Historias de calles desiertas - Cuando David Fincher predijo el futuro

Columnas 24 de julio de 2020 Por Ezequiel Yebara
Perdida (Gone Girl) puede ser considerada un presagio de la confusión en la que vivimos. La película muestra de qué son capaces los medios, las redes sociales y la fuerza de un relato. El poder del lenguaje.
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Pequeña aclaración sobre tema spoilers: en Historias de calles desiertas se escribirá sobre películas, series, libros y cuentos. Es un espacio para reflexionar. Siempre habrá revelaciones porque no creemos que contar qué pasa sea relevante cuando nuestro objetivo es pensar por qué y cómo pasa. 

Una de las cualidades que se puede destacar de una película es, cuando nos refleja la cotidianidad. Sin ser explícita ni evidentemente manifiesta, muestra elementos que podemos identificar en nuestro día a día y aporta una posible mirada sobre su contexto o lo que puede suceder a futuro.

En 2014 el director norteamericano David Fincher estrenó Perdida. La obra se basa en la novela de 2012 de Gillian Flynn que lleva el mismo nombre. Es un thriller en el que se narran los hechos que suceden alrededor de la desaparición de una mujer en su aniversario de matrimonio y la sospechas que se despiertan alrededor de la figura de su marido.

Nick (Ben Affleck) y Amy Dunne (Rosamund Pike) son una pareja de escritores jóvenes. En el día de su aniversario Amy desaparece. A medida que comienza la búsqueda de la mujer se descubre que no pasaban por un buen momento. Las sospechas de los medios, la policía y la sociedad comienzan a recaer sobre Nick.

Con el correr de los días, la cobertura de la desaparición de Amy se extiende de manera veloz y se convierte en una causa de preocupación nacional. El afecto hacia la imagen de Amy se potencia a través del relato de sus padres, quienes la describen a la joven como una mujer luminosa, bella y agradable.

A la mitad del film descubrimos que Amy no se encuentra desaparecida sino que todo el hecho es una puesta en escena para llevar al esposo a la cárcel o eventualmente a la pena de muerte. Pero en su huída la mujer pierde todo el dinero a manos de unos delincuentes y acude a la ayuda de un ex novio al cual asesinará para regresar con Nick. Una vez que vuelve, el marido no podrá librarse de ella porque sabe que tiene los ojos de la sociedad posados sobre lo que él haga con su mujer.

De los posibles temas a analizar que tiene la película de Fincher, vamos a detenernos aquí en los que refieren al poder del lenguaje y el rol de los medios de comunicación a la hora de construir un relato. 

La unión más auténtica 

Perdida puede considerarse como un manifiesto sobre la importancia del lenguaje. En la película aparecen todo tipo de formas de comunicación. Al margen del papel que juegan los comunicadores, canales de televisión o redes sociales, en la historia se hace hincapié y alusión directa a una variedad de métodos para intercambiar mensajes.

Desde un comienzo Nick llega al bar de su hermana con un juego de mesa. Esto nos anticipa el carácter lúdico en la búsqueda de Amy, la mujer tiene como tradición dejarle pistas al marido en cada aniversario. Además, parte de cómo se cuenta la historia es a través de un diario falso que escribe Amy. La escritura es muy potente ya que durante buena parte de la película creemos que todo lo que sucede es real porque está escrito. De hecho, es una de las pruebas fundamentales para acusar a Nick. 

Hay otras dos referencias al lenguaje escrito. Por un lado, los padres de Amy crearon una serie de novelas tituladas Amazing Amy, sobre un personaje ficticio con el mismo nombre de su hija. A esa figura le inventaron extraordinarias aventuras que marcaron la vida de la Amy real y las de toda una generación que leyó esos libros. Durante la desaparición de la mujer gran parte del público se preocupará por ser ella justamente ese personaje. Por otro lado, la otra alusión al lenguaje escrito, se encuentra en la relación epistolar que Amy mantiene con su ex, quien ante la visita de Nick reconoce orgulloso haber mantenido esa conexión por creer en “el arte perdido de la escritura a mano”.

