La vergüenza

Columnas 22 de junio de 2021 Por Ismael Blanco
Se trata de inventarse día a día, en estos tiempos posiblemente minuto a minuto, en el afán de resistir...
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La Lotería de Van Gogh

Son momentos donde uno revisa su legado, esa herencia aceptada sin beneficio de inventario, a cuenta y riesgo de lo que corresponda, a lo que toque y afecte; esa que incluye las hazañas y las indignidades; los defectos y las virtudes; los amores, los desamores; las traiciones, las alevosías; las lealtades y los pundonores; la inocencia y lo simple de la simpleza. 

Por estas horas la muerte nos ronda, anda tan cerca de nosotros que podemos olerle el aliento. Ya son muchos los que se han ido: amigos queridos; padres, hermanos o hijos de amigos; conocidos; referenciados; anónimos de los que ya ni salen en los diarios. Muertos cuyos datos hoy son sólo cifras, guarismos del arrebato, de la rabia y del dolor.  

Cada uno de nosotros va conviviendo con sus humores; cada cual, con su genio e inventiva, cada uno con su indignación moral frente al atropello organizado, el desdén y la altanería. 

Ahora podrá entenderse mejor que la victoria de la derecha y la ultraderecha “lacallistasanguimaninista” no era sólo volver a los ´90 inescrupulosos de la neoliberalidad; del abandono del Estado; del desempleo; de la rapiña del salario; de los negocios para pocos y para los cercanos al poder; es mucho peor ya que su gritería y su histeria contra la izquierda trae venganza; represalia contra el pueblo que se atrevió a usurpar el poder del patriciado durante 15 años y la satisfacción de su desquite fue dejarnos solos y absolutamente impotentes frente a la mayor emergencia sanitaria de todos los tiempos de nuestro Estado constituido. 

La canallada de la reacción regente y conservadora nos deja indefensos y no tiene en cuenta los intereses de los más débiles, de sus plebeyos, nacidos para morir perdiendo, en la más absoluta soledad de las salas de terapia intensiva.

Las agujas del reloj van marcando el tic tac de la rebeldía, indican lo que falta para ese final de la primera semana de julio donde se busca alcanzar que 700.000 orientales en un acto republicano, permitan que se discuta a cara descubierta y a la luz de la democracia directa una ley oculta y tramposa.

En la relación de los bienes humanos uno podrá centrarse en su propia mismidad y si lo hace con honestidad podrá advertir que es lo sustancial, lo que trasciende, lo que suponemos distingue a los humanos en el despintado espejo de la perfección.   

Uno se impugna a si mismo en la idea de que el mundo debería  ser tal como lo quisiéramos, por mi parte he desistido en ciertos asuntos; admito que no del todo me conforma esa actitud, pero sin haber asumido una conducta de resignación  y en la búsqueda empecinada de la emancipación, me aferro a lo esencial, a esas cuestiones que se sostienen en la insubordinación,  que se aferran en la vergüenza de los derrotados,  porque las derrotas no son el fin,  sino que muchas veces son el principio para alzar cabezas.

Con los míos tengo asuntos pendientes, de esos que son necesarios para volver mejores. Mas hoy, me aferro al amor propio y a la fraternidad humana aún hecha jirones, todavía quiero fajarme contra lo jodido. Y con indignación y con vergüenza me asumo en mi historia, en la herencia de mi pueblo, de los miles que sufren y se merecen un Uruguay mejor.  

“¿Y que salimos ganando con ello? Con la vergüenza solamente no se hace ninguna revolución. A lo que respondo: La vergüenza es ya una revolución…la vergüenza es una especie de cólera replegada sobre sí misma. Y si se avergonzara una nación entera, sería como el león que se dispone a dar el salto.” Marzo de 1843, Marx escribe a Ruge. Escritos de Juventud. Fondo de Cultura Económica. 

 

 

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