Artigas y la Confederación

Columnas 26 de septiembre de 2023 Por Agustín Courtoisie
En la cercanía del 23 de setiembre, fecha de un nuevo aniversario de la muerte del general José Artigas, siempre es oportuno revisar la historia y las ideas. En los días previos, el presidente de la República aclaraba, u oscurecía, diciendo que no iba a mendigar a las Naciones Unidas y que proponía otra vez la “libertad responsable”. Pero en boca de paleoliberales la palabra “libertad” suena rara. Para ellos siempre es la de unos pocos individuos o de unas pocas naciones. Por eso es necesario volver a Artigas, en esta oportunidad de la mano de Arturo Ardao.
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“En el terreno de la economía internacional se está librando la lucha más encarnizada y violenta que registra la historia, y de la cual no podemos despreocuparnos a riesgo de ser aniquilados o absorbidos. Es la guerra a muerte de los países imperialistas con sus presas y entre sí; la solapada esgrima del arancel, del dumping, del cartel, del trust” (Ardao, 2011, p. 125). 

Esas líneas podrían haber sido escritas hoy, transcurridas más de dos décadas del siglo XXI, tan alborotado en lo financiero y en lo político. Lo mismo puede decirse de las que completaban su sentido, renglones abajo en la misma página: “los nacionalismos económicos no son ya posibles y se marcha irremisiblemente a la formación de grandes agregados”. 

Sin embargo, fueron escritas en 1932. 

Y sorprende más aún que el autor sea el uruguayo Arturo Ardao (1912-2003), a quienes muchos recuerdan como un historiador de las ideas, políticamente “moderado”.

La publicación de Artigas y la Confederación. El unionismo hispanoamericano, reúne trabajos del autor originados en diversas circunstancias. Los principales son “Confederación, Independencia Oriental y República Oriental, en José Artigas” y “El unionismo hispanoamericano, raíz del latinoamericano“. Los antecedentes más obvios de estas investigaciones, pero no los únicos, pueden encontrarse en Génesis de la idea y el nombre de América Latina (Caracas, 1980) y España en el origen del nombre América Latina (1992).

De las palabras a la historia

El supuesto del autor es el de no juzgar casual la elección de las palabras utilizadas por grandes protagonistas históricos como Bolívar, San Martín y Artigas. Según dicho criterio, términos como “Federación”, “Confederación”, “República”, “Unión” y tantos otros, no serían meras convenciones intercambiables. 

Esas palabras fueron en su momento adoptadas sin ninguna inocencia, y por ello Arturo Ardao entiende que al hacer la historia de las palabras también se escribe la historia en sentido tradicional. Por ello, con una perseverancia obsesiva por momentos, el autor se decide a expurgar malos entendidos en el uso documental o epistolar de las palabras, mostrar la metamorfosis de cada expresión, refinar el alcance de cada vocablo, atender su época o trasfondo histórico, indagar sus matices.

Por ejemplo, cuando Ardao excava alrededor del concepto de “independencia oriental”, el texto de las Instrucciones del Año XIII se convierte en objeto de exploración bajo la lupa de un exégeta o de un lingüista, claro que mediante un ejercicio peculiar de esos oficios. Se trata de no quedarse en el mero plano del lenguaje y de no perder el hilo que retorna dialécticamente a la realidad del mundo. 

En tal sentido, y según Héctor Miranda citado por Ardao: “Las Instrucciones del Año XIII deben ser miradas como la más formal declaración de la independencia oriental, formulada en un documento de alto significado político, de vasta resonancia y de consecuencias revolucionarias y fecundas” (Ardao, 2011, p. 44).

La formalidad de las palabras es asunto serio, si de historia se trata:

 “Bien natural, en consecuencia, es la exclamación del Patriarca, cuando visitado en 1831 en Curuguaty por el célebre Aimé Bonpland, le hiciera conocer éste la Constitución uruguaya del año anterior. Refiere Isidoro de María: El General, conmovido al leer los primeros artículos, la llevó a sus labios, y besando el libro con emoción, exclamó: ¡Bendito sea Dios! Te doy gracias por haberme concedido la vida hasta ver a mi patria independiente y constituida” (Ardao, 2011, pp. 43-44).

Esa estrategia de resonancias por momentos más filológicas que historiográficas alcanza un punto que no todos los aficionados o incluso los profesionales de la Historia aceptarán de buen grado. 

Es el caso de uno de los Apéndices, donde el autor dedica tres carillas íntegras al uso de la palabra “grandeza” en los textos atribuidos a José Artigas. 

“A continuación” dice Ardao, “diversas muestras, desde 1811 hasta 1819, bien reveladoras de su protagonismo como escritor –así fuera dictando– independiente de la pluma personalísima de sus distintos secretarios” (Ardao, 2011, pp. 45-47). 

