"Este enfoque pedagógico se caracteriza por ser un modelo progresivo y racional"

Columnas 26 de octubre de 2020 Por Jorge Barrera
En esta segunda entrega sobre la "Perspectiva pedagógica de los Derechos Humanos", Jorge Barrera esboza un posible abordaje de la enseñanza de los mismos.
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Educación en Derechos Humanos Por Jorge Barrera

Educación en Derechos Humanos

El objetivo de la educación en derechos humanos  es la formación de personas con una identidad moral construida de manera racional y autónoma, que reconocan la necesidad de la  existencia de unos derechos básicos universales y consideren  el uso crítico de la razón y el diálogo como herramientas básicas para la convivencia.Tales personas están  dispuestas a implicarse  en las relaciones personales y en la participación social.

A los efectos de presentar la propuesta, me voy a basar en el modelo del desarrollo de la personalidad moral propuesto por Puig Rovira, ya que considero que el mismo  se adecua perfectamente a la educación en Derechos Humanos.

Este enfoque pedagógico  se caracteriza por ser  un modelo progresivo y racional;  además de recoger las mejores tradiciones pedagógicas clásicas sobre la educación moral. Así, por ejemplo, igual que la propuesta educativa de Durkheim,  acepta la adaptación del sujeto a los valores compartidos por la sociedad,  característica propia de la propuesta de la educación como socialización.  

El paradigma de la educación moral como socialización, tiene diferentes variantes, pero todas ellas ponen el  énfasis en  el desarrollo de las habilidades sociales y en la autoregulación. Estas dos dimensiones las  toma en cuenta Puig Rovira para trabajar la construcción dialógica de la personalidad moral, no obstante, como veremos en el desarrollo del tema,  la pedagogía que estamos proponiendo, se separa de la educación como mera socialización, por que deja una ventana abierta a la transformación del entorno, a partir de la comprensión crítica de la realidad.

Es así que la construcción de la personalidad moral, al  promover un doble proceso de adaptación a la sociedad y a sí mismo, permite el progreso moral, en tanto que la socialización se queda solo en  la  reproducción.

“Cuando entran en crisis los modelos educativos basados en criterios seguros de valor, suelen imponerse posturas que de una forma u otra apelan a concepciones relativistas de los valores. Estos modelos suponen que los conflictos de valor sólo pueden encararse acudiendo a algún tipo de decisión subjetiva del individuo implicado en ellos” (Puig Rovira,1995)

De este modo surge, la clarificación de valores,  que está en las antipodas del modelo de educación moral como socialización. Parte del supuesto que es el propio sujeto quien debe dilucidar los diferentes posicionamientos éticos, independiente de cualquier pauta externa.

En lugar de tramitir valores, se procura desarrollar la capacidad para valorar. Para este modelo no hay posiciones mejores que otras, sini que al igual que la sentencia de Protágoras, “El hombre es la medida de todas las cosas”. Nuestro modelo, integra el imperativo de construir matrices axiológicas personales, pero, evita caer en el relativismo radical que promueve esta perspectiva.

“Distanciándose de la educación moral como socialización y de la educación moral como clarificación de valores, se ha ido formulando en etapas sucesivas una propuesta de educación moral cognitiva y evolutiva basada en el desarrollo del juicio moral.” (Puig Rovira, 1995 )

Me estoy refiriendo a la educación moral como desarrollo, aunque, presenta sus particularidades, este modelo tiene muchos puntos de contacto con el  desarrollo de la personalidad moral, pero también, algunas diferencias.

“Desde esta perspectiva, se entiende que el dominio progresivo de las formas del pensamiento es en sí mismo un valor deseable que, a su turno, nos acerca a juicios cada vez más óptimos y valiosos.” (Puig Rovira, 1996).

La diferencia más importante, se encuentra,a mi juicio, en el hecho de que  la educación moral como desarrollo, deja de lado aspectos importantes como  los motivacionales y conductuales; dando  excesivo énfasis  a los factores cognitivos en detrimento de los anteriores.

El modelo que proponemos, no se centra solo en la comprensión racional de la moral: “Educar es el arte de hacer que aflore todo lo más hermoso, lo más valioso, lo más digno, lo más humano que hay en el corazón de cada persona. Es posibilitar el despliegue de sus talentos, de sus capacidades, sus dinamismos positivos más personales.” (Pérez Aguirre, Luis, 1999)

No todo es racional,  ya lo puso en evidencia Freud cuandonos enfrentó a uno de los tres duelos de la humanidad  - saber que lo más importante de nuestra existencia no sólo no  es racional, sino que además,  se encuentra en el inconsciente- y anteriormente Pascal cuando expresaba: ”El corazón tiene razones, que la razón no comprende.”

Por último, y no por er el más contemporáneo,  proponemos el modelo que considera a la  Educación Moral como formación de hábitos virtuosos, esta popuesta se remonta a Arístóteles, quien entendía que es a través del hábito que se construye una persona virtuosa. Ya que “una golondrina, no hace verano”

Este paradigma moral se caracteriza por la convicción de que una persona no es buena si sólo conoce intelectualmente la virtud, sino que  además,  es necesario que la practique.

“Para considerar moral a un sujeto es preciso que mantenga una línea de conducta honrada,  que realice actos virtuosos y que los haga habitualmente. Sin la formación de hábitos y sin la configuración del carácter no hay personalidad moral” (Puig Rovira, 1996)

Analizadas las coincidencias con otros modelos tradicionales, veremos algunas  características importantes del desarrollo de la personalidad moral.  

Primero, como ya hemos visto, intenta rescatar lo mejor de cada una de las tradiciones pedagógicas.

En segundo término, el docente promoverá el debate sobre los elementos culturales y de valor que, pese al no estar completamente enraizados en la trama social, son para algunos colectivos horizontes normativos deseables.

“Nos referimos a la formación de aquellas capacidades personales de juicio, comprensión y autorregulación que han de permitir enfrentarse autonómamente a los conflictos de valor y a las controversias no resueltas que atraviesan la vida de las personas y de los grupos en las sociedades abiertas, plurales y democráticas.” (ibid)

Este modelo pone especial atención en formar la conciencia moral autónoma de cada sujeto, al tiempo que , atiende especialmente el desarrollo de los sentimientos morales. Trabaja con  la  racionalidad y el diálogo, pero sin descuidar otros aspectos igualmente importantes.

En definitiva, siguiendo el postulado socrático, se trata de edificar “una vida que merezca la pena de ser vivida” y en términos aristotélicos, que produzca felicidad a quien la vive.

Quiero terminar esta entrega con una cita de “Perico" Pérez Aguirre, referente insoslayable de la educación en Derechos Humanos en nuestro País.

“Educar es modificar actitudes y conductas. Es afectar los corazones, los estilos de vida, las convicciones. Y es evidente que esto no puede hacerse sino desde las actitudes profundas del propio educador (en el entendido de la “comunión” educador educando en la vida cotidiana). No podemos concebir el proceso educativo más que como una especie de empatía, de mímesis de actitudes entre ambos sujetos.” (Pérez Aguirre, Luis, 1999)

 

 

 

 

 

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