Lo que no murió con Guevara

Columnas 09 de octubre de 2023 Por Agustín Courtoisie
En un nuevo aniversario de la desaparición física de Ernesto Che Guevara, nos proponemos contextualizar ese acontecimiento con lecturas que se desmarcan de los convencionalismos al uso, sean a favor o en contra. Por eso apelaremos a documentos históricos no trabajados de modo suficiente en los comentarios que suelen evocar aquel 9 de octubre.
2 Che Guevara en el Paraninfo de la Universidad

Hay que dejar muy claro que no nos identificamos con la figura del Che Guevara por un desacuerdo con sus métodos elegidos para la transformación social, incluso si esa violencia es nada ante la de los poderes hegemónicos del mundo. 

La violencia no sólo lastima a muchos inocentes y genera miles de efectos no deseados ni previstos, sino que provoca daños irreparables en la propia conciencia moral de los revolucionarios.

El propio Ernesto Guevara comprendió cabalmente el horror de la guerra luego de iniciado un camino que ya no podía detener. 

Lo dijo con toda claridad en el Paraninfo de la Universidad, en Montevideo en 1961. No supimos escucharlo. Y no se trata únicamente de la manida o mal comprendida cita:  “cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”, o de su reconocimiento de  la libertad de prensa en el Uruguay,  fuera del contexto en que esas cosas fueron dichas.

Por eso incluimos en las referencias al final de este artículo el audio completo de su discurso en el Paraninfo (Guevara, 1961).

En estas páginas digitales de Mediomundo también podrá encontrarse el editorial memorable de Marcha “Nuestro homenaje a Guevara”, escrito por Arturo Ardao (1967), que había pasado a ocupar la dirección del semanario por la temporaria ausencia de Carlos Quijano. Se trata de una verdadera pieza de antología.  

Otro texto ignorado casi por completo en diatribas tanto como en apologías, pertenece a Eduardo Víctor Haedo, herrerista de otra madera y anti imperialista, que ocupaba la presidencia del Consejo Nacional de Gobierno cuando la visita de Guevara al Uruguay. Para escándalo de algunos mediocres Haedo invitó a Guevara a tomar mate y comer un asado. 

Según Haedo, el Che conocía bien y admiraba a Saravia y a Herrera. Por su parte, Haedo elogia a los tres como “guerrilleros de alma”. El lector podrá encontrarlo a modo de recuadro sobre el final del presente artículo (Haedo, 1969, pp. 38-39).

En nuestra perspectiva, lo que no murió con Guevara fue su inesperada manera de jerarquizar los métodos pacíficos y discurrir con lúcida emoción sobre los efectos indeseables del cambio violento, que incomodó mucho por entonces a ciertos sectores de la izquierda. 

En tal sentido, en 1961, en el Uruguay, en el Paraninfo de la Universidad de la República, Guevara expresaba:

“No es necesario extremar la fuerza para lograr lo que uno persigue. La fuerza es el recurso definitivo que [le] queda a un pueblo. Nunca un pueblo puede renunciar a la fuerza. Pero la fuerza solamente se utiliza para luchar contra el que la ejerce en forma indiscriminada. Y nosotros… [aplausos] …Les podrá parecer extraño que hablemos así, pero es cierto. Nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa”.

“Tengo las pretensiones personales de decir que conozco América. Y que cada uno de esos países en alguna forma lo he visitado. Y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país, donde como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas. Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico”. 

“Y yo sé que los miembros del gobierno de Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas, aquí, en la Universidad, y en el territorio del país que está bajo el gobierno uruguayo. De tal forma, que eso es algo, que no se logra, ni mucho menos, en los países de América…  ustedes tienen [murmullos] algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas, la posibilidad de avanzar por cauces democráticos… [alguien protesta] …hasta donde se pueda ir…”

“La posibilidad, en fin,  de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre o se mitigue la explotación del hombre por el hombre, ya que no en todos los casos se puede dar (inaudible por aplausos)... sin derramar sangre”. 

“Sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último. Porque no hubo un último disparo el último día de la Revolución. Hubo que seguir disparando”.

“Nos dispararon, tuvimos que ser duros, tuvimos que castigar con la muerte a mucha gente. Nos volvieron a atacar. Nos han vuelto a atacar una vez más y  nos seguirán atacando. Y esa lucha  en esa forma tan enardecida, que a veces hasta divide incluso los miembros de una familia, naturalmente que permite una construcción rápida en el país”.

