Sobre Paulo Freire (Parte I)

Columnas26 de septiembre de 2021 Por Jorge Barrera
Voy a dejar la charla que compartí el 23 de setiembre con la asociación de maestros de Rivera. La presentaré en tres partes. Espero sea insumo para seguir reflexionando sobre el legado del educador Brasileño.
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Antes que nada saludar y agradecer a La Maestra e inspectora Rosana Antunez Maciel, excelente compañera con quien transitamos instancias de perfeccionamiento docente, por la invitación y por la generosa presentación, también saludar al maestro Marcos Ezequiel Correa , que fue quien se puso en contacto conimigo para hacer posible esta instancia, y en ellos a Amder y a  todo el magisterio de Rivera por la iniciativa de realizar estas “charlas pedagógicas”, verdaderas jornadas de reflexión y profesionalización docente,  a los colegas que me honran con su presencia y especialmente  a los estudiantes que hoy me acompañan, porque en definitiva ellos son, en última instancia,  la razón de ser del modesto aporte que podamos hacer a esta celebración, en el marco de tantos y tan valiosos homenajes que se están realizando en todo el mundo para  recordar a un pensador excepcional.

Este año se cumplen cien años del nacimiento de Paulo Freire, sin lugar a dudas el más brillante pedagogo latinoamericano y uno de los principales referentes de la pedagogía liberadora a nivel mundial.

Voy a comenzar esta charla con algunos datos biográficos , que nos permitan   acercarnos  al  homenajeado.

Biografía.

Paulo Reglus Neves Freire nació el 19 de septiembre de 1921 en Recife, capital de Pernambuco, provincia brasileña de la región noreste del Brasil. Fue un educador y experto en temas de educación, siendo uno de los más influyentes teóricos del siglo XX. En 1947 inició sus esfuerzos para la alfabetización de adultos, que durante los años sesenta trataría de llevar a la práctica en el nordeste de Brasil, donde existía un elevado índice de analfabetismo, por otra parte, una de las regiones más pobres y postergadas de aquella nación.   

Con la ayuda del obispo Helder Cámara, promovió en 1961 el denominado «movimiento de educación de base», fue director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social de la Industria. Estudió letras y se doctoró en 1959 en Filosofía e Historia de la Educación con la tesis «Educación y actualidad brasileña», en la que se sientan las bases de su doctrina y su método. Allí expresaba que todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea a cada individuo. Uno de los supuestos fundamentales de su pensamiento.

En los años 50, formó parte del primer Consejo Estatal de Educación de Pernambuco. En 1961, fue nombrado director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife. En 1963 puso en práctica su primer experiencia educativa de grupo, dentro de la Campaña Nacional de Alfabetización, consiguiendo la alfabetización de 300 trabajadores rurales en mes y medio.

Desde sus creencias profundamente cristianas, Paulo Freire concibió su pensamiento pedagógico, que es a la vez un pensamiento político. Promovió una educación humanista, que buscó la integración del individuo en su realidad nacional. Sin lugar a dudas,  esta forma de entender la educación y su amor hacia los más  pobres y desvalidos, le trajo, no sólo satisfacciones , sino también, la desconfianza de los poderosos. Debido a ello, fue acusado por la oligarquía y por ciertos sectores reaccionarios de la propia Iglesia de agitador político.

Como consecuencia del golpe militar de 1964, debió abandonar su actividad. Obviamente, para los dictadores de derecha, su pensamiento y su acción resultaba peligrosa y subversiva. Fue así que buscó refugio en Chile, donde gobernaba la Democracia Cristiana, allí fue muy bien recibido, participando en diversos planes del gobierno democristiano de Eduardo Frei. A modo de ejemplo, podemos recordar, el programa de educación de adultos del Instituto Chileno para la Reforma Agraria (ICIRA). Es precisamente allí, en Chile que escribe: “La Pedagogía del Oprimido”. Una nota interesante, que muestra el avance de la pedagogía, por aquellos días, a mediados del siglo pasado, en nuestro País es que la primera edición en español, de esta obra, fue publicada en Uruguay, (Tierra Nueva, 1970).  Carlos Federico Brugaletta, catedrático de Ciencias de la educación en la Universidad Nacional de la Plata, informó que obtuvo copia de la carta que Paulo Freire envió al entonces editor uruguayo. A través de la carta, la hipótesis de que la Pedagogía del Oprimido se publicó por primera vez en español, en Uruguay, es muy contundente, en los términos que el propio Paulo Freire explica en Pedagogía de la esperanza.

Posteriormente fue Profesor de la Universidad de Harvard, colaboró con los grupos dedicados a la reforma educativa en los ámbitos rurales y urbanos. En 1970 se trasladó a Ginebra (Suiza), donde trabajó en los programas de educación del Consejo Mundial de las Iglesias.

Después de dieciséis años de exilio, en 1980 volvió a Brasil, impartiendo docencia en la Universidad Estadual de Campinas y en la Pontifícia Universidad Católica de São Paulo, En esta ciudad fue Secretário de Educação. En 1986, recibió el premio internacional «Paz y Educación» de la UNESCO. Le fue entregado el título doctor «honoris causa»por una veintena de universidades de todo el mundo.

