Vacunarse, un acto de libertad y solidaridad

Columnas 27 de marzo de 2021 Por Adolfo "Fifo" Guidali
En la cúspide de la pandemia de covid-19, la humanidad en general parece muy despistada, muchas personas aparentemente más o menos que otras e, inclusive, también hay algunas que parecen tener las cosas muy claras en la ocasión, demasiado, sobre todo en cuanto a los objetivos personales que persiguen.
vacunacion
Uruguay llega a casi 450 mil personas vacunadas

En este contexto, me permito una reflexión sobre un aspecto concreto: el derecho a no vacunarse contra el coronavirus y el derecho a inocularse dos veces y, quizás, todas cuantas sean necesarias en el futuro cercano y tal vez a largo plazo..

Hoy, viernes 26 de marzo de 2021 al mediodía GMT, las cifras compiladas a partir de fuentes oficiales daban cuenta de casi 2.760.000 muertes, sobre unos 125.500.000 contagios en todo el mundo. La víspera se constataron unos 11.000 decesos y casi 630.000 casos, con nuestro querido Brasil encabezando estas sombrías estadísticas (casi 2.800 fallecidos en esa jornada).

Y, esto, considerando solamente datos oficiales, en tanto, en muchos países es imposible establecer balances completos a causa de la falta de medios, distancias y, por supuesto, en muchas coyunturas, intereses económicos y/o políticos.

Las por algunos denostadas campañas de vacunación emprendidas hasta ahora son absolutamente irregulares, y las brechas entre naciones abismales, al punto que en algunas aún ni siquiera existen, o llegarán sólo a una porción de su población. Por lo tanto, el "imbroglio" es sí o no a la(s) vacuna(s) en forma genérica.

Lo que viene ahora no es una simple digresión sino un axioma, un pilar para la vida de los individuos, sobre todo interactuando en sociedad.

La libertad es fundamentalmente un derecho, pero como tal también un acto de responsabilidad. O sea, para considerarnos libres debemos ser conscientes y responsables de nuestros actos y, sobre todo las consecuencias de éstos sobre la sociedad.

"La persona libre es responsable de sus propios actos y necesidades, pero también de las consecuencia de sus acciones ante la sociedad. Es un valor: como valor, el ideal de la libertad orienta las acciones humanas hacia el diálogo, la comprensión, el respeto y la tolerancia", reza un pasaje de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU.

Precisamente, el filósofo y sociólogo francés Émile Durkheim decía, desde una perspectiva precisamente idealista, que "los valores son una manera de ser u obrar que una persona o una colectividad juzgan ideal, y que hace deseables o estimables a los seres o conductas a las que se les atribuyen dichos valores".

Otro excepcional filósofo francés, Jean-Paul Sartre, sostenía: "mi libertad finaliza donde empieza la de los demás". Algo que más corrientemente conocemos más o menos así: "los derechos de toda persona terminan donde comienzan los del prójimo".

Podemos referir otros ejemplos de pensadores que apuntaron en el mismo sentido.

El escritor y artista estadounidense Elbert Green Hubbard , proclamaba en el siglo XIX: "la responsabilidad es el precio de la libertad. De otra manera seríamos esclavos del descontrol",

El gran Nelson Mandela profundizaba en pocas palabras: "Ser libre no es sólo deshacerse de las cadenas de uno, sino vivir de una forma que respete y mejore la libertad de los demás".

En estas citas, sin lugar a dudas hay muchos elementos para reflexionar e intercambiar y constituyen una especie de prólogo para plantear el debate sobre determinadas formas de conductas y acciones.

La pandemia que conmociona al mundo, mata, devasta a la humanidad en lo económico y social, desequilibra a varios niveles, y plantea un porvenir incierto. Y, simultáneamente ha desatado una serie de "negacionismos", teorías del complot o de la conspiración. Éstas van desde el carácter "sintético" de este coronavirus hasta la perversión del poder, pasando por la gula insaciable de los laboratorios.

