¿Es Uruguay “el país de nunca jamás”?

Columnas 11 de diciembre de 2022 Por Adolfo “Fifo” Guidali
“Los niños de hoy en día saben tantas cosas que dejan pronto de creer en las hadas”. (Una de las más célebres frases de Peter Pan). Primera Parte de la columna de Adolfo "Fifo" Guidali.
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Cuando opino desde Europa sobre mi querido país, nunca falta el lumpen burgués* (o a veces peor aún, ex burgués) que me enrostre que es muy fácil escribir sobre una realidad lejana, con sus peculiaridades y complejidades, apoltronado en el welfare state europeo, porque desconozco, entre otros, lo que es vivir el cotidiano de una sociedad cuya vida está sobre todo pautada por una situación política en la cual un nuevo gobierno, tras lidiar con éxito con la pandemia del coronavirus, tiene que sufrir una oposición malvada que “sólo pone palos en las ruedas de la bicicleta”, que me vaya a vivir allí a ver si me entero de este martirio.

A priori, considero esta acusación o crítica sin asidero, una banalización tan vulgar (disculpen el pleonasmo) como un tuit de Graciela Bianchi (perdón, utilicé un “epígrafe” sobre niños y hadas y de entrada me fui al carajo). ¿Por qué? Bien, para comenzar el estado de bienestar europeo ya fue, sólo existe en algún país nórdico y en esa contradicción llamada Suiza o Confederación helvética, en tanto el resto del viejo continente no ha superado la crisis económica de 2008, ve al euro desmoronarse y está condicionado por una guerra de mediana intensidad en Ucrania, enquistada como un forúnculo purulento hasta quién sabe cuándo, cuyas peores consecuencias las sufre el pueblo llano de ese país y poco o nada quienes la desataron o apoyan de uno u otro lado (hermanos gemelos que se odian, algo tan viejo como la propia humanidad y su mitología) pero utilizan para justificar todo tipo de aberraciones, derivas políticas, medidas impopulares, con un telón de fondo que podría ser la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que es mucho más que eso y poco a poco va perfilando un nuevo reordenamiento geopolítico global. En medio de este enorme pantano, la Unión Europea (UE) tuvo que alinearse con sus aliados, Washington y su brazo armado, la OTAN, y aplicarle sanciones económicas a Rusia escupiendo para arriba y quedarse casi sin suministro de gas barato y salir a buscarlo entre proveedores “amigos” cuya sola logística lo convierte en un artículo de lujo. Y, además, el sancionado Vladimir Putin, el más malo entre los muy malos de esta película también muy mala en sí misma, les abre y cierra el grifo “a gusto y piacere”. Puras generalizaciones, vaguedades y pocas certezas. Bueno, así es el contexto europeo en el que me ha tocado vivir en los últimos años y desde el cual opino sobre mi país y todo lo que se me cruce por delante, además de ver día a día superadas mi capacidad de sorpresa e imaginación. Se puede afirmar que hay en marcha un dinámico proceso de pauperización continental, como siempre más acentuado en el sur que en otras regiones, así como un auge de la extrema derecha que, por motivos históricos, preocupa más en países como Italia y Alemania (Achtung!) que en otros. Nada nuevo bajo el sol, pero intento reubicarme y puedo afirmar con gran preocupación y, por supuesto desazón, que Europa es una vez más escenario de una crisis que afecta al planeta todo, pero lo que es aún más grave en esta ocasión es que ni siquiera es protagonista sino un personaje secundario a merced de intereses tan espurios como incontrolables y, lamentablemente supremos.

