John Locke: razón, experiencia y autonomía en la educación moderna

Este artículo forma parte de la serie sobre los aportes de pensadores de la modernidad a la educación, en la que se incluyen figuras fundamentales como Maquiavelo, Descartes, Hobbes, Rousseau, Kant y Locke. Cada uno fue elegido por el impacto histórico y filosófico de sus ideas en la conformación del sujeto moderno.

07/07/2025 Jorge Barrera
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En esta entrega, abordamos el pensamiento pedagógico de John Locke (1632–1704), cuya obra ―Algunos pensamientos sobre la educación‖ (2005) se considera un hito en la conformación de una pedagogía racionalista, empírica y centrada en la autonomía. Locke sostiene que la mente humana es una tabula rasa, lo cual ubica a la experiencia como fuente exclusiva del conocimiento. Esta concepción transforma a la educación en el medio privilegiado para formar al sujeto. Sus propuestas articulan razón, virtud y utilidad práctica, con énfasis en la formación del carácter a través de hábitos y el ejercicio del juicio moral. La educación física y la motivación intrínseca también ocupan un lugar central: el cuerpo sano es condición del aprendizaje, y el placer debe guiar la enseñanza.

El ideal‖ lockeano‖ es formar individuos racionales, autónomos y virtuosos, capaces de actuar éticamente en sociedad. No obstante, desde una lectura crítica, se advierte su sesgo de clase: la educación propuesta por Locke excluye a las mayorías, naturalizando desigualdades. En este trabajo se propone resignificar su legado desde una pedagogía emancipadora, que recupere su apuesta por la autonomía, la razón y la experiencia, pero ampliando el horizonte del sujeto educable. Locke, al igual que sus contemporáneos, sigue interpelando los desafíos de la educación actual. Repensarlo críticamente nos permite imaginar nuevas formas de formación que articulen ética, inclusión y justicia social.

Introducción 

John Locke (1632–1704), filósofo inglés y figura clave del empirismo moderno, dejó una huella profunda en la teoría educativa occidental. Su obra ―Algunos

pensamientos sobre la educación‖ (1693), constituye uno de los tratados pedagógicos más influyentes del siglo XVII y XVIII. En ella, Locke despliega una concepción educativa centrada en la formación del carácter, la virtud, la razón y la utilidad práctica, enmarcada en su visión antropológica de la mente como tabula rasa. Este artículo explora sus principales aportes educativos, integrando también un análisis crítico, resignificando el pensamiento lockeano desde una perspectiva actual.

1. La mente como tabula rasa: fundamentos epistemológicos de la educación. 

En su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690), Locke sostiene que la mente humana al nacer es una tabula rasa, una hoja en blanco sin ideas innatas. Todo conocimiento proviene de la experiencia, ya sea externa (sensación) o interna (reflexión). Esta tesis tiene profundas implicancias pedagógicas: si no hay ideas innatas, entonces la educación se convierte en el principal medio de formación del sujeto. La tabula rasa implica que el niño no nace con predisposiciones morales o intelectuales fijas, sino que es moldeado por el entorno, los hábitos y la instrucción. Como señala Locke, ―la educación hace más que la naturaleza.. Esta visión empírica y constructivista anticipa enfoques contemporáneos que destacan el papel del ambiente y la experiencia en el desarrollo humano.

2. Educación moral: la virtud como hábito 

Para Locke, la educación moral es el núcleo de la formación del individuo. En Algunos pensamientos sobre la educación, afirma que ―la virtud es lo más necesario para todos los hombres, y por tanto debe ser lo primero que se enseñe. La virtud no es un conocimiento teórico, sino un hábito adquirido mediante la repetición, el ejemplo y la disciplina racional. El objetivo es formar un carácter autónomo, capaz de gobernarse a sí mismo mediante la razón. La sinceridad, la modestia, el respeto y la templanza son valores fundamentales. Locke rechaza el castigo físico como método educativo, proponiendo en su lugar la corrección respetuosa y el refuerzo moral. La educación moral, entonces, no se impone desde fuera, sino que se cultiva desde dentro, apelando al juicio y la conciencia del niño.

3. Educación física: cuerpo sano, mente sana 

En una época en que la educación se centraba casi exclusivamente en lo intelectual, Locke otorga un lugar destacado a la educación física. Considera que un cuerpo fuerte y saludable es condición necesaria para el aprendizaje y la vida virtuosa. Recomienda ejercicios al aire libre, juegos activos, alimentación moderada y exposición gradual al frío y a la incomodidad para fortalecer la resistencia. Esta visión integral del ser humano —cuerpo y mente— anticipa enfoques holísticos de la educación. La salud corporal no es solo un fin en sí mismo, sino un medio para el desarrollo moral e intelectual. Como afirma Locke, ―una mente sana en un cuerpo sano es una descripción breve pero completa de un estado feliz en este mundo.

4. Educación intelectual: utilidad, curiosidad y placer 

Locke propone una educación intelectual centrada en el desarrollo de la razón, la curiosidad y la utilidad práctica. Critica la enseñanza memorística y el énfasis excesivo en el latín, proponiendo en su lugar el aprendizaje de lenguas vivas, matemáticas, historia y conocimientos útiles para la vida. El aprendizaje debe ser placentero, no impuesto. Locke insiste en que el estudio debe despertar el interés del niño, fomentando la indagación y el pensamiento crítico. Rechaza el castigo como método de enseñanza, argumentando que genera resentimiento y bloquea el deseo de aprender. En su lugar, propone recompensas morales y el estímulo del amor propio como motores del aprendizaje.

