Descartes, la búsqueda del método

Columnas 28 de noviembre de 2022 Por Jorge Barrera
René Descartes nació el 31 de marzo de 1596, en una pequeña ciudad cerca de La Haye en Turain, actualmente población del departamento francés de Indre y Loira. Desde 1967 llamada “Descartes” en honor al filósofo. En Tours aún se puede ver la casa en la que nació.
Descartes

Su familia pertenecía a la baja nobleza; su padre y sus hermanos fueron magistrados superiores del Tribunal de Bretaña en Rennes.

René se educó  en el Colegio de Jesuitas de La Flèche, entre 1606 y 1614. Tenía una salud bastante endeble, por ese motivo y por la influencia de sus padres con la iglesia, gozaba de ciertos privilegios, entre ellos el de disponer de una habitación propia y poder levantarse más tarde. En 1616 obtiene una licenciatura en leyes en Poitiers. Pese a haberse educado en uno de los mejores colegios de Europa, no queda satisfecho con su formación.

“Pero tan pronto como hube terminado el curso de los estudios, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres doctos, cambié por completo de opinión, Pues me embargaban tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el de descubrir cada vez mejor mi ignorancia. Y, sin embargo, estaba en una de las más famosas escuelas de Europa, en donde pensaba yo que debía haber hombres sabios, si los hay en algún lugar de la tierra” (Descartes, 2010)

Pese a su espíritu renovador e inquieto, así como al hecho de haber sometido sus propios estudios a la crítica, siempre mantuvo una posición “extremadamente prudente”, prueba de ello es que  las meditaciones las dedica :” A los muy sabios e ilustres decano y doctores de la sagrada facultad de teología de París” , así mismo, dirá que las teorías que acompañan al discurso del método, son sólo un ejercicio intelectual, seguramente enterado del proceso contra Galileo.

Incluso con el Padre Merssenne, sacerdote jesuita, conservó, por siempre relaciones de amistad. Así mismo mostrará una relativa gratitud con sus maestros, durante toda su vida:

“No dejaba por eso de estimar en mucho los ejercicios que se hacen en las escuelas. Sabía que las lenguas que en ellas se aprenden son necesarias para la inteligencia de los libros antiguos; que la gentileza de las fábulas despierta el ingenio; que las acciones memorables, que cuentan las historias, lo elevan y que, leídas con discreción, ayudan a formar el juicio; que la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos, que los han compuesto, y hasta una conversación estudiada, en la que no nos descubren sino lo más selecto de sus pensamientos; que la elocuencia posee fuerzas y bellezas incomparables; que la poesía tiene delicadezas y suavidades que arrebatan; que en las matemáticas hay sutilísimas invenciones que pueden ser de mucho servicio, tanto para satisfacer a los curiosos, como para facilitar las artes todas y disminuir el trabajo de los hombres; que los escritos, que tratan de las costumbres, encierran varias enseñanzas y exhortaciones a la virtud, todas muy útiles; que la teología enseña a ganar el cielo; que la filosofía proporciona medios para hablar con verosimilitud de todas las cosas y recomendarse a la admiración de los menos sabios ; que la jurisprudencia, la medicina y demás ciencias honran y enriquecen a quienes las cultivan; y, por último, que es bien haberlas recorrido todas, aun las más supersticiosas y las más falsas, para conocer su justo valor y no dejarse engañar por ellas. ” (Ibid)  

Nunca se casó, no obstante, tuvo una hija con Helena Jans van der Strom, criada de uno de los asociados donde se hospedó en Ámsterdam durante 1634.

Francine Descartes, nació 19 de julio de 1635 en Deventer y fue producto de una relación para su tiempo ilegítima. La niña falleció a los cinco años de edad, lo que le produjo una enorme tristeza que lo sumió en una fuerte depresión. Se cuenta que le puso de nombre Francine a una muñeca  y la trataba como si fuera su propia hija.

Referido a su relación con las mujeres, se hizo popular la leyenda de que el filósofo sentía una atracción especial por las mujeres bizcas.

Como hemos dicho, muy joven, fue aceptado en la “comunidad de los doctos”. Sin embargo, creía que era mucho más su ignorancia que la sabiduría adquirida en la escuela. Deseoso de conocer el mundo, y estudiar en el libro de la naturaleza, se alistó en 1618 en el ejército del Príncipe Mauricio de Nassau, y en 1619 en el de Maximiliano de Baviera. Sin embargo, no entró nunca en combate.