El pensamiento de Paulo Freire se distingue por su gran originalidad: esto  le ha permitido trascender las fronteras latinoamericanas y proyectarse a los principales centros intelectuales del mundo.

Tradicionalmente los pedagogos latinoamericanos no partían de su propia realidad para construir sus discursos, sino que, el pensamiento que se elaboraba en latinoamérica estaba enraizado con lo que se concebía como el pensamiento universal, pero, que en realidad era una versión del pensamiento dominante,  de cuño euro-centrista. La idea del progreso, que fue uno de los supuestos fundamentales de la modernidad, se basaba en un desarrollo lineal de la historia. A partir de esta concepción, los países “sub desarrollados” se encontraban en un estadio inferior, por lo cual, en general, la aspiración de los escritores, era la de referirse a aquellas sociedades paradigmáticas. Se buscaba alcanzar su nivel de civilización, por lo cual carecía de sentido escribir para  la “semi barbarie” se aspiraba a expresarse sobre “los estadios superiores” alcanzados a la sazón.

Es importante recordar que el contexto del noreste brasileño en la primera mitad del siglo XX presentaba una situación desesperante. Gran parte de la población se encontraba en la pobreza extrema. Es allí donde se oyen voces que claman por justicia, es allí donde Paulo Freire, en contacto con “los desharrapados”, descubriéndose en ellos, sufriendo con ellos, comienza a gestar su pedagogía del oprimido.

El siglo veinte, sin embargo puso las cosas en su lugar, las dos guerras fueron testigos de la crueldad y barbarie de “la Meca” cultural, la estantería se cayó abajo y abrío las posibilidades para una rica diversidad de pensamientos, que aspiraban a construir otras sociedades, otras culturas. Otro lugares, donde primasen otras racionalidades diferentes de la racionalidad técnica. El siglo XX fue un tiempo de conflictos y de sucesivas crisis, pero también, es un tiempo pródigo en proyectos y sueños. Fue un periodo en el cual cayeron todas las certezas. Las dos grandes guerras tiraron abajo la “idea del progreso”. Las barbaridades cometidas contra la humanidad en la metrópoli de la civilización, cuestionaron seriamente, el modelo único de la historia y la hegemonía moral de los países más “adelantados”. La racionalidad técnica llevada a su máxima expresión, dieron cuenta que no era “la ciencia” sola, quien podría traer la felicidad de todos los hombres. Auschwitzh e Hiroshima se erigieron en símbolos de muerte, destrucción y barbarie. El modelo civilizatorio del norte debía cuestionarse seriamente.

Es ese el tiempo en el cual irrumpe el pensamiento freireano, son años  muy especiales en toda latinoamérica, la revolución cubana, el impacto del Concilio Vaticano Segundo, la opción preferencial por los pobres, marcaron fuertemente los ideales de los intelectuales progresistas de estos lares. Por ejemplo, en el año 1969, en nuestro País, publicaba Juan Pablo Terra “mística, desarrollo y revolución y en el 1970, se publica pedagogía del oprimido. Ambos, desde diferentes lugares, con grandes coincidencias  y en la misma sintonía.

La pregunta que emerge es si el intelectual es hijo de su tiempo o al contrario es quien transforma su tiempo.

Existen dos formas radicales de contestar la pregunta, una es a partir del desarrollo colectivo,  Alfredo Zitarrosa cantaba : “Mi pueblo es un mar sereno bajo un cielo de tormenta: laten en su vida lenta los estrépitos del trueno. Puede engendrar en su seno las montoneras de otrora y cuando llegue la hora, mañana,también podrá, sembrar a su voluntad mil estrellas en la aurora”. O también al decir de Víctor Hugo : “No existe nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.”

La otra manera de interpretar la historia pone énfasis en las individualidades, la presencia del genio o del héroe , del mito viviente que produce el milagro. Paulo Freire, siempre descartó está opción y se negaba a ser tratado como ese sujeto excepcional. Creo que ambas cosas son necesarias, el cima social y político es como la preparación de la hoguera, pero es necesaria la chispa que la encienda para poder tener la fogata.

La realidad no se transforma sola, es necesario una praxis revolucionaria que intervenga. El hombre nuevo se construye en el quehacer cotidiano. Paulo Freire fue un católico comprometido, sus ideas se desarrollaron en la práctica, sus discurso son testimonio de vida. Este educador popular templó su espíritu, como ya hemos señalado,  en el noreste brasileño, junto a Helder Cámera y otros luchadores sociales, en la segunda mitad del siglo XX, en una de las comunidades más pobres y postergadas de la América Latina.

Sus ideas antropológicas remiten al mensaje evangélico; al respeto del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Como toda la llamada filosofía de la liberación, el discurso del pedagogo brasileño incorpora elementos del análisis marxista de la sociedad y otros aportes  lo emparentan con la escuela de Frankfurt.    

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