La Patota Herrerista o Simplemente el Herrerismo

Columnas 25 de abril de 2022 Por Darío León Mendiondo
Asistimos como nunca a un proceso de descomposición de la política, en la que proliferan actores de baja estofa cuya única tarea parece ser la provocación, la agresión verbal y la descalificación sistemática de todo aquel que disienta con sus pareceres.
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Hay quienes se amparan en el anonimato, otras y otros se esconden tras los fueros parlamentarios para insultar, descalificar y acusar, viven de la manija, se alimentan del chusmerío y son generadores de una sinergia perversa que conduce a la degradación de la política. 

La pandilla Tuitera

Estos personajes nefastos que han encontrado en Twitter un hábitat natural para sus desbordes verborrágicos, son funcionales a una estrategia. Conscientes que con sus expresiones se invalidan a sí mismos como interlocutores válidos, cumplen un rol bien definido y su impresentable retórica tiene respaldos políticos que les permiten continuar en sus arengas. Responden a una patota organizada que tiene muy claros sus objetivos.

Lamentablemente hay compañeros y compañeras en la izquierda que no asumen la importancia de esos entornos en la generación de opinión pública. Y entonces, esa batalla se da desordenadamente ante un adversario que está muy bien organizado. 

En el mundo de la transformación digital no se puede subestimar el poder que tienen los entornos virtuales y los medios sociales en la formación de opinión y la incidencia que ello tiene en la batalla de las percepciones.

El poder también se construye a partir de la impunidad para decir cualquier cosa, y hay que tener una estrategia para combatir ese flagelo.

Viejas historias. Nuevos capítulos

La historia del Herrerismo nos revela constantemente situaciones confusas, sórdidas, plagada de personajes siniestros que cultivan el patoterismo como una metodología para la acción política, operando como clanes con características consuetudinarias, cuyo mando se transmite de generación en generación.

La amenaza velada, la presión, constituyen la esencia de ese método, que este Gobierno aplica a rajatabla incluso para hacer política hacia dentro de la propia coalición. 

Así combatieron al Batllismo, sirviéndose de los sectores más conservadores del Partido Colorado para apuntalar la disolución del Parlamento y la censura de la prensa en 1933 y apoyar la dictadura de Terra, lo que propiciaría el suicidio de Baltasar Brum, en un gesto heroico de protesta y resistencia.

Así acorralaron a Villanueva Saravia cuando resolvió apoyar la candidatura de Volonté en 1994, lo que provocó la ira de Lacalle Herrera y un duro enfrentamiento que dejó heridas aún abiertas, más allá de los pormenores del suicidio…

Con la misma retórica con la que combatieron el Estado de Bienestar del Batllismo,  denostaron permanentemente a Luis Batlle, con un discurso que se centró en generar la sensación de crisis y descalabro institucional, con mentiras que fueron transformando en supuestas verdades y arengando sobre el orden, la libertad y la democracia. Es increíble que el Batllismo haya olvidado estos hechos.

Y esos mismo tres pilares, que fueron sus anclas comunicacionales en la campaña de 1946, hoy se reiteran con la misma lógica en un discurso focalizado en la seguridad pública, la libertad (tutelada) y la democracia (instrumental), para construir un relato que les dé legitimidad para desmontar los avances sociales, políticos, económicos, culturales y restaurar una sociedad con privilegios y prebendas para favorecer a los sectores más acomodados de la sociedad. 

Pero estos sucesos históricos, documentados - que no pueden negarse -, tienen un correlato contemporáneo. 

Lo que pasó con la votación en la Junta Departamental de Montevideo por el Préstamo del BID es inaceptableL. Es la primera vez en la historia política de nuestro país que una Junta Departamental de Montevideo vota en contra de un préstamo aprobado por dicho organismo. Se vulneró el derecho de la gente, se erosionó la calidad democrática y se mancilló el nombre de nuestro país en el ámbito internacional.

Una vergüenza de la que se tendrán que hacer cargo ante la gente. Ahí operó una vez más la patota herrerista, como lo hizo con el Fideicomiso de Canelones.

Acaso aquel episodio cuyas connotaciones fueron tragicómicas, relacionado con el “Dealer de Luis”, fue la primera señal de algo que en la práctica política se tornaría frecuente. La tónica constante de amenazas, provocaciones, insultos y agresiones, a través de distintas vías, según la magnitud de los hechos y eligiendo cuidadosamente el interlocutor o interlocutora para cada caso o contexto.

Cada uno hace lo suyo, pero en todos los roles hay un denominador común, el avasallamiento, la presión, la intolerancia. Es la práctica de la “patota”, ancestral y recurrente. Es su historia, la de la patota o simplemente para algunos, el accionar histórico del Herrerismo…

Se busca demostrar poder, firmeza, impunidad. Y ese exceso de autoridad que a Manini y a Sanguinetti les encanta, a algunos socios que todavía mantienen vivas sus identidades democráticas los tiene muy incómodos.

Fue así que impusieron la LUC; así llevaron la conducción económica a un proceso de inflación creciente, reducción de salarios y jubilaciones; así lograron que se duplicaran las niñas y niños en situación de calle; así han generado un estado de enfrentamiento de la policía con el Pueblo; así nos quisieron llevar por delante con la reforma de la seguridad social; así operan, en el marco de la institucionalidad - por cierto-, pero con una tendencia hacia el autoritarismo, que afecta la calidad democrática.

En ese marco, no hay espacio para la victimización y el pataleo. La lucha política debe asumirse desplegándose en el territorio, fortaleciendo el vínculo con la sociedad, con los sectores afectados sistemáticamente por la aplicación de políticas regresivas, y combatiendo el discurso demagógico que consiguió perforar con sus cantos de sirena la base social de la izquierda. 

Priorizar la estrategia política

Y en el mismo sentido, la estrategia electoral no puede estar por encima de la estrategia política. Llegado a este punto, el dilema al que se enfrenta la izquierda es entre conseguir votos para ganar las elecciones simplemente para desplazar al proyecto conservador, o generar conciencia para enfrentar en mejores condiciones las adversidades y estar mejor preparados para ganar las elecciones.

 Y más allá de legítimas aspiraciones, no hay atajos… Hay que enfocarse en la importancia que tiene en esta etapa esa estrategia política. No nos ganaron en el plano electoral, nos ganaron en el plano político, avanzaron sustantivamente en la batalla cultural, y es ahí donde debemos poner nuestra mayor atención. 

 La contradicción principal sigue siendo la misma… Hay dos proyectos de país, opuestos, antagónicos que requieren de la generación de conciencia colectiva para poder avanzar y alcanzar acuerdos duraderos, estables con diversos sectores de la sociedad.

Agudizar esa contradicción, implica darle continuidad al formidable proceso de acumulación que nos dejó la lucha para derogar los 135 artículos de la LUC y construir esa nueva mayoría desde el punto de vista cualitativo, imprescindible en la defensa de las conquistas y derechos consagrados en los gobiernos del Frente Amplio. 

Solo así se podrán generar las condiciones para retomar la senda de las transformaciones sociales, políticas, culturales y económicas que construyeron un Uruguay más justo, más libre y más igualitario.

 

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