 “Resuelto a no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos” (Ibid)

Siguieron varios años de viajes, y al parecer una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Loreto para cumplir un voto que había hecho después de descubrir "una ciencia maravillosa".

En noviembre de 1619, hallándose cerca de una estufa, tuvo tres sueños que le sirvieron de inspiración, los interpretó como una señal de la necesidad de crear una Ciencia nueva.

Tenía la preocupación de poder encontrar un método, superador de la lógica aristotélica y que le diera la posibilidad no solo  de no cometer errores, sino también, de construir conocimiento verdadero.

“Es plausible, sin embargo, comenzar por destacar la búsqueda cartesiana de un nuevo método. Éste no debe ser, como según nuestro filósofo era la silogística aristotélica, mera ordenación y demostración lógica de principios ya establecidos, sino un camino para la invención y el descubrimiento. Este camino debe estar abierto a todos, esto es, a todos los que participan igualmente de la razón y del "buen sentido". “ (Ferrater Mora, 1984)

El método lo busca a partir de las matemáticas, la que creía que estaban sub utilizadas y que permitirían superar los métodos escolásticos. Fundamentalmente toma de ellas la deducción como forma de avanzar, de forma firme y segura, en el conocimiento.

“Gustaba sobre todo de las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones; pero aún no advertía cuál era su verdadero uso y, pensando que sólo para las artes mecánicas servían, extrañábame que, siendo sus cimientos tan firmes y sólidos, no se hubiese construido sobre ellos nada más levantado” . (Descartes, 2010)

Descartes había heredado de su madre una tos seca, un rostro pálido y una salud endeble. Por ese motivo pasaba largas horas acostado.

Se cuenta que cierto día, hallándose en la cama,  observó una mosca en su cuarto. Pensó como podría situar al insecto dentro de la habitación, fue así que se le ocurrió determinar su posición a partir de la distancia al piso y a las dos paredes que formaban un triedro trirectángulo. Fue así que inventó el sistema cartesiano para representar el espacio euclídeo. Esta creación, conocida como coordenadas cartesianas, posibilitaron la invención de la geometría analítica, a través de la síntesis de la geometría de los griegos y el álgebra de los árabes.

En su relación con otros matemáticos mantuvo una actitud soberbia, se cuenta que muchas veces les presentaba curvas equivalentes a los problemas que se le planteaban, como una forma de burlarse de sus colegas. “Este sentimiento de superioridad con respecto a sus contemporáneos matemáticos coexistía con la creencia de que sus ideas podían ser presentadas con claridad a la gente de la calle con sentido común” (Bernard, Williams, 1996). La idea de llegar a la gente común recuerda la escena del Menón, cuando Sócrates le hace demostrar el teorema de Pitágoras al esclavo, seguramente se relaciona con la existencias de ideas innatas, tanto en el racionalismo antiguo, como en el moderno.

Tras renunciar a la vida militar, viajó por Alemania y los Países Bajos y regresó a Francia en 1622, para vender sus posesiones y asegurarse así una vida independiente; pasó una temporada en Italia (1623-1625). Posteriormente, entre 1625 y 1628, se afincó en París,  donde se relacionó con la mayoría de los científicos de la época.

En 1628 decidió instalarse en Holanda, país en el que las investigaciones científicas gozaban de gran consideración y, además, se veían favorecidas por una relativa libertad de pensamiento.

Según cuenta en la primera parte del discurso del método, su lectura en el libro del mundo, tampoco le dio las certezas que buscaba. , No obstante relata que le fue útil para: “no creer con demasiada firmeza en lo que sólo el ejemplo y la costumbre me habían persuadido; y así me libraba poco a poco de muchos errores”. (Descartes, 2010)

Descartes, como ya he dicho,  siempre quiso mantener la buena opinión de la iglesia, siendo muy cuidadoso de no caer en herejías, es así que afirma en el Discurso del método:

