Historias de calles desiertas - Cruising y las formas del mal en William Friedkin

Columnas 02 de octubre de 2020 Por Ezequiel Yebara
En 1980 se estrenó Cruising. La película muestra la historia de un policía que se infiltra en el mundo homosexual de Nueva York en busca de un asesino. Con este conflicto, el director nos enseña una vez más dónde está y de qué es capaz el mal.
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Al Pacino en el papel de Steve Burns. Cruising 1980.

La última gran década de Hollywood se cerraba y como resultado quedaron obras maestras que al día de hoy valen la pena descubrir. Por un lado, porque directores como Scorsese, Coppola, Spielberg, Bogdanovich, Schrader o De Palma reflejaban una visión cruda y sensata del mundo y por el otro, porque hoy es casi imposible de encontrar películas de esa calidad. Uno de los cineastas destacados de los setenta fue William Friedkin. Entre 1970 y 1980 estrenó: The French Connection (1971), The Exorcist (1973), Sorcerer (1977) y Cruising (1980), en las que utiliza diversos problemas principales para mostrarnos lo profundo, dañino y persistente que puede ser el mal que convive con el bien sobre la tierra. Por más que no queramos verlo.

Cruising nació a partir de la novela homónima de Gerald Walker y una serie de asesinatos que llamaron la atención del director. A simple vista es un policial donde su protagonista, el oficial Steve Burns (Al Pacino) se infiltra en la comunidad homosexual de Nueva York para descubrir a un asesino en serie. Su motivación principal es ascender y lograr un buen cargo dentro de las fuerzas.

Pero lo que realmente vemos es una ciudad tomada por la corrupción policial, la violencia institucional y el viaje de Burns hacia lo más bajo y oscuro de su ser. El mal en distintas formas, esparcido por la ciudad.

Desde el inicio podemos encontrar todos los elementos que Friedkin nos quiere mostrar. La primera imagen es un plano de la ciudad que de manera inmediata nos permite reconocer dónde nos encontramos geográficamente. Acto seguido, un barco encuentra el brazo de un cadáver. Cuando las autoridades lo llevan a la morgue, el policía le dice al médico forense que trate de unirlo a otro pedazo de cuerpo que encontraron un tiempo atrás para no tener que investigar a partir del nuevo hallazgo. Luego de esto, veremos una escena en la que dos agentes de seguridad (tras insultar a sus mujeres y al género femenino en un diálogo cotidiano entre ellos) maltratan y abusan de dos trans inocentes. La ciudad está formada por asesinos y autoridades abusivas que quieren evitar hacer su trabajo.

Vemos que el mundo está roto. Hay una serie de elementos que representan quiebre, falta, ruptura o algo que se encuentra donde no debe estar. Primero y principal los cadáveres de las víctimas se encuentran cortados en pedazos, luego los resultados del forense sobre el asesino informan de que tiene un problema en su aparato reproductor o se realizó una vasectomía, el sargento a cargo de la investigación y jefe de Burns no camina bien de una de sus piernas, el mismo Burns se encuentra infiltrado en un lugar al que no pertenece, hay un momento en donde él se coloca un pañuelo de color de la manera equivocada que le genera un problema y hasta incluso en una escena una camarera entrega mal los platos que ordenaron y Burns lo tiene que intercambiar con su vecino con quien compartía un almuerzo.

Pero además de indicarnos la evidente corrupción y mal funcionamiento de la policía, Cruising nos muestra cómo ese mal instalado en la ciudad se apodera lentamente de Burns y de los distintos asesinos que cometen los crímenes que suscitan la investigación. Friedkin hace un destacado trabajo para jugar en cierta forma con el espectador para que no sepa (y en parte para que no le interese) quién es el que se encuentra detrás de los actos violentos. Lo importante en el film es mostrar cómo ese ir y venir del infierno, representado en las innumerables cantidad de escaleras que Al Pacino sube y baja de manera constante, permite que el mal se esparza como una mancha de petróleo entre las personas. Llegando al final a meterse en el luminoso y bello apartamento de la novia de Burns.

Luego de arrestar al supuesto asesino en serie, el vecino de Burns aparece muerto y todo parece volver a comenzar. El mal no se ha ido, incluso los mismos policías del comienzo se encuentran en la escena del crimen. Si bien no se dice de manera explícita, se insinúa que el culpable fue el mismo Burns y la película termina en una magistral escena donde él mira fijo al espectador mediante un espejo. La cuestión del doble y la ruptura se refuerzan y ya nada es seguro hacia el final. En la siguiente imagen, el atardecer cae sobre una ciudad que no logró erradicar el mal.

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Ya sea con una persecución policial como The French Connection, una posesión demoníaca en The Exorcist, el traslado de un camión lleno de explosivos en Sorcerer o la vida nocturna de una comunidad acechada por la policía corrupta de Nueva York en Cruising, Friedkin tiene algo para decirnos y es que el mal se encuentra casi tan presente como el bien entre nosotros. Por más pasos seguros que creamos dar, nuestro entorno se resquebraja entre amenazas representadas en poderes fácticos, peligrosos y sin escrúpulos. Incluso una persona como el protagonista de Cruising, en principio inocente, tiene un costado oscuro dentro suyo que se puede despertar y transformarlo.

En tiempos donde las películas buscan maquillar la realidad o intentan realizar una crítica mediante el villano de un superhéroe como protagonista, regresar a la década del setenta, y a obras como las de Friedkin, permiten nutrirse de experiencias para no dejarse engañar por eso que hoy presentan como única verdad.

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