El silencio de Uruguay ante Gaza o ante Israel

Las masacres ahora diarias de civiles gazatíes en los centros de ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, que ostensiblemente ha montado el Ejército de Defensa [sic] de Israel, para  desplazar los intentos de salvataje alimentario, médico, clínico, que han procurado organizar tanto la maltrecha, maltratada UNRWA como Médicos sin Fronteras y otras redes solidarias privadas, obligan a la pregunta: ¿por qué tantas masacres? ¿por qué ese desplazamiento de la asistencia desde la ONU y redes solidarias de larga data?

26/06/2025 Luis E. Sabini Fernández
Israeli female soldiers pose for a photo on a position on the Gaza Strip, Feb. 19, 2024. AP Photo-Tsafrir Abayov

Aunque nos cueste creerlo espontáneamente, los hechos revelan que el ejército israelí tomó sobre sí la tarea “alimentaria”  para facilitar la política genocida, para ”industrializar” así mejor la muerte programada de más y más palestinos. Hay demasiado elementos coincidentes como para soslayar la atrocidad de esa política.

En Israel se ha ido montando toda una estructura de servicios visuales desde los cuales mejor mirar el espectáculo de la matanza: ciudadanos israelíes concurren ávidos a esos emplazamientos para mirar –a distancia y con seguridad–  con telescopios de calidad, la matanza; ver los bombardeos y las demoliciones,  ver, por ejemplo, volar los cuerpos con las explosiones. Como se ha señalado, ver “morir un pueblo como quien contempla una puesta de sol”. Algo peor, todavía: ver cómo es matado un pueblo, toda una población.

No sabemos qué pensó Martin Amis cuando en 2014 publicó su Zona de interés,  mostrando jerarcas  nazis conviviendo “idílicamente” con el infierno que habían generado allí nomás, cerca, del otro lado de la empalizada.

El relato fue tomado por muchos comentaristas como una condena más del universo nazi y de ese modo fue interpretado como una reivindicación, siquiera indirecta, del Estado de Israel, genéricamente entrevisto como “lo opuesto” a la Alemania antisemita de los nazis.

Sin embargo, hay un dato entregado por Amis que podría señalar otro enfoque: el abordaje de mundos paralelos. Y cuando uno, beatífico esconde el otro, infernal.

¿Y qué mundo tenemos nosotros para ver mientras israelíes matan a sangre fría con balazos en la cabeza (reiteradamente comprobados) a infantes palestinos? Y cuándo se atrae a población hambrienta a sitios con comida, y a veces, so pretexto de mantener el orden en la fila, y a veces sin ni siquiera pretexto alguno, se riega de balas a los hambrientos, y se suman así episodio a episodio, veintenas de muertos, cincuentenas de muertos?

¿Nos habla Amis de nazis o de mundos paralelos? ¿Y ese mundo paralelo está lejos o en el pasado, o está cerca, muy cerca de nosotros?


¿Y qué nos pasa en Uruguay? La política de los tres monos sabios prosigue, impertérrita.

Uruguay, su expresidente, ahora futuro catedrático de alguna ciencia política, abrió en 2024 una oficina, cultural, faltaba más, en Jerusalén, mientras el gobierno israelí proseguía tranquilamente su genocidio.

Tranquilamente pero ya no en su ritmo pausado. Luego del 7 oct. 2023, ante el copamiento del cuartel regional de Gaza por Hamás y el ajusticiamiento de algunos represores, Israel se sintió como bíblicamente llamado a actuar con la furia, la violencia, la arrogancia,  de  la conocida deidad que, actuando como agente inmobiliario, les habría cedido la tierra, como bien lo sabemos mediante documentos rigurosamente históricos, probatorios, como la Torah.

Y ese mismo expresidente, Luis Lacalle Pou, ignoró las resoluciones de la ONU que han procurado mantener a Jerusalén al margen de la órbita israelí (de la palestina, ni hablar), y puso nuestro país al servicio de la estrategia “boa constrictor” de Israel.