5. Motivación y placer en el aprendizaje 

Uno de los aspectos más innovadores del pensamiento lockeano es su énfasis en la motivación intrínseca. El aprendizaje no debe ser una carga, sino una fuente de placer. Locke sostiene que el deseo natural del ser humano es buscar el placer y evitar el dolor, y que la educación debe canalizar ese deseo hacia fines virtuosos. Para ello, propone estrategias pedagógicas que respeten la dignidad del niño: evitar la humillación, corregir con respeto, estimular la curiosidad y ofrecer modelos a seguir. La motivación no se impone, se cultiva. Esta visión anticipa teorías contemporáneas, que destacan la importancia de la autonomía y el aprendizaje significativo.

6. Educación para la autonomía: formar sujetos racionales y libres. 

El ideal educativo de Locke es la formación de un gentleman, un sujeto racional, autónomo y virtuoso, capaz de gobernarse a sí mismo y contribuir al bien común. La autonomía no es innata, se construye mediante la práctica de la razón, el juicio moral y la participación en decisiones significativas. Locke propone una educación que fomente el discernimiento, el diálogo y la responsabilidad. El niño debe aprender a tomar decisiones fundamentadas, a resistir sus impulsos y a actuar conforme a principios racionales. Esta visión de la autonomía como capacidad práctica y ética resuena con los ideales ilustrados y con las pedagogías críticas contemporáneas.

La crítica de Joni Ocaño a la escuela moderna como dispositivo de modelación de subjetividades encuentra un contrapunto interesante en John Locke, quien concebía la educación como herramienta para formar ciudadanos racionales y libres. Aunque ambos reconocen la función política de la educación, Ocaño advierte que el ideal ilustrado de Locke puede devenir en mecanismos de control bajo las lógicas modernas. Así, se tensiona la paradoja entre formar para la libertad y reproducir normatividades sociales que la restringen.

7. Lectura crítica desde la educación, la clase y el poder. 

Desde una perspectiva crítica es necesaria una lectura contextualizada del pensamiento de Locke. Si bien se debe reconocer su valor fundacional en la pedagogía moderna, también se advierte que su propuesta está dirigida a las clases altas y reproduce una visión elitista del sujeto educable. Es oportuno señalar que la educación lockeana, al centrarse en el gentleman, excluye a los sectores populares y naturaliza las desigualdades sociales.

Desde una mirada situada y crítica, la propuesta de Locke, al enfatizar el individuo racional y propietario, reproduce lógicas excluyentes que invisibilizan las desigualdades de clase. Como ya se problematizó en Maquiavelo y la educación (Mediomundo.uy), el poder opera en la educación para naturalizar privilegios y despolitizar la formación ciudadana.

La tabula rasa no es tan neutra como parece: el acceso a experiencias formativas está mediado por la clase, el género y el poder. En este sentido, la

educación moral, física e intelectual propuesta por Locke se convierte en un dispositivo de normalización y control. Sin embargo, no hay que desecha el legado lockeano, sino resignificarlo desde una pedagogía crítica que recupere su potencial emancipador.

La autonomía, la razón y la virtud pueden ser herramientas de liberación si se articulan con la justicia social y la inclusión. 8. Vigencia y resignificación del pensamiento lockeano A más de tres siglos de su publicación, ―Algunos pensamientos sobre la educación‖ sigue siendo una obra de referencia. Su énfasis en la formación del carácter, la importancia del ejemplo, la centralidad de la experiencia y el rechazo al castigo físico anticipan muchas de las preocupaciones actuales en pedagogía.

No obstante, su visión elitista y su sesgo de clase requieren una lectura crítica, es necesario contextualizar el pensamiento de Locke y adaptarlo a los desafíos contemporáneos: la inclusión, la equidad, la diversidad y la justicia educativa. Resignificar a Locke implica recuperar su apuesta por la razón y la autonomía, pero ampliando el horizonte del sujeto educable. La tabula rasa puede ser una metáfora de la apertura al aprendizaje, siempre que se reconozcan las condiciones materiales y simbólicas que la hacen posible.

Conclusión 

John Locke fue un pionero en pensar la educación como formación integral del ser humano. Su propuesta pedagógica, articulada en torno a la tabula rasa, la virtud, la razón y la utilidad, sentó las bases de la educación moderna. Su énfasis en la motivación, el placer en el aprendizaje y la autonomía del sujeto sigue siendo inspirador. Sin embargo, como hemos advertido, es necesario leer a Locke desde una perspectiva crítica, reconociendo sus limitaciones históricas y su sesgo de clase. Solo así podremos recuperar su legado para construir una educación verdaderamente emancipadora, que forme sujetos racionales, éticos y comprometidos con la transformación social.

Bibliografia

Barrera, J. (2022). Mediomundo.uy. John Locke: el padre del liberalismo político y el fundador del empirismo. John Locke: el padre del liberalismo político y el fundador del empirismo 

Barrera. J. (2025). Mediomundo.uy Maquiavelo y la Educación. Maquiavelo y la Educación 

Barrera. J. (2025). Mediomundo.uy. Descartes y la razón como promesa educativa. Descartes y la razón como promesa educativa 

Locke, J. (1980). Ensayo sobre el entendimiento humano (Vol. 1, pp. 205–207). Editora Nacional.

Locke, J. (1984). Dos tratados sobre el gobierno civil. Alianza Editorial.

Locke, J. (1994). Carta sobre la tolerancia. Tecnos.

Locke, J. (2005). Algunos pensamientos sobre la educación. Ediciones Akal.

Ocaño, D. A. (2017). Teorías de educación y modernidad: Grupo Magro. Montevideo

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