Después consigna pulcramente quince casos, entre ellos, el de la Oración Inaugural del Congreso de Abril (“una sangre que vertieron para hacerla servir a nuestra grandeza”); el de una carta a Simón Bolívar (“ruego a Vuestra Excelencia que su pabellón sea respetado como el signo de la grandeza oriental”); y el de dos cartas a Manuel de Sarratea (“estas fueron las grandezas de este pueblo abandonado” y “no, excelentísimo señor: la grandeza de estos hombres es hecha a prueba de sufrimiento”) (Ardao, 2011, p. 46).

Nación de Repúblicas

La esencia interpretativa de los acontecimientos históricos explorados con minucia en Artigas y la Confederación. El unionismo hispanoeamericano, parece puesta en forma sutil al servicio de un ideal político: los países latinoamericanos debieran concebirse hoy, como ayer, inmersos en la tarea de unirse frente a un mundo que explota con crueldad las fragmentaciones, pero procurando que ello no implique menoscabo de los legítimos orgullos nacionales. 

La empresa es acometida por Arturo Ardao en forma densa y erudita, quizás bastante menos explícita que en la notable producción de Alberto Methol Ferré. Pero no es alambicado el proceder de Ardao si se recuerda cierto precedente. 

Cabe recordar una verdadera joya: Espacio e inteligencia (1983). En ella, Ardao dialoga críticamente en sucesivos ensayos con Henri Bergson, Bertrand Russell y Max Scheler, por mencionar algunos de sus interlocutores filosóficos. Por otra parte, en el mismo volumen, “De hipótesis y metáforas” constituye un ejercicio ejemplar de estilo, a propósito de los conceptos de “inteligencia” y “razón”. 

Y he aquí un anticipo pertinente para el caso: de la progresiva elucidación de esos vocablos, el autor logra atrapar fenómenos, realidades, procesos, denuncias de hábitos de pensamiento rígido y estrategias de pensamiento creativo, que van mucho más allá del miope análisis filosófico del lenguaje.

De manera análoga, el estudio que va de las palabras a la historia, conduce a reconstrucciones esclarecedoras, que disuelven lugares comunes admitidos y abren perspectivas inesperadas. 

Por ejemplo, según Ardao, Artigas no deseaba un gran “Estado Federal”, deseaba una “Confederación”, que es cosa bien diferente. Es decir, deseaba una “Liga”, una “Unión” que no somete a sus provincias, porque parte del hecho primario de la absoluta autonomía de éstas. 

La “Confederación” no impide constituir una “Nación”. En la célebre fórmula de Bolívar de 1822, ha de buscarse “una Nación de Repúblicas” (Ardao, 2011, pp. 28-29). O como dijo Artigas: “En consecuencias de dicha Confederación, se dejará a esta Banda en la plena libertad que ha adquirido como Provincia compuesta de pueblos libres” (citado por Ardao, 2011, p. 28).

Trayendo otras de sus reflexiones al momento presente, culminemos con otros apuntes muy pertinentes de Arturo Ardao: 

“Llegados a este punto, importa advertir que el consagrado latinoamericanismo ostenta dos grandes acepciones, bien diferenciadas. Por un lado, la académica: estudio de las cosas de América Latina, para decirlo corto. Por otro, la que cabe llamar militante: milicia pro reconocimiento y afirmación de la entidad histórica de América Latina, bajo formas diversas de comunidad, integración o sencillamente unión de sus Repúblicas, en lo cultural, lo económico y aun lo político.

“Se puede ser latinoamericanista en sentido académico sin serlo en el militante, como es el caso, por supuesto de los estudiosos de América Latina  ajenos a ella, en América del Norte, Europa, África, Asia y Oceanía. Y a la inversa, se puede ser latinoamericanista  en sentido militante sin serlo en el académico.

“Pero el latinoamericano que es latinoamericanista en este último sentido [académico], difícilmente puede, sin embargo, por el solo hecho de su actividad intelectual, dejar de ser al mismo tiempo partidario, cuando no activo propulsor, de la comunidad, la integración o la unión –con mayor o menor alcance– de América Latina” (Ardao, 2011, p. 141).

Qué lejos estamos de todas esas grandes ideas inspiradoras. Si no se conoce la historia patria y en especial la historia de las ideas, no es posible entender el presente. Y qué poco se puede ver hacia adelante.


REFERENCIAS

Ardao, Arturo (2011). Artigas y la confederación. El unionismo hispanoamericano. Montevideo:  Fin de Siglo.

Artigas, José Gervasio (2000). Obra selecta. Selección y prólogo: Lucía Sala de Touron. Cronología: Ana Salom. Bibliografía. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Courtoisie, Agustín (2011). Reseña sobre Artigas y la confederación. El unionismo hispanoamericano de Arturo Ardao. Montevideo: El País Cultural 14/11/2011. El presente artículo reproduce ese comentario con algunas pocas actualizaciones.

FOTOGRAFÍA

Agustín Courtoisie. Libro de Arturo Ardao junto a la edición de Ayacucho sobre Obra selecta (2000) de José Gervasio Artigas. 

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