No sé si se puede sacar mucho en limpio de todo lo antedicho. Sin embargo, fácilmente se puede inferir que este nuevo orden, o mejor dicho desorden mundial, por supuesto afecta al Uruguay como a cualquier otro país. Para colmo, la singularidad uruguaya, que hasta hace poco la constituían un sistema e instituciones democráticas sólidos, apoyados en auténticos valores como la libertad de prensa (claramente a la baja, según el índice RSF), la transparencia y un aparato económico con cierta vocación distributiva, comienza a escorar y resquebrajarse para dirigirse hacia un desvío, que podría desembocar en un resumidero. La pandemia fue la misma para todo el planeta, se superó con buena nota, es verdad y es menester reconocerlo (aunque para ello fue clave poder contar con un sistema sanitario bien desarrollado y estructurado desde hacía varios años atrás). El “nuevo” gobierno de la coalición creada ad hoc para la segunda ronda de las elecciones nacionales de 2019 lleva casi tres años en el poder, o sea, superó el ecuador de su mandato, y la oposición, llámese Frente Amplio u otros actores sociales, que representan a la mitad de los ciudadanos, desde afuera se le percibe como demasiado tolerante, hasta un poco tímida. Por supuesto, señala la retahíla de errores y desprolijidades que caracterizan a los actuales “dueños del boliche”, que ante la mínima alusión reaccionan recordando y comparándolo todo con aquello atribuible a gobiernos anteriores, como si se tratara de una competencia de quién hace más cagadas, pero sin haber sufrido, al menos por ahora, el coste político que esa oposición ya pagó y por muchísimo menos. Entonces, ¿dónde están los palos en las ruedas de la bicicleta? En su imaginario, tan frondoso como retorcido. Es de Perogrullo evocar que en cualquier sociedad de consenso y más o menos civilizada las consecuencias de determinados actos y circunstancias creados “verbi gratia” del gobierno de turno, entrañan la remoción de algunos ministros y altos cargos, cuando no la caída de un gabinete entero. Es cierto, la derecha conservadora, los oportunistas de turno, el fachaje endémico, tránsfugas y otros están excitados, demasiado inquietos. Acaso, ¿se la ven venir? ¿Pero, qué? ¿Será que apenas comenzó a desenredarse la punta de una enorme madeja?

No se preocupen, varios altos cargos hoy en actividad están preparados. Pasaron quince años entre las sombras leyendo como si fuera un misal El príncipe de Maquiavelo. Algunos no terminaron de entenderlo, sin embargo, al menos les sirvió para configurar en sus rostros expresiones que vendrían como anillo al dedo para promocionar la excelente calidad de nuestros mármoles y granitos.

Pero, echemos desde el balcón desvencijado de la vieja Europa nuestra lejana y cuasi melancólica mirada sobre algunas perlas institucionalizadas. Seguramente no les contaré nada que ustedes no sepan, sino mi modesta y lontana percepción.

Astesianogate:

So pena de ser tildado de lombrosiano, estoy lejos compréndanme, la imagen de este muchacho, al menos en las fotos y videos que han circulado, no me inspira confianza. Pero dejemos al margen a don Cesare y su “Nuova Scuola”, ya cosa del pasado, y es que ocurre que pa’ pior su prontuario intranquiliza aún más, y más todavía lo difícil que fue ubicarlo para sacarlo a luz. Un verdadero misterio comparable con el de Fátima, pero aquí no hay inocentes pastorcillas iluminadas (y un pastorcillo, seamos inclusivos), sino funcionarios incompetentes o algo peor, coaccionados y temerosos de perder su silla, aunque ahora sólo le queden tres patas en muchos casos. 

¿Pero, cómo incubó la serpiente su huevo en la Torre Ejecutiva? Para muchos, Alejandro Astesiano, un viejo conocido de la familia Lacalle Pou, de cierta manera le fue impuesto al bueno de Luis II por sus progenitores, para quienes desde su casi adolescencia ya había prestado servicios en materia de seguridad, como chofer particular y probablemente para otros mandados. Ha pasado tanto tiempo que, de alguna manera, podría ser considerado como un miembro asimilado a la familia presidencial por dos veces, por lo que a nadie debe extrañar que haya llegado al edificio ejecutor con un cargo importante y de confianza y no como un simple “peludo de regalo”.

Ni corto, ni perezoso, AA instaló su chiringuito en su oficina de jefe de seguridad de la presidencia, como reza su tarjeta de presentación, membretes y en documentos oficiales, aunque desde el propio oficialismo, y valga cierta redundancia, algunos niegan lo evidente. Sí, tanto el señor presidente, como su séquito de acólitos y alcahuetes profesionales refutan lo evidente. Mucho tímido, derechoso en su fuero íntimo, alaba las cualidades del primo mandatario en tanto “hábil declarante”. Sinceramente, da pena, y lo digo en tanto periodista, profesión que bien o mal he ejercido durante unos cuarenta años sin interrupción, ver a los chicos y chicas de los medios de comunicación que integran el muy bien aceitado aparato mediático del poder en funciones, trabucarse a la hora de plantearles preguntas, llamémosles delicadas, al presidente o a algunos de sus ministros o funcionarios más prominentes. A tal punto que les dan pie a burlarse, sobrarlos y finalmente responderles lo que buenamente les sale de la entrepierna. Esto, cuando las preguntas no son centros a la olla para rematarlos de cabeza, esto al menos hasta que las narices de Pinocchio les impidan dirigir bien el rumbo del balón hacia las redes y sean abucheados por su propia hinchada, para entonces también harta de tanta mentira institucionalizada. Eso sí, esos “pobres” muchachos y muchachas de los mass media se erigen en abogados del diablo cuando entrevistan a políticos o personajes de la oposición, cayendo fácilmente en el ridículo. No son tan pobrecitos, sino en su mayoría caraduras con muy poco boliche y luces.

