La Escuela de Mégara (escuelas socráticas menores III)

Columnas 01 de abril de 2021 Por Jorge Barrera
Una nueva entrega de "Doxografía y Filosofía para profanos" por Profesor Jorge Barrera.
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La Escuela de Megara fue creada por Euclides, debe su nombre a la ciudad natal de su  fundador. Éste fue un discípulo de Sócrates. Según  relata en Fedón platónico, fue uno de los fieles a su maestro que lo asistieron en el momento de su muerte. Se cuenta que dio asilo a Platón y al resto de los seguidores del hijo de Sofronisco y Fenarete,  luego de su ejecución.

La ciudad de Mégara se encuentra en el Ática occidental, a poco más de 40 Km.  de Atenas. Fue una de las ciudades más importantes de la antigüedad griega, fundada con el nombre de  Nissa,  renombrada como Mégara en honor del héroe Megareas. Alrededor del año 1000 antes de nuestra era fue poblada por descendientes de los dorios, que dejaron profundas huellas en su cultura. Por su  posición geográfica, Megara fue un enclave estratégico, poseyendo una importante flota naval y comercial, tuvo colonias en Sicilia, Bizancio y hasta en el Bósforo.

Entre sus gobernantes se distinguió Theagenis, a fines del siglo V y comienzos del VI, quien  protegió las artes y construyó  grandes  obras de infraestructura, como el Acueducto de Mégara. Tuvo su apogeo entre los siglos VI a IV A.C.; precisamente en esa época se creó la Escuela de Filosofía de Euclides;  la que  posteriormente, a partir de Zenón de Citio,  se transformó en la escuela cínica de Megara. Sus habitantes  se caracterizaron por  construir casas muy sólidas, y “comer cada vez como si fuese su última comida.” (Diogenes Laercio).

La ciudad  fue aliada de Atenas durante las Guerras Médicas, participó con veinte barcos en la batalla de Salamina y con mil soldados en la de Platea.

Entre Megara y Corinto, aliada de Esparta, pasaba la frontera que separaba el mundo ateniense del espartano.  Las dos ciudades  se habían enfrentado por esta frontera. Durante algunos años Atenas estableció una guarnición en Mégara, ocupando los territorios aledaños. Sin embargo, en 447 A.C. los megarenses, con apoyo de Corinto, se rebelaron contra la ocupación, desalojando la guarnición ateniense. Por esta razón  Pericles propuso ante la ekklesía (la asamblea de los atenienses),  un decreto de bloqueo comercial contra Mégara.  El decreto prohibía a las naves megarenses entrar a los puertos de la Liga de Delos, e impedía el comercio de cualquier producto proveniente de Megara.  Aristófanes en “Los acarnienses”,  una comedia  estrenada en las fiestas Leneas del 425 a.C., siete años después de la aprobación del decreto y seis de que estallara la guerra, lo cuenta del siguiente modo:  “…unos jóvenes que habían ido a Megara, emborrachándose al jugar con sus copas, raptaron a Simeta, una puta. Los megarenses, enfurecidos de dolor como gallos picados de ajo, raptaron en venganza dos putas de Aspasia. Y así se desencadenó la guerra entre los griegos, ¡por tres putas! Entonces Pericles, el “Olímpico”, enfurecido, comenzó a lanzar rayos y truenos y a estremecer a toda Grecia. Dictaba decretos como cantar canciones: “no se debe consentir la permanencia de megarenses ni en la tierra, ni en el mercado, ni en el mar ni en el cielo”. Y después los megarenses, cuando comenzaron a sentir hambre, pidieron a los lacedemonios que les ayudaran a salir del decreto ese, originado por las tres furcias. Y nosotros no quisimos, aunque lo pidieron muchas veces” (Ibid)

El pensamiento de Euclides y sus seguidores.

Euclides enlaza la ontología eleática con la ética socrática. Afirma que  sólo una cosa existe realmente: “el bien”. Fuera de este “bien” uno, eterno e inmutable, no hay realidad alguna. Decía que sólo hay un bien, llamado con nombres diversos: unas veces sabiduría, otras dios, otras mente, y semejantes. No admitía las cosas contrarias a este bien, negándoles la existencia. Sus demostraciones no se basaban en dogmas o en supuestos,  sino en cadenas de razonamientos, extrayendo  consecuencias lógicas. Tampoco admitía las comparaciones en los argumentos, diciendo que el argumento o consta de cosas semejantes o distintas; si consta de cosas semejantes, conviene examinar estas mismas cosas, y no las que se le asemejan. Pero si consta de cosas distintas, es inútil la  comparación. Al igual que Zenón de Elea, consideraba que el movimiento descansa en el engaño de nuestros sentidos, por lo cual desarrolla una dialéctica similar a la del discípulo de Parménides. Es considerado por esta razón el auténtico promotor de la dialéctica megárica. Utilizó el método de reducción al absurdo,  consistente en admitir la tesis del oponente y llevándola hasta sus últimas consecuencia, llegar a una conclusión  evidentemente falsa, de ese modo se prueba la imposibilidad de la tesis. La dialéctica, posteriormente,  evoluciona hacia la erística que es el arte de la disputa.