Sería largo repasar la carrera en lapsos demasiado concisos y a un ritmo trepidante por obtener un producto eficaz contra covid-19, que ha puesto a las grandes corporaciones farmacéuticas en pie de guerra, e incluso han despertado reticencias al afirmarse que muchas no han completado las tres fases de desarrollo necesarias . Sin lugar a dudas, también hay políticos que están sacando rédito de la situación, según les va (algunos están cayendo a pique), y los especuladores integran una especie de ejército universal.

Hay países tradicionalmente reacios a cualquier tipo de inoculación, otros que echan manos a chamanes para crear "productos milagrosos", y unos pocos que simplemente, gracias a sus mayores reservas y poder económico, acaparan las vacunas en detrimento del resto de la humanidad, ampliando las desigualdades.

Pero, hay ejemplos de sobra en cuanto a la actitud de los diferentes gobiernos y sus consecuencias sobre la situación sanitaria de sus ciudadanos, que no dependen de sus potencialidades. Donald Trump y Jair Bolsonaro, con su "gripecinha", han sido adalides de la apostasía respecto a la ciencia y sus posibilidades para solucionar la crisis sanitaria.

Se pueden constatar también otras situaciones contradictorias en diferentes etapas.

Nuestro país comenzó siendo un ejemplo de cómo encarar la situación. Para esto, iniciativas de jóvenes científicos como Gonzalo Moratorio, destacado por la prestigiosa revista "Nature", y sus colegas del Instituto Pasteur en Uruguay y de la UDELAR tuvieron un rol clave. El ministro Daniel Salinas mostró al principio una actitud muy responsable y profesional respecto a lo que se venía, se arremangó la camisa y trabajó como un investigador más. Después pegó un resbalón culpando ante el parlamento al PIT-CNT de la propagación del virus por la marcha del 1º de mayo, hasta donde sé, realizada tomando medidas adecuadas.

El gobierno sacó pecho, justificó no haber tomado medidas más drásticas en aras de la libertad. Me pregunto, ¿cuál será su concepto de la libertad? En este caso, se contradice con el de responsabilidad. El argumento era que mientras la mayoría de la población optó por el autoconfinamiento, no había que negarle al pequeño porcentaje restante la posibilidad de salir a "ganarse la vida". Pero, ¿cómo hacerlo en una sociedad encerrada? Limitante, ¿no?

Recuerdo la negación oficial para gravar al capital y las grandes fortunas. "¿Cómo hacer eso a quienes tienen los medios para salir de la situación?", era la idea. Falacia. Muchísimo dinero descansa en paraísos fiscales. En cambio, con una política fiscal justa y distributiva, los desposeídos, trabajadores informales, las PYMES y profesionales "free-lance" podrían capear dignamente la espantosa tormenta.

Después, la impresión es que todo cayó en una especie de limbo, a partir del cual las cosas se fueron flexibilizando, la gente a salir, "arrejuntándose", tomando mate en los parques o en las ramblas y olvidándose de los gestos barrera. ¿La campaña de vacunación? ¡Mal, gracias! Con retraso y medio caótica.

El caso opuesto. En Oriente Medio la situación se caracteriza por ser crítica. Pero, por ejemplo, Israel, un país que había comenzado improvisando y haciendo las cosas mal como tantos otros, apostó por la vacunación masiva, por lo que las cosas van mejorando rápida y notablemente.

Inclusive, el primer ministro saliente, Benjamin Netanyahu, inculpado en tres casos de corrupción, utilizó este logro como caballito de batalla días atrás en la última de las cuatro elecciones legislativas que hubo en el país en menos de dos años. Eso sí, no logra formar nuevo gobierno, por lo que su futuro político tiene marcado un signo de interrogación.