Objetivamente, hay que mascar vidrio para tragarse eso de que en las altas esferas no se conocía el perfil de las actividades del fiel servidor AA (los pasaportes para rusos sería sólo uno de los rubros de actividad. Apenas se comienza…). Empecemos con la “sorpresa” del propio Luis Lacalle Pou: no es necesario hacer un análisis gestual, tan a la moda, para darse cuenta de que su único pasmo es fruto de que su acólito haya sido deschavado. Habla de asumir responsabilidades, pero no aclara ni cuáles ni cómo. Eso cuando no es el mayor perjudicado por las consecuencias de sus propios excesos. En la misma línea se encuentran el secretario de la presidencia, Álvaro Delgado, el ministro del Interior, L.A. Heber, a quien el cargo lo supera por todos los flancos posibles, y otros funcionarios que en cuanto abren la boca se contradicen n veces por minuto. 

En lo que atañe a la imagen que proyecta el país a nivel internacional, es lamentable y dolorosa. Por ahí un tonto, para ser delicado, salió a decir estupideces del estilo “¿Acaso Joe Biden y los líderes de las grandes potencias saben quién es Alejandro Astesiano?”.

El tontito de marras se sacó de la chistera (galera, no máquina de hacer chistes malos) un argumento con el cual cree convencer a alguien. Tal vez sí a los burros como él, aunque pretenda despreciarlos. ¿Acaso Joe Biden y los líderes de las grandes potencias saben quién es Luis Lacalle Pou? Lo más probable es que no. Pero, no se trata de la identidad del supuesto delincuente sino de su cargo institucional. ¿Quién sabe cómo se llaman los diferentes jefes de seguridad de los líderes de las potencias mundiales? Es probable que los periodistas que cubren las noticias desde las diferentes sedes de gobierno, gente curiosa y pocos más. ¿Qué pensarían si el jefe de la seguridad personal de Joe Biden y familia instalara, aunque más no fuera, un kiosco de venta de Bourbon sin impuestos en la Casa Blanca? Demencial, ¿no?

Por momentos, hay que pellizcarse para salir de esta pesadilla. En tanto el dueño del chiringuito instalado en la Torre Ejecutiva hace declaraciones a los medios desde su lugar de reclusión “preventiva”, el propio presidente llega a un arreglo con la fiscal que instruye el caso para que sus intercambios personales por whatsapp con el primero, que aún quedan en el móvil que se le confiscó al ser primero prevenido y luego detenido, no vean la luz. Bien, yo estaría de acuerdo en que aquellos mensajes cuyo contenido haga o pueda hacer alusión a la intimidad, asuntos de alcoba o meramente domésticos de la familia del jefe del Estado no sean hechos públicos, pero sí, si por ahí aparecen otros cuya temática invada otro tipo de terreno, también delicado, que podrían constituir pruebas claves en el caso que nos ocupa, perdón, preocupa. Es como si en un caso de asesinato el ministerio público desestime analizar el arma del crimen. “Era un facón tan lindo, con mango de plata, que al final se lo regalé a mi primo que es carnicero, y le va a dar más utilidad que arrumbado en una oficina con una etiqueta colgando”, contaba un comisario ficticio (breve “interludio” a cargo del autor, consciente de que puede resultar aburrido). Ahora bien, la fiscal Gabriela Fossati anunció su deseo de abandonar el caso, en principio por la falta de colaboración de la propia Policía. Un mal síntoma, pero aún sería peor si alguien, al margen de cargos o responsabilidades, le hubiese realizado o sugerido alguna forma de coacción, esto constituiría una herida incurable para el sistema democrático-republicano uruguayo, cuyas consecuencias podrían ser inconmensurables.

Continuará...

*Lumpen burgués o lumpen burguesía: categoría marxista acuñada por el
sociólogo y economista alemán André Gunder Frank, quien a comienzos de los
años ’70 del siglo XX la utilizó sobre todo para describir a las clases
dominantes en América Latina, explotadoras de sus propios pueblos, pero
genuflexas ante el imperialismo dominante de turno.

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