Poco antes, la Universidad de la República (UDELAR) resistió una rendición incondicional a la intervención sionista  en la voz binacional de un catedrático de universidades israelí y uruguaya. No para eliminar ese punto de vista, sino para dar cabida a todas las voces, incluyendo a los partidarios de genocidio, pero no ya como voz oficial de la casa de estudios. Una amplitud increíblemente generosa, pero hasta ahora desconocida  (la UDELAR jamás patrocinó, al menos expresamente, cátedras con nazis, partidarios de la raza blanca como raza superior, torturadores raciales al estilo de los métodos como los de los anglos o los belgas en África, o las técnicas de tortura a poblaciones aborígenes que han  desarrollado los sionistas en Palestina). Es una limitación a la libertad de cátedra  y de expresión,  pero, ¿por qué habría tenido la UDELAR que romper esos límites, para beneficio de un sionismo cada vez más claramente brutal, bíblico, y moramente depravado?


Los silencios de Uruguay duelen. Han dolido mucho. Como cuando el ejército israelí abordó al estilo pirata a la Flotilla de la Libertad del año 2010 (que procuraban restañar mínimamente las enormes sangrías provocadas en Gaza y su población, con la invasión genocida de 2008-2009, con su tendal de miles de muertos y demoliciones masivas), y los militares israelíes asesinaron a varios tripulantes que cumplían con el deber de defender su navegación sin armas de fuego ni cuchillos, apenas con palos (los invasores, después de copar el navío y asesinar a parte de su tripulación robaron además, al mejor estilo lumpen, a los pasajeros calcetines y relojes, como denunció en su momento Henning Mankell, que participaba del intento solidario).

Pero tales silencios han sido persistentes. En 2017, cuando ya el infierno en Gaza venía arrasando a la sociedad desde 2006, mediante la decisión del “carnicero” Ariel Sharon, conocido genocida de los campamentos palestinos de Sabra y Shatila–  de “hacerles las vida imposible” a los gazatíes, una visita de PIT/CNT del Uruguay encontró “todo bien” en  Israel, no para judíos lo cual no sería novedad, sino para los palestinos. “Cualquier país que se precie de democrático dirime las cosas como lo hace Israel”, llegó a decir uno de sus deslumbrados visitantes.

En 2024, el periódico del aparato mundial sionista enlacejudío escribió: “Yamandú Orsi, que ganó por un estrecho margen una segunda vuelta electoral el domingo, se destaca en al menos un aspecto: nunca ha atacado a Israel.” Pésimo planteo, porque la pregunta tendría que ser si Israel ha atacado algo y en tal caso, si corresponde criticarlo, ignorarlo o alabarlo.

Poco antes, no bien se avizoró que el a la sazón intendente de Canelones, Yamandú Orsi, podía ser presidente del país, el aparato, hasbarah, de Israel se puso en marcha y Ana Jerozolimski fue la encargada de guiar al ilustre en visita oficial a Israel en setiembre de 2023.

En su visita, Orsi creyó ver una convivencia –pacífica, normal– entre palestinos e israelíes que la información habitual no le había entregado. El Potemkin israelí no necesitó montarle un tinglado especialmente, porque todo Israel es una puesta en escena. Orsi, que se sepa, no visitó Cisjordania y menos aún Gaza; nos preguntamos qué palestinos habrá divisado en su visita oficial.

Ya investido presidente, Orsi junto a expresidentes uruguayos, Luis Lacalle Pou y Julio María Sanguinetti, fueron objeto de otra operación de Public Relations. Esta vez, de la fundación argentina Ana Frank, la misma que ha erigido una “escultura” luctuosa en la capital federal argentina, en una plazoleta sobre la av. Olazábal.

Yamandú Orsi, una vez más, aceptó la invitación que, como la de su visita a Israel, sirve para realzar facetas edificantes de Israel en el mismo momento en que Israel está asesinando fríamente en Gaza, y cada vez más en Cisjordania y Jerusalén, la mayor cantidad de vidas humanas que se recuerde en las últimas décadas.

En otras palabras, otra operación de lavado de imagen (justo cuando las cotas del exterminio alcanzan niveles insoportables, aun comparados con los habidos en Sudán y Sudán del Sur (otro invento geopolítico de Israel) o en Myanmar. Está clara la voluntad ¿política? de no juzgar la conducta de Israel, racista, supremacista, fríamente genocida.

Hay interesados en sustraer a Israel de responsabilidades, pese a que la brutal franqueza de Netanyahu les juegue en contra.

Si  Israel ataca sin previo aviso a Irán, se lo designa como “ataque preventivo” o como “guerra entre Israel e Irán”.

