"Educar es un imperativo ético y  es el único camino hacia la libertad"

Columnas 25 de septiembre de 2020 Por Jorge Barrera
Tercera y última parte de la columna de Jorge Barrera, "El deber y el derecho de educar". Un recorrido que analiza la importancia que el Estado democrático pueda  asegurar el Derecho a la educación.
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El deber y el derecho de educar Por Jorge Barrera

“La educación puede utilizarse como un instrumento tanto para perpetuar como para eliminar las desigualdades. También, puede ponerse al servicio de estos dos objetivos mutuamente contradictorios. Las disposiciones internacionales en materia de derechos humanos otorgan prioridad a la eliminación de las desigualdades como meta clave de la educación, aunque en la práctica, las políticas, y con ellas, muchos factores y procesos avanzan en dirección contraria.”(Torres Victoria, Nancy, 2008)

Según (Gadotti. Moacir, 2003): Con el advenimiento de las guerras mundiales, el optimismo pedagógico entró en crisis y dio lugar a una tajante y sistematizada crítica acerca de la sociedad, las políticas sociales y educativas, entre otras. A partir de esa realidad surgió la pregunta ¿que estaba equivocado en la educación para formar hombres que llegaban a odiarse tanto? La  pedagogia del inicio del siglo no encontró respuesta  a tanta violencia.

A partir de la segunda mitad de este siglo la crítica a la educación y a la escuela se acentuó. El optimismo fue sustituido por una crítica radical. Entre los mayores críticos encontramos al filósofo francés Louis Althusser (Los aparatos ideológicos del Estado, 1969), y los sociólogos, también franceses, Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron (La Reproducción, 1970).

Estas posiciones criticaban duramente el papel de la escuela, afirmaban que su función era fundamentalmente la de mantener el statu quo.

En esa época la pedagoga uruguaya Reyna Reyes se preguntaba: ¿Qué soluciones podrían proponerse para armonizar la potestad de los padres, el deber del estado y el derecho a la educación del niño? 

Según Joni Ocaño ( 2017), una respuesta, más alentadora,  a esa interrogante la daba  la pedagogía crítica, según el referido autor: una pedagogía crítica es una perspectiva que vas más allá del aula e incorpore los aspectos políticos, ideológicos,  estructurales, en sus análisis.

La teoría de la escuela crítica en educación surge sobre las bases de una nueva forma de ver y reflexionar sobre el mundo, presentada por la denominada Teoría Crítica.

 Esta corriente, propone otra respuesta al  tremendo impacto que tuvieron las dos guerras mundiales, sobre el pensamiento de educadores, políticos e intelectuales de la época, tuvo una de sus mayores expresiones en la Escuela de Frankfurt, que cuenta entre sus más destacados exponentes a Adorno, Horkheimer, Marcuse y Habermas, entre otros. Los representantes de esta corriente se abocaron a la reconstrucción de la teoría pedagógica a partir de nuevas bases políticas, sociales y filosóficas. 

La teoría crítica en la pedagogía latinoamericana

Entre los representantes de la pedagogía crítica en Latinoamérica,  es de destacar a  Paulo Freire, quien define la  educación como  “un proceso de toma de conciencia y liberación de la opresión.” Es decir, la educación no es una herramienta mediante la cual se deba reproducir la realidad tal cual está dada, sino el proceso mediante el cual, el estudiante toma conciencia, desarrolla su aprendizaje, se libera como individuo y puede llegar así a transformar la realidad social.

Por tanto, la educación es una actividad liberadora y precursora del cambio social. El rol docente, es el “disparador” y acompañante de dicho proceso, ya no más el de instructor o guía de los educandos.  La pregunta es la siguiente ¿quién tiene la potestad de educar?  “nadie educa a nadie —nadie se educa a si mismo—, los hombres se educan entre si con la mediación del mundo.(Freire, Paulo: Pedagogía del oprimido).

La educación liberadora que propone Paulo Freire, critica y contradice las teorías establecidas e impulsa la horizontalidad entre docente y alumno, poniéndolos en un  plano de igualdad, en el que ambos buscan el conocimiento juntos a través del diálogo, ya que lo considera fundamental e indispensable para el desarrollo humano.

De esta manera se posibilita que educadores y educandos se puedan comunicar y así expresar abiertamente sus dudas e inquietudes.

Cree imprescindible que para que el diálogo pueda darse es necesario el amor, un profundo amor al mundo y a los hombres, siendo fundamento del diálogo, de allí que no puede darse en relación de dominación, también se necesita humildad, por que el pronunciamiento de los hombres no puede ser un acto arrogante. 

También tiene un papel importante la esperanza, no hay diálogo si no hay esperanza, si los sujetos del diálogo no esperan nada de su que hacer,  no puede haber diálogo. Se busca generar un pensamiento crítico como proceso que favorezca la creación y la superación de la contradicción entre educador y educando. Esto implica, como hemos dicho anteriormente,  que nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los hombres se educan entre sí. Freire sostiene que este diálogo es el que nos hace sujetos críticos y comprometidos con nuestra historia.

Su teoría partió de la propia situación de opresión y marginalidad a los educandos, es por ello que no solo tiene en cuenta al sujeto como constructor de su aprendizaje, sino que también le da gran importancia a su contexto social.

Para terminar esta entrega,  se reitera la importancia de que el estado democrático pueda  asegurar el Derecho a la educación. Educar es un imperativo ético y  es el único camino hacia la libertad.

Bibliografía

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