Otro megárico importante fue Diodoro Cronos, que también intentó, con sofisticados argumentos, probar la imposibilidad del movimiento. Negó la existencia de la posiblilidad reduciendo lo posible a la nada. Lo posible solo es real en cuanto sea en acto: “sólo es posible lo que es o lo que este por ser real,” (Mondolfo, R. 1983).  Aristóteles va a tratar el problema de la posibilidad como “los futuros contingentes”. La expresión: “mañana habrá una batalla naval”, no es verdadera ni falsa,  carece de sentido.

La  tesis de Diodoro está en contradicción con la interpretación del condicional lógico que efectuara otro importante miembro de la escuela, Filón de Megara.  La interpretación material del condicional, es conocida como “implicación filoniana”. Se trata de la definición del condicional, como lo entiende la lógica proposicional en nuestros días, por ejemplo, como la presentan  Russell y Whitehead . La manera de definir el condicional consiste en considerar que tal conectivo solo puede ser falso en un caso: cuando su primer término es verdadero y el segundo es falso. En todas las demás situaciones, es verdadero. Crisipo de Solos, fundador de la gramática en Grecia  y Diodoro Cronos, cuestionaron  esta propuesta de Filón, ya que  lleva a tener que admitir oraciones absurdas. Tales oraciones son posibles bajo la interpretación material, debido a que esta última permite vincular formalmente contenidos absolutamente dispares y sin conexión, por medio de una relación hipotética, por ejemplo: 1) Si el jurado no condenó a Sócrates, entonces, Atenas está en Egipto, o , 2) Si Sócrates fue el maestro de Platón, entonces Aristóteles nació en Estagira o también 3) Si Pitágoras nació en Efeso, entonces Zenón fue discípulo de  Parménides. Las tres proposiciones, aunque absurdas, son verdaderas para la lógica de Filón, ya que en ninguna de ellas el antecedente es verdadero y el consecuente falso, condición necesaria para que una implicación sea falsa.

De la secta de Euclides fue, también, Eubulides Milesio, enemigo de Aristóteles, que lo contradijo en muchas cosas. Inventó en la dialéctica diversas formas de argumentos engañosos, como son: el Mentiroso, el Escondido, el Electra, el Encubierto, el Sorites, el Cornuto, y el Calvo. De Eubulides dice un poeta cómico: “El fastoso Eubulides, embaucando los sabios oradores con sus córneas preguntas y mentiras huecas y jactanciosas, ha partido locuaz, como Demóstenes voluble”(Ibid).  Se cree que fue discípulo suyo Demóstenes, que era tartamudo y apenas podía pronunciar la letra r; pero, supero su dificultad,  poco a poco con el ejercicio. Se cuenta que se colocaba guijarros en la boca y así logró vencer sus problemas en el habla, hasta convertirse en el mayor orador de Grecia.

Un impulso histórico más profundo le dio a la escuela  Estilpón de Megara,  quien agregó a la doctrina elementos cínicos; tenía por inadmisible toda unión del sujeto con el predicado llegando a una posición nihilista. Incorporó a su doctrina el pensamiento de  Diógenes considerando, igual que aquel,  que el bien supremo  era la apatía y que el sabio debía ser autárquico. Cuando Demetrio Poliorcete, después de la conquista de Megara, quiso mostrarle al filósofo su buena voluntad e indemnizarle por los perjuicios causados por el saqueo de su casa, le rogó que le presentara una lista con todos las bienes valiosos que había perdido. A lo que Estilpón contesto, “ La paideia no se la ha llevado nadie de mi casa” (Jaeger, W. 1957)                                    

Bibliografía

Barrera,Jorge. (2021). https://mediomundo.uy/contenido/3590/las-escuelas-socraticas-menores

Barrera,Jorge. (2021). https://mediomundo.uy/contenido/3372/socrates-el-educador

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Capelle, Wilhelm,  (1981). Historia de la filosofía griega. Gredos. Madrid.

Diogenes Laercio. Vida de los filósofos más ilustres. Luarna Ediciones. España.

Gigon, Olof. (1985). Los orígenes de la filosofía griega. Gredos. Madrid.

Jaeger, Werner. (1967). Paideia: los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica, México.

Mondolfo, R. (1983), El pensamiento antiguo., 2 vols. Buenos Aires: Editorial Losada

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