Indudablemente hay intentos de desvíos de la responsabilidad. Véase esta joyita: “La demonización de  Israel no llevará a la solución del conflicto en Oriente Medio, la comunidad internacional debe centrarse primero en destruir la grave causa de esta guerra que es el terror y luego promover un diálogo genuino y no en perpetuar una narrativa que ignora las complejidades del conflicto.”

Obsérvese el tono doctoral del párrafo. El quid, nos dice, es el terror. Podríamos estar de acuerdo. Fue el terror sionista decisivo para instaurar Israel. Asesinando ya no a contrincantes sino hasta mediadores que procuraban  otorgar derechos a palestinos y sionistas, como el mediador oficial de la ONU, Folke Bernadotte, o incluso a judíos que dialogaban con árabes musulmanes, como Jakob de Haan. Lo que veo cada vez más claramente es que Israel ejerce “el terror”: colonos sionistas serruchando olivos palestinos centenarios, guardias israelíes tirando en sus incursiones a todo lo que se mueve, buscadores inalámbricos previamente diseñados como explosivos detonados como castigo a Líbano por el que son matados varios portadores y centenares quedan heridos, y el país aterrorizado. Pero Galperín no se refiere a esos terrores, bien concretos; no elige el ejercicio despótico de terror que emplea Israel a diario con población palestina desarmada; habla sólo de cierto terror que vino después, como respuesta. Tendría que aprender a leer historia.

Y aprender a leer también psicología. Que “los malos” tienen bastante acotados sus alcances y que, en cambio, el mal que producen muchos buenos, incluso excelentes, es mucho más devastador. Porque el malo, entrevisto, descubierto pierde capacidad de daño, pero el bueno, el excelente, siempre contará con una claque de convencidos (o sobornados o mentalmente reducidos) que le facilitará proseguir su tarea devastadora, aunque “con las mejores intenciones”.

Si criticamos, por ejemplo, “el terror” ya hemos resuelto las claves políticas del momento; apenas acotamos “el grupo terrorista Hamás” o el estado terrorista de Irán y entonces, queda por demostrar lo que creemos ya demostrado.

Seguramente, el Ejército de Defensa de Israel, o el Mossad, o el Shin Bet encontrarán o fabricarán  tales pistas. Porque las pruebas existen de antemano. Y si hay que hacerlas, se hacen. A los inmensos conglomerados de poder no los guía la búsqueda de verdad sino la expansión de la verdad ya configurada de antemano. Los centros de poder optan por la versión que se aviene a la imagen que valoramos: bebitos horneados, mujeres desventradas, árabes que juegan a la pelota, festivamente, con senos femeninos arrancados de cuajo, palestinas falsarias que muestran heridas, horribles, como si se las hubiese hecho la fuerza pública israelí cuando se las han pintarrajeado ellas mismas.

Según Israel los palestinos se dañan  a sí mismos o a sus imágenes. Falta nomás el detalle de cómo han logrado derribar tantos edificios. Con qué explosivos ¡Cómo han desmantelado más de cien hospitales!…

¡Cómo a israelíes no se les cae la cara de vergüenza! ¡Cuánto supremacismo, cuánto ombliguismo, cuánta soberbia racista se les ha inculcado para que se la crean!

Porque Israel no carga sus responsabilidades. De atrocidades. Y cuando una decena de militares femeninas, coquetamente mejoran su aspecto para sacarse una selfie delante de toda una zona urbana de edificios altos en la ciudad de Gaza, destruida por bombardeos (con población atrapada y muerta entre sus escombros), lo que prevalece en la foto es el carácter risueño de “las chicas”, su frescura, y la ajenidad total ante lo que ellas y el resto de Israel ha hecho con esa población, con esa ciudad, con ese territorio. Las hermosas jovencitas son totalmente inocentes. Y si no inocentes, ajenas.

Los del ejército ocupante se sienten tan exentos de culpa que pueden tratar muy mal a ¿quiénes? A los muy malos; porque con los despreciados no necesitamos expresar compasión, solidaridad, ni vergüenza ante niños hambreados, baleados; ni ante la falta de agua (aunque le hayamos cortado el suministro nosotros mismos), ni por la restricción de alimentos que le hemos impuesto hace ya casi veinte años, cuando votaron mal, contra nosotros…

Desde la ONU, hace tiempo, se ha generado un monstruo político, psicológico, ético. Se lo percibe cada vez más claramente. Lo que es más arduo es reconocer a sus progenitores. □

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