“Naturalmente que hace que nuestro país marche a un ritmo terriblemente acelerado, pero también deja… una serie de secuelas que después cuesta curar. Y no es bueno, ni es bonito. Porque hemos tenido que hacerlo y no nos arrepentimos, naturalmente. Y creemos que lo que hemos hecho, lo hemos hecho respondiendo a la justicia. Pero si se puede hacer…” [aplausos].   

“…pero si las aspiraciones del pueblo, esas aspiraciones del desarrollo económico, que son en definitiva las aspiraciones de bienestar, en cualquier forma que sea o quiera llamársela… si la aspiración del pueblo a su bienestar se puede lograr por medios pacíficos, eso es lo ideal” [aplausos].

(Guevara, 1961, minuto 51:20 hasta 57:16)

En definitiva, a la luz de las propias advertencias de Ernesto Che Guevara, y teniendo en cuenta la semblanza de Eduardo Víctor Haedo y el editorial del semanario Marcha a cargo de Arturo Ardao, algunas conclusiones –siempre provisorias– pueden extraerse.

Lo que no murió con Guevara  fue la convicción de que lo ideal es hacer los cambios estructurales en forma pacífica y junto a las mayorías. Porque las guerras parecen no terminar nunca,  siempre benefician a los peores y lastiman a los pueblos. 

Mientras muchos recién iban, el Che ya estaba de vuelta.

GUERRILLEROS DE ALMA
Eduardo Víctor Haedo (1969)


El Che Guevara presidió la delegación de Cuba a la Conferencia de Punta del Este en agosto de 1961, siendo yo presidente del Consejo Nacional de Gobierno. En las cordiales entrevistas que entonces mantuvimos en mi casa en La Azotea me comunicó su concepción de la lucha planteada entre el capitalismo y el pueblo.

El carácter universal que daba a ese encuentro y su resolución de definirlo por la violencia me impresionó. La fe que demostraba, la pasión limpia y generosa que lo animaba, trasmitidas con sencillez de expresión y ausencia de vanidad, conmovían. Bien se advertía que no se preparó para seductor de muchedumbres.

Su magnanimidad le daba sentido religioso, grandeza de cruzado. Para el interlocutor pasaban a segundo plano las posibilidades de ejecutar plan tan grandioso. La fascinación que producía, tenía su origen en una especie de iluminación que transformaba en sonrisa sus seriedades, en solemnes, sus silencios.

Me pareció entonces y me sigue pareciendo ahora, un Loyola al revés. Por su desapego de todo lo material y transitorio, su decisión de aniquilar al enemigo, la serena potencia de su brío, el temple denodado, a lo español.

Conocía al detalle la historia de los pueblos rioplatenses. Me sorprendió al verlo detenerse ante las estatuas de Saravia y de Herrera que hay en el parque. Cortésmente, insinué un comentario.

Me detuvo de inmediato:

“Usted no se imagina, presidente, cómo los conozco. De los dos, sé mucho. En Córdoba, el padre de un compañero que no había estado nunca aquí, tenía una especie de museo con artículos y fotos de las guerras civiles del Uruguay, recortadas de la revista porteña Caras y Caretas y de diarios argentinos. A menudo me leía y comentaba aquellos sucesos. Saravia lo entusiasmaba. Lástima, agregaba, que no venció…lo mataron como la reacción mata a los héroes, de cualquier modo”.

“Estaba en Montevideo cuando Herrera hizo un mitin al regreso de su campaña de 1950. Me quedó grabada su estampa y lo que más me sorprendió fue como se hacía entender por las masas. Parecía que ignoraba o despreciaba todos los recursos oratorios.

“No habrán sido ilusos”, le dije.

Contestó: “Eran guerrilleros de alma. Los dos son más útiles muertos que vivos a la causa de la liberación”.

Saravia, Herrera, el Che, guerrilleros de alma, más útiles muertos que vivos a la causa de la liberación. Esta identificación impresionante, hecha por el héroe de las juventudes revolucionarias de América, da a las nuevas generaciones la perspectiva adecuada para descubrir en el Che, en Herrera, en Saravia, en Artigas, la ascendencia de sus idealidades generosas, el rumbo cierto de una revolución auténticamente americana. 


REFERENCIAS

Ardao, Arturo (1967). “Ernesto Guevara, un libertador de América. Nuestro homenaje a Ernesto Guevara”. En Semanario Marcha Nro. 1375, 20 de octubre de 1967, Montevideo,  pág. 11.

Guevara, Ernesto (1961). Discurso completo en el Paraninfo de la Universidad de la República (Uruguay). https://www.youtube.com/watch?v=q8NLD3RlrN4

Haedo, Eduardo Víctor (1969) Herrera, caudillo oriental. Montevideo: Edición de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, 1990. Nota al pie, pp. 38 y 39.

Te puede interesar