“Profesaba una gran reverencia por nuestra teología y, como cualquier otro, pretendía yo ganar el cielo. Pero habiendo aprendido, como cosa muy cierta, que el camino de la salvación está tan abierto para los ignorantes como para los doctos y que las verdades reveladas, que allá conducen, están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mis razonamientos, pensando que, para acometer la empresa de examinarlas y salir con bien de ella, era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser, por tanto, algo más que hombre” (Ibid)

Cuenta el filósofo que durante su vida en Holanda podía estudiar tranquilamente, ya que nada, ni nadie, lo alejaban de sus investigaciones. Consideró que era el lugar más favorable para cumplir con los objetivos filosóficos y científicos que se había fijado. El espíritu de tolerancia que allí se respiraba, le permitían una vida tranquila, residió allí hasta 1649, cuando fue invitado por la reina Cristina a trasladarse a Suecia. Pese a que odiaba el frío y no quería ir “a la tierra de los osos”, finalmente fue a enseñar filosofía a la soberana,

En el viaje tuvo conversaciones sobre navegación con el capitán del buque, las mismas causaron gran admiración y asombro, al marino que lo conducía,  por sus saberes sobre el arte náutica.

Ya en Suecia, día a día se levantaba a las cinco de la mañana para reunirse con la reina, El frío matinal y los abruptos cambios de hábitos, no fueron resistido por su cuerpo endeble, se enfermó y en 1650 falleció. Sus últimas palabras fueron: “Ca mon Ame, il faut partir” (alma mía, llegó el momento de partir).

 La búsqueda de un método sustitutivo del silogismo aristotélico estaba en el ambiente intelectual en tiempos de Descartes. Pero, no solamente él,  Galileo con el método hipotético deductivo  y  Bacón con la inducción,  también  lo habían intentado.

“ (Bacon) en su obra el nuevo organon, trata de exponer un pensamiento que permita ampliar el conocimiento, en contraposición con el pensamiento aristotélico, que él lo considera analítico”. (Barrera, Jorge, 2022)

El filósofo francés afirma que no basta con  tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien, por otra parte, los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.

La lógica escolástica no daba respuestas a la nueva ciencia y a los nuevos problemas que estaban surgiendo. El criterio fundamental era el principio de autoridad. Todo lo que se oponía a lo que había dicho Aristóteles era despreciado. Pero el Renacimiento era una época de crisis, había puesto la curiosidad en el espíritu de los filósofos, existía un ansia enorme de ampliar los conocimientos.

“Pero cuando las examiné, hube de notar que, en lo tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones que da, más sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas o incluso, como el arte de Lulio , para hablar sin juicio de las ignoradas, que para aprenderlas.”

Sin embargo, tampoco  encontró el conocimiento deseado en sus viajes, sin embargo.  le  sirvieron para fortalecer su espíritu crítico.

“Mas cuando hube pasado varios años estudiando en el libro del mundo y tratando de adquirir alguna experiencia, me resolví un día a estudiar también en mí mismo y a emplear todas las fuerzas de mi ingenio en la elección de la senda que debía seguir; lo cual me salió mucho mejor, según creo, que si no me hubiese nunca alejado de mi tierra y de mis libros” (Ibid)

Descartes al referirse discurso del método lo considera una obra autobiográfica y más que pretender indicar el camino para llegar al conocimiento, expresa que lo que intenta es mostrar el camino seguido por él mismo.

“Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí solo. Si, habiéndome gustado bastante mi obra, os enseño aquí el modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me imite.”

Si bien afirma que su propósito no es el de enseñar aquí el método, que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino,  sólo exponer el modo como ha procurado conducir la propia, evidentemente va más allá.

“fue una gran ventura para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas, con las que he formado un método, en el cual paréceme que tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar” (Descartes, 2010 )

Descartes escribe el discurso del método en el año 1637 en Leyden, iba precedido de tres ensayos científicos: La Dióptrica, los Meteoros y la Geometría, lo escribe en francés lo que en esos tiempos resultaba toda una novedad, y es una forma sutil de  “patear el tablero”.  Con ello trata de demostrar que este método es accesible a todo el mundo, no solo los académicos, sino cualquier espíritu atento, puede llegar a la verdad, ya que lo común era el uso del latín para escribir sobre filosofía.

