El que se distrae, Choca

Columnas 27 de marzo de 2023 Por Ramón Fonticiella
Quienes conducen no deben distraerse, pues pueden chocar. Sucede en la vida real y también en el sentido figurado. En el quehacer cotidiano hay múltiples distracciones: desde un llamado del celular, hasta un animalito (a veces de dos piernas) que cruza la calle en lugar indebido.
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Foto: AFP

Si no se mantiene atención sobre los controles del vehículo y el panorama circundante, es posible tener un accidente. Lo mismo ocurre en la forma figurada; quien esté haciendo una compra, pesando una mercadería, cortando un costillar, cosiendo un dobladillo o acordando un trabajo, puede "chocar" contra impensados problemas si se distrae.

Si en actividades tan sencillas como las del diario vivir, la atención es tan importante, razonemos cuánto lo será en la conducción de los asuntos públicos en una democracia. Quienes ocupan posiciones de gobierno (ejecutivo, legisladores, gobiernos departamentales y locales...y larga lista de responsabilidades), operan como mandatarios del pueblo, es decir que lo hacen en su nombre y por lo tanto cuentan con su confianza. Si desatienden (se distraen) la tarea o la realizan en disenso con lo que comprometieron a sus mandantes, se choca, y violan la confianza popular. Choca el país o el departamento, por lo que los damnificados son quienes le encomendaron la tarea que no cumplen a cabalidad.

Un similar riesgo corre el habitante o ciudadano común, dueño del país, cuando no se da cuenta de que los gobernantes no están cumpliendo.

En el mundo de hoy es muy fácil distraerse, tanto en la calle como en la vida en comunidad. Hay llamativas atracciones que pueden llevar ojos, oídos, pasos y pensamientos hacia posiciones que nadie imaginaba. Tomemos el ejemplo de los grandes temas nacionales, que más acá o más allá van a influir en la vida de todos los habitantes. El bienestar, el disfrute de la salud, la seguridad, la distribución equitativa de los bienes públicos, el respeto por los derechos individuales y colectivos, la educación, la preservación del ambiente: son asuntos de todos. Unos (los gobernantes) deben cuidarlos y fortalecerlos; otros, los habitantes, debemos estar atentos para que no haya desvíos. 

Pero, que los hay, los hay.

¿Cuánto distraen a la población las novelas del "caso Astesiano"; de la reconciliación del presidente con su ¿ex? esposa; las licencias por enfermedad y reintegros de la fiscal Fossati; los aviones militares que se usan para actividades privadas; las promocionadas "rebajas" de impuestos; EL MAMARRACHEZCO JUICIO POLITICO A CAROLINA COSSE...?

Como uruguayo siento vergüenza ajena de que mi país esté atrapado en esta jaula distractiva. Me tocó trabajar muchos años en otros lugares, donde se extrañaban de que los concejales (ediles) uruguayos no cobrábamos, de que las ideologías eran fuertes para nosotros, de que nuestra Justicia estaba por sobre dudas políticas, de que los referentes partidarios eran sólidos y no se cambiaban de posición por un plato de lentejas... Hoy mis amigos del otro lado del patrio río y de la ribera del Paraná, no pueden creer que ya no seamos un ejemplo para la región.

Nos distrajimos (se distrajeron), y el vehículo del país chocó contra los muros de la imprudencia.

No es razonable que un gobierno democrático trate de sacrificar la vida de los más infelices, para privilegiar a los más favorecidos. Tal cual. Medidas como la llamada reforma jubilatoria, sólo exprimen a trabajadores y futuros jubilados. ¿Tan distraído está el pueblo que no valora que sus hijos y nietos pasarán peor que ellos cuando se jubilen? Nunca fue Uruguay un país de egoístas; hasta hubo un presidente que no cobró deudas que el Estado tenía con él porque dijo "no le llevo cuentas a mi madre". Ya sé que son ejemplos de otros tiempos, cuando la carne de la casa se guardaba en una fiambrera y ahora se usa el freezer; pero los seres humanos somos los mismos.

Parte del Pueblo se ha distraído y no se ha percatado que sus mandatarios están gobernando en contra de la mayoría, que son los trabajadores, ya sean asalariados, jubilados, bolicheros, productores familiares o pequeños empresarios.

Es imprescindible que reaccionemos y prestemos atención. Los representantes populares, sean del partido que sean, deben pensar quiénes son los dueños de los votos que los pusieron en sus cargos. La mayoría pertenecientes a la clase trabajadora, tengan pequeños capitales o sólo sus jornales. Si los representantes se tornan servidores de quienes tienen buena vida a costa de sacrificar al trabajador, harán chocar el transporte del Estado; los heridos serán los sectores populares. Si cada persona del pueblo sólo pretende solucionar SU situación individual, será cómplice del derrumbe de una sociedad que hace casi doscientos años se construye a sí misma con solidaridad.

Estamos a tiempo. Somos dueños de nuestro destino, aunque algunos deban privarse de un transitorio arropamiento de parte de quienes, por formación ideológica, están forzando una sociedad de pobres y de poderosos. 

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