La ética aristotélica
En la entrega anterior comenzamos a explorar el pensamiento de Aristóteles. Como fue dicho, al estagirita se lo puede considerar el padre de la Lógica, de la Metafísica, de la Política, la Biología y de muchas otras formas de conocimiento, a los que el filósofo logró darles la primera impronta. Ya hemos dicho, que clasificó los conocimientos en “teóricos”, “técnicos” y “prácticos”. Los primeros están referidos a aquellos entes que son de un modo y no pueden ser de otro. Este saber trata sobre el “modo de ser de las cosas mismas”, sin importar el agente que fabrica con ellas algo o que emprende a partir de ellas alguna acción. Las ciencias que se valen del saber teórico son, por ejemplo: la Matemática, La Física o la Astronomía. Así, verbi gracia, en la Geometría conocida por entonces, la suma de los lados interiores de un triángulo siempre sería igual a dos rectos, o la línea recta se definía como la menor distancia entre dos puntos, o en el caso de la Física, se podía afirmar que una piedra caía en razón de su pesantez.
Otra forma de conocimiento es el conocimiento técnico, con él se refiere a las cosas que pueden, o bien de un modo, o bien, ser de otro. Este conocimiento remite a la «fabricación» de cosas útiles. Por ejemplo, es el saber que pone en juego el carpintero cuando construye una mesa.
Por último, el “saber práctico”, que no se relaciona con “la satisfacción de las necesidades materiales”, sino, por el contrario, con la posibilidad de una «vida buena»; es decir, aquella que ya no está orientada a las demandas primarias, sino al ejercicio de la libertad. La actividad práctica persigue un bien que no se encuentra afuera de la persona que realiza la acción, como la mesa bien hecha, sino en el propio el bien está en el propio agente. “Toda investigación y acción están orientadas hacia un fin y por lo tanto hacia el bien. Los fines en general se pueden desarrollar a través de las acciones, las actividades o las obras. Cada arte tiene un fin como por ejemplo, el fin de la medicina es la salud, el de la construcción el navío, el de la guerra la victoria…”. (Aristóteles, Ética a Nicómaco)
La idea del bien en Aristóteles se refiere al cumplimiento de la finalidad propia del ente, así un buen cuchillo es el que corta perfecto, el buen caballo es que corre mejor o el buen vestido es que abriga adecuadamente. Así entonces, el bien del hombre es alcanzar la felicidad, que Aristóteles le llama “eudemonia”. Aristóteles comienza afirmando que toda acción humana se realiza en vistas a un fin, y el fin de la acción es el bien que se busca. El fin, por lo tanto, se identifica con el bien y en el hombre, como hemos dicho es la felicidad o “eudemonìa”.
¿Qué características debe tener la felicidad? El discípulo de Platón señala que son básicamente tres: debe ser “autárquica”, es decir no debe depender de nadie más que del sujeto. Segundo: debe ser “duradera”, no puede ser “efímera” y tercero debe ser un “fin en sí misma”.
En la ética a Nicómaco Aristóteles comienza por explicar lo que es la felicidad, comenzando por decir lo que no es. En primer término afirma que no es el placer, porque este tiene una corta duración, en tanto la felicidad debe ser duradera, Tampoco es el honor, porque el honor no depende del sujeto, sino, de quien lo da. Pero quien lo concede, es también quien lo puede quitar, rápidamente, en tanto la felicidad no puede depender de una cosa externa, ni de otra persona que el propio sujeto. Por último, la felicidad no es la fortuna, ya que esta no es un fin en sí misma, por ejemplo el dinero lo queremos para viajar o para adquirir otros bienes, pero no solo por el propio dinero.
A partir de estas definiciones, son varios los problemas que se nos presentan y las preguntas que debemos contestar, para avanzar en la Ética escrita por el padre de Nicómaco.
Comenzaremos por decir que la ética aristotélica, por perseguir la realización de un fin, se llama “teleológica”, el nombre deriva de la palabra “telos” que en griego significa “fin”. De allí proviene la palabra “telón” con que denominamos la cortina que se baja al finalizar una obra de teatro. También, la palabra “tela” tiene el mismo origen, aunque esto ya sería otra historia.
Como dijimos en la entrega anterior, todo el sistema del maestro de Alejandro está imbricado lógicamente, formando un verdadero sistema filosófico.
Su ética está atada a su metafísica y esta a su vez a la política y a la Física.
Para Aristóteles el hombre debe procurar el bien común, de ese modo busca preservar la cohesión social, construyendo una ética comunitarista. También cabe destacar que para el filósofo la virtud es un hábito, no es suficiente realizar una acto bueno, en forma aislada, para que sea virtuosa una persona, Él decía que “una golondrina no hace verano”. Otra característica importante es la búsqueda del justo medio. El hijo de Nicómaco cree que la virtud se encuentra entre dos extremos viciosos, uno por defecto y el otro por exceso. Por ejemplo, quien es avaro, peca por defecto en el manejo del dinero, pero es derrochador peca por exceso, el justo medio es la liberalidad. Quien no teme a nada irracionalmente es temerario, que se opone al cobarde, el valiente es el justo medio entre ambos extremos. La templanza es el justo medio entre la alteración y la insensibilidad; la mansedumbre es el justo medio entre la ira y la apatía; La magnanimidad es el justo medio entre la humildad y la soberbia. El “justo medio” depende de cada persona, no es lo mismo el justo medio de la comida “Milón”, el famoso atleta, que se comía él solo dos pollos, que para una persona cualquiera. También depende de las circunstancias, no es lo mismo la forma de manejar el dinero en momentos de crisis que en tiempos de prosperidad. Es decir el “Justo medio” depende tanto del sujeto como de las circunstancias.
“Al parecer debe existir, como se ha dicho en lo que precede, alguna virtud que bajo el punto de vista del honor se aproxime mucho a la magnanimidad y que sea para ella lo que la liberalidad es a la magnificencia. Ambas, es decir, la liberalidad y esta virtud anónima, se alejan de lo grande; pero nos proporcionan la disposición moral que conviene tener respecto de las cosas medianas y pequeñas. Así como para dar y recibir las riquezas hay un justo medio, que está entre dos vicios que pecan, el uno por exceso y el otro por defecto; así pueden distinguirse en el deseo del honor y de la gloria dos matices, el uno más acentuado, el otro menos, e igualmente un medio que se muestra cuando sólo se aspira al honor en las ocasiones y en la manera que convenga aspirar. Si se critica al ambicioso, es porque busca los honores con más ardor del que conviene, y los reclama de cosas de las que no debía reclamarlos. No se censura menos al que, demasiado poco celoso de la estimación pública, no intenta adquirir el honor mediante bellas acciones” (Aristóteles, Ética a Nicómaco)
Bibliografía
Aristóteles, Metafísica, (1994), Gredos, Madrid
Aristóteles, Ética a Nicómaco. (1985), Gredos, Madrid
Capelle, Wilhelm, (1981). Historia de la filosofía griega. Gredos. Madrid.
Diógenes Laercio. Vida de los filósofos más ilustres. Luarna Ediciones. España.
Gigon, Olof. (1985). Los orígenes de la filosofía griega. Gredos. Madrid.
Mondolfo, R. (1983), El pensamiento antiguo., 2 vols. Buenos Aires: Editorial Losada