 La afirmación de este propósito se encuentra ya al principio de la obra:

“El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen...” (Ibid)

Si todos los hombres poseen este buen sentido, la causa de los errores es metodológica, por lo tanto si se guía adecuadamente la razón se eludirá el error y se podrá avanzar en el conocimiento.

“En lo que toca a la razón o al sentido, siendo, como es, la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales, quiero creer que está entera en cada uno de nosotros y seguir en esto la común opinión de los filósofos, que dicen que el más o el menos es sólo de los accidentes, mas no de las formas o naturalezas de los individuos de una misma especie.”

Descartes plantea que una ciudad con pocas leyes se rige mejor que la que tiene muchas, es así que propone solo cuatro reglas para su método:

La primera regla es la de la evidencia. Este es el  criterio de verdad de Descartes. Evidente es lo que se presenta al espíritu de tal forma que es imposible dudar de ello.

“Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.” (Descartes, 2010)

Es necesario analizar los supuestos metafísicos y epistemológicos de los que parte Descartes para entender su teoría. Su pensamiento esta guiado por la búsqueda de una evidencia, una primera intuición. La preocupación inicial es encontrar un fundamento, igual que Arquímedes busca “un punto de apoyo, que le permita mover el mundo”, El filosofo de Toraine, va a buscar un saber innegable para fundar su teoría. La regla propone la evidencia como criterio de verdad, Lo verdadero es lo evidente y lo evidente debe poseer dos características, debe ser claro y distinto. Claro es aquello que se opone a lo oscuro, es lo que se nos presenta como una intuición inmediata, que se presenta y manifiesta  a un espíritu atento y distinta es aquella idea que pueda ser analizada y allí encontrar la intuición de sus partes

A diferencia de la escolástica que la verdad implicaba la adecuación del pensamiento con la cosa, para Descartes la verdad está en los atributos de las ideas, que deben ser “claras y distintas”.  

La segunda regla es el análisis, método utilizado en las matemáticas que Descartes lo aplica a toda la realidad.

“El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinaré, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.” (Ibid)

Descartes, al igual que Galileo y otros contemporáneos creía en la estructura matemática de la realidad. Es así como trata de encontrar, a través un prolijo estudio. las leyes que la ordenan, o en su caso,  formular una que pueda servir de explicación. Por eso formula la tercera regla. Donde propone la síntesis:

“El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente”. (Ibid)

También, igual que en la matemática es necesario realizar la verificación cuidadosa, de allí la cuarta regla:

“Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada.”(Ibid)

De las cuatro regla las dos primeras  conforman  la parte analítica del método; y las dos segundas la parte sintética. El método, entonces,  está compuesto así por dos operaciones básicas: el análisis y la síntesis. El análisis, es una forma de conocimiento propia para el descubrimiento y la investigación; nos permite separar lo accidental, y establecer el orden en la secuencia analítica, afirmando la primacía de lo simple. La síntesis sería una forma de conocimiento útil para exponer, explicar, o enseñar lo que hemos conocido a través de la investigación, así como la constituión del saber como sistema.

Son fundamentalmente tres los elementos constitutivos del método: el orden, la simplicidad, y el matematismo. El orden es la capacidad de descomponer y simplificar, . La simplicidad se convierte en el hilo conductor del método,  es indubitable, por lo que se convierte en garantía de verdad, es objeto de intuición, y representa el carácter absoluto del saber. El matematismo obedece a la concepción del mundo cartesiana y supone la afirmación de la confianza en el saber de la razón; para Descartes las matemáticas representan el saber del orden y la medida del universo.

Bibliografía

Abbagnano, Nicolas.1082.  Historia de la filosofía. Hora S.A. Barcelona. España.

Barrera, Jorge, 2022,  Francis Bacon y los ídolos que distorsionan la realidad (mediomundo.uy)

Bernard, Williams, (1996). Descartes. El proyecto de investigación pura. Cátedra. Madrid

Descartes, René. (2010).  El discurso del Método. Austral. Espasa Calpe. Madrid, España

Descartes, Meditaciones metafísicas. Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografía de René Descartes». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/descartes.htm [fecha de acceso: 21 de noviembre de 2022].

Ferrater Mora,José.1984. Diccionario de Filosofía Alianza Editorial S.A. Madrid. España.

Xiraux, Joaquín. (1973), Descartes, Leibniz, Rousseau, Universidad autónoma de México

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