociopolítica que se desarrolla allí y que afectan significativamente al patrimonio asociado al país.
Tal situación de peligro en la cual se clasifica al patrimonio de dicho país configura a su vez un gran impedimento y establece una alarma que no todas las demás naciones parecen oír; en torno a esos lugares de gran valor a escala global se impide y excluye la posibilidad de que la República Democrática del Congo pueda permitirse un desarrollo local asociado a estos patrimonios que posee la humanidad y que se encuentran en su territorio; así como tampoco conservar lugares de suma importancia para el país, el planeta y especialmente para los habitantes del país africano que han construido un lazo en relación a estos, la fauna y flora allí presente y los importantes servicios ecosistémicos que brindan dichos espacios naturales.