Otro problema que enfrenta Israel respecto al coronavirus es que los judíos ultra-ortodoxos se niegan a respetar las medidas-barrera a causa de sus deberes religiosos. Y, a pesar de que muchos afirman respetar la ciencia, no se vacunan y prefieren combatir al coronavirus con "estudio y oración". Esto los ha enfrentado a las autoridades tras el cierre de templos, por ejemplo, pero la situación se revirtió ante un ambiente de estallido social. Pero, en el seno de sus comunidades hay focos de contagio.

Bien. El objetivo de estas notas no es hacer una balance de la situación mundial, sino mencionar coyunturas  disímiles, algunas complicadas.

En muchas partes del mundo, y en Uruguay también, los negacionistas se han manifestado abiertamente rechazando las vacunas y cualquier forma de contención de la pandemia. Lo curioso, inclusive entre gente supuestamente culta y preparada, es que su argumento es el de poder ejercer su derecho a la libertad.

Por supuesto, hay que reconocerlo, tienen derecho a pensarlo. Quien no quiera vacunarse que no lo haga, ya sea por razones religiosas, por padecer propensión a las alergias, o simplemente porque no le da la gana y un largo etc. Eso sí, asumiendo todas sus responsabilidades y, por lo tanto, las consecuencias de su actitud. Pero, no olviden otro valor esencial: la solidaridad.

Alguien mencionaba algo mucho más allá que una simple dependencia, sino nuestra "esclavitud respecto a las grandes farmacéuticas". No se trata de otra cosa que grandes holdings empresariales que producen aquellos medicamentos que generan capital, y no hermanas de la caridad. Hay muchas enfermedades que no se investigan porque se desarrollan sobre todo en países pobres o su incidencia es muy pequeña.

Muchos recordarán la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Grave, que ocasionó alarma, pero estuvo limitada tanto en los contagios como en morbilidad (menos de 800 decesos) y estuvo casi circunscrito a Hong Kong y sureste de China entre 2002 y 2004. Mi pregunta: ¿se siguió investigando sobre el SARS-CoV? En efecto, un pariente cercano del covid-19. El brote fue en términos absolutos pequeño, pero el ratio contagios/muertes mucho mayor que el de su primo hermano menor.

Otra pregunta: ¿qué pasa por la cabeza de esas personas que organizan macro-fiestas donde sea y de quienes asisten? Hace unos meses en Bretaña hubo una con 2.500 personas distribuidas en dos hangares desafectados. En París. una de 350 en la bóveda de un túnel de ferrocarril también en desuso. El otro día las casi 600 personas en Sauce de Portezuelo. ¿Es una manifestación de rebeldía? ¿De disconformidad con la sociedad?... Hay maneras más eficaces y constructivas de demostrarlo.

Podríamos seguir largos párrafos, pero esto se está alargando demasiado, con vuestro perdón.

En lo que a mí respecta, no me gusta vacunarme, pero casi siempre lo hice y esta vez lo haré. Y, de la misma manera que no lo hago contra la gripe todos los años, sí lo haré contra covid-19 si se vuelve una enfermedad estacional. No hay pruebas concretas, pero así como se ha propagado en lugares y épocas cálidas, en experimentos de laboratorio ha demostrado mayor resistencia al frío. Tampoco se puede inferir mucho a partir de esto.

También seguiré con el tapabocas y, en la medida de lo posible, manteniendo la distancia social y con mi frasquito de gel hidroalcohólico en un bolsillo. Todo esto ejerciendo mi derecho a la libertad. Es cierto que hacer cosas que normalmente no nos gustan provoca enfado, angustia. Pero es que la libertad provoca angustia per se.

Para Sartre: “el hombre está condenado a ser libre ya que, una vez en el mundo, es responsable de todos sus actos (...) Al querer la libertad, descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los demás (...) La angustia frente a la libertad es algo connatural al ser humano...".

Me despido con Aristóteles: "el que ha superado sus miedos será verdaderamente libre. Porque los miedos te mantienen dentro de una jaula y no te permiten explorar lo nuevo.”

Adolfo "Fifo" Guidali

PS: Si no quieren, no se vacunen, pero cuídense, y sobre todo cuiden a los demás.

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