Otro tipo de lenguaje se hace presente en la obra de Fincher y es tan simple como potente. Amy y Nick comparten un código, un pequeño gesto corporal, subjetivo y sin sentido que solo ellos comprenden. En una de las primera citas, mientras paseaban por un callejón detrás de una panadería, una nube de azúcar mancha los labios de la mujer. Nick le pasa suavemente dos dedos para limpiarla y darle un beso. A partir de ese hecho convierten los dos dedos sobre el labio en un código de la pareja.

Es tan fuerte la unión que produce el hecho de compartir el significado de ese gesto que en gran medida es la motivación de la huída de Amy como el de su regreso. Ella se escapa cuando lo ve a él hacerlo sobre los labios de la amante y vuelve cuando Nick lo hace frente a las cámaras durante una entrevista televisiva.

Las distintas expresiones del lenguaje que muestra Perdida movilizan las acciones de los personajes. Ya sea una conexión entre cartas con un ex, relatar una vida mediante un diario, una novela o tan solo un gesto que se produce como lenguaje de señas.

La comunicación nos une, genera lazos y vínculos de una manera poderosa. Ahora bien, ¿qué sucede cuando aparecen intermediarios? 

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El peligro de la liviandad 

Perdida se adelanta en cierta medida a la situación en la que se encuentra buena parte del debate público en general hoy en día. Nos referimos a la velocidad, simpleza y falta de criterio que se aplica para analizar desde una película, una medida política o la final de un reality show.

En el film se encuentran dos tipos de medios de comunicación. Tenemos las coberturas de tipo tradicionales como los canales de televisión y las redes sociales. Las comunidades online son un aspecto a destacar ya que se mencionan casi al pasar. Aparecen naturalizadas en las vidas de los personajes sin ocupar un rol central. Es decir, están pero no están.

Por ejemplo, en una de las presentaciones de los libros de Amazing Amy que hacen los padres de la mujer, el papá le pregunta a ella si le escribió a los bloggers. Luego, en otra escena, cuando Nick se encuentra con su amante en casa de su hermana, una de las preguntas que le hace es si realizó una publicación en Facebook. Por otra parte una mujer se toma una selfie con Nick durante un evento social para colaborar en la búsqueda de Amy. La imagen se viraliza y él es criticado por su sonrisa en la foto. Signo de nuestro tiempo, se analiza la foto, un instante, se sacan grandes conclusiones sin ver la película completa.

En relación a lo que se muestra de los canales de televisión vemos cómo los medios construyen un relato alrededor de la historia que desean contar. Es decir, el hecho no importa. La actitud queda revelada en el diálogo final entre la conductora de televisión que persiguió y juzgó a Nick durante los días que Amy estuvo desaparecida, cuando él la enfrenta y le recrimina las mentiras que dijo de su persona, ella le responde: “Voy donde vaya la historia”.

Como sucede a diario en los noticieros, las víctimas de los hechos policiales no son presentadas todas iguales. No es lo mismo cubrir la desaparición de una mujer rubia, blanca, esposa y bella que la de alguien que la sociedad considere un delincuente. Son decisiones deliberadas. No es nuestra tarea juzgar si está bien o mal lo que refiere al show televisivo. Pero sí advertir que esa construcción sucede y la película ayuda a esclarecerla. 

Perdida, estrenada en 2014, no podría ver la luz en 2020. El poder de las redes sociales que el director filtra en las preocupaciones de sus personajes, hoy es verdugo de películas de este tipo. La velocidad de la información deviene en un entendimiento literal de todo. Por ejemplo, en The Irishman (2019), dirigida por Martin Scorsese, la cantidad de palabras dichas por un personaje femenino despertó un debate en las redes donde algunos afirmaban que era una obra machista. No importa qué pasa ni por qué ese personaje no habla, solo se tomó en cuenta la cantidad de diálogo para llegar a una conclusión errónea.

La película de Fincher muestra qué sucede alrededor del lenguaje. Desde el poder que tiene a nivel individual hasta la manipulación que se hace de éste cuando los intermediarios tienen intereses de por medio. No es cuestión de elegir una interpretación, sino crear una propia. El relato siempre tiene varias caras y hay que estar atentos para no acabar perdidos. 

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