Dictadura civil-militar

Columnas 28 de junio de 2021 Por William Marino
A 48 años, William Marino nos trae su mirada sobre el preceso acontecido entre 1973 y 1985, en Uruguay.
dictadura

“Solo os pido una cosa: si sobrevivís a esta época, no olvidéis. No olvidéis ni a los buenos ni a los malos. Reúnan con paciencia los testimonios sobre aquellos que cayeron, por ellos y por vosotros. Un día, el hoy pertenecerá al pasado y se hablara de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia. Quisiera que todos supieran que no hay héroes anónimos. Eran seres con nombre, con rostro, con deseos, con esperanza y el dolor del último no ha sido menor que el del primero” Julius Fucik (Checoslovaco asesinado el 8 de setiembre de 1943 en Alemania, por el Nazismo)    

En la madrugada del 27 de Junio de 1973 los militares avasallaron a sangre y fuego las Instituciones democráticas del Uruguay.  Comenzaron por el Palacio Legislativo, todo el malón fascista entró al mismo con la complacencia de la derecha de los partidos Nacional y Colorado, que estaban allí.  Ningún golpe de Estado se da sin el “permiso” de don dinero, es decir, los civiles que manejaran la economía de cualquier país.  

En el Uruguay, se podría decir que mientras los trabajadores repudiaban al golpe con la huelga general, la federación rural y la asociación rural; la asociación de bancos; la cámara de industria; la de comercio; la prensa escrita como el diario El País; La Mañana y El diario; las radios más rancias de este país y los canales 4 – 10 y 12; apoyaron de la forma más descarada, cantando loas al régimen militar. 

En la represión, participaron en forma muy activa muchos personajes que hacían ya tiempo que se conocían por su sadismo hacia la izquierda, el movimiento sindical y estudiantil, como el Miguel Sofía, Nicolás Vols o el Manco Ulises.

El “dictador” Bordaberry, junto a los que ejecutaron el golpe de Estado, quisieron darle una imagen de legalidad y separación de poderes y para eso nombraron por un decreto-ley 464/973, el 19/12/73. Un consejo de Estado de 24 miembros civiles a saber: lo presidio un ex senador blanco Martin R. Echegoyen al que el periodista del Semanario Marcha, Hugo Alfaro, definiera como “el hombre ducho en caer sentado”. Alberto Demicheli; Hamlet Reyes; Aparicio Méndez; Daniel Rodríguez Larreta; Aurora Álvarez de Silva Ledesma; Gladis Freire de Addiego; María Coolighan Sanguinetti; Emilio Siemes; Julio Espindola; José A. Varela; Jesús Rubio; Juan Rodríguez; Mario A. Pérez; Rodolfo Saccone; Alfredo Lamaison; Jorge Spangenberg; Mario Gaggero; Raúl Clerc; Mario J. Coppetti; José Fco. Franca; Osvaldo Soriano: Alfredo Cardozo; Eduardo Praderi y Enrique Viana.

Luego se sumaran, más adelante, como consejeros otros personajes civiles que siguen en filas coloradas y blancas en la actualidad. Por solo nombrar algunos: Pedro W. Cersosimo; Wilson Graviotto; Fernando Assuncao; Domingo Burgeño, también fue intendente de Maldonado; Hugo Manini Ríos: Rubén Riani; Miguel Peirano; Ricardo Reilly Salaverry y Carlos Gelpi.  

A esto habría que sumarle personajes como Walter Ravena, Ministro de defensa; Valentín Arismendi, de economía; Carlos Schenck, periodista de primera línea en la defensa del gobierno dictatorial, Jorge Pacheco Areco, embajador en España; Juan Carlos Blanco, Ministro de RR.EE (estuvo preso por la desaparición de la Maestra Elena Quintero).

Otros personajes de la dictadura fueron Alejandro Vegh Villegas, economista, Julio Cesar Lupinacci; Edison González Lapeyre; Carlos Maeso, intendente; García Capurro; Elbio Fernández; Luis Crisci; Francisco Tourreilles, Juan José Gari, Olga Clerisi de Nardone.  

No debemos de olvidar, que también crearon a nivel departamental las juntas de vecinos, nombrando así los sustitutos del Legislativo Departamental, los ediles. Se podría seguir con embajadores, directores de entes autónomos y servicios descentralizado. También se podría hablar de la “operación conserva”, que nunca se investigó a fondo, pero donde sí estuvieron comprometidos civiles y militares.

Algo que tampoco se siguió con ganas fue el tema de los médicos. No solo los militares sino también los civiles, pues ellos fueron los que certificaron falsamente los asesinatos cometidos por torturas, en los centros de detención. Todos los médicos que participaban, no solo en el Hospital Militar sino también en cuarteles y unidades militares, eran asimilados y se les otorgaba grado militar.  Estos “personajes”, formaban parte de los grupos de tortura hacia los detenidos.

Es muy interesante leer el libro del doctor Gregorio Martirena: Uruguay la tortura y los médicos (1987). En el prólogo, su autor dice, entre otras cosas: “es de cómodos y miedosos pensar que lo que sufrimos se debió a una pequeña elite de uruguayos ambiciosos. La cruda realidad nos habla, invariablemente, de una orquestación planificada de la tortura y el terror que fue obra de una escala muy vasta de intereses, nacionales y externos”.  

Asimismo, es interesante ver el trabajo de investigación realizado por el Sindicato Médico del Uruguay y diferentes asociaciones médicas del interior. Solo a modo de mayor cantidad voy a nombrar a “médicos” militares, relacionados con la tortura y la muerte, cuando en realidad estudiaron para salvar vidas.

El primer caso que aparece ahí es el asesinato de Vladimir Roslik en una unidad militar de Rio Negro, el 16 de abril de 1984. Solo estuvo preso unas pocas horas, pero la tortura fue tan atroz que, según la primera autopsia realizada por el doctor Eduardo Saiz Pedrini, murió por un paro cardio respiratorio, sin signo de violencia.

Fue el último detenido asesinado por el fascismo militar. Antes de finalizar la dictadura se realizará otra autopsia, con presencia de delegados familiares y médicos del SMU, la cual dirá otra cosa, muy diferente. Sí hubo tortura y la muerte fue violenta.

Otro caso es el de Vladimir Bracco, carpeta de investigación 11/85 médico del batallón de Infantería, N* 6, con asiento en la ciudad de San José. Este personaje, que también tiene denuncias por presenciar las torturas, decía que por lo general los médicos revisaban a sus pacientes víctimas, en presencia de los militares y ahí les decían lo que debían realizar.

Nelson Forno Vera, es un médico militar del grupo de artillería N*2 de la ciudad de Trinidad, Flores.  Muy conocido pues era el director del Hospital, acusado de estar presente en sección de torturas físicas y psicológicas en dicho cuartel. Por los detenidos que lo acusaron de decir: "a este dale que tiene un corazón de hierro".  El tan cínico médico, decía que nadie le había dicho que en el cuartel torturaban. A lo que podemos agregar que los detenidos decían que al salir del cuartel los obligaban a firmar una declaración donde constaba que allí durante la estadía, recibieron una atención correcta. Me quedan otros nombres como la doctora Rosa Marsicano, el doctor Hugo Díaz Agrelo, Nelson Marabotto y otros que no figuran en este libro, pero fueron acusados por los presos, a la salida de la dictadura.  Todos estos personajes fueron expulsados del Sindicato Médico del Uruguay  

                                            WILLIAM  MARINO

 

 

 

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