Una Antropología de la educación

Columnas 09 de agosto de 2022 Por Jorge Barrera
Martín Buber comienza su famoso libro, sobre antropología filosófica, enunciando las cuatro célebres preguntas de Kant: ¿qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? Y ¿Qué es el hombre? ¿Quién es este ser que es capaz de saber algo sobre el mundo, que tiene un imperativo moral y que posee una esperanza?
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Este planteo tiene, al menos, dos interpretaciones distintas y antagónicas. Por un lado deja abierta la ventana a la concepción del hombre como un ser indigente, que no es omnisapiente, que sus obligaciones están mediadas por la libertad individual y que hay cosas que no puede esperar. Esa no es la que desarrolla Martín Buber, quien interpreta de forma positiva las preguntas de Kant y lo refiere a las potencialidades de este ser.

Concebir al hombre como un ser inacabado, pero, sin una limitación a priori, con la  posibilidad de compartir con los suyos lo mejor de su cultura, abre las puertas a la alternativa de la educación como un camino hacia la humanización.

En este artículo pretendo abordar la antropología desde esta última posición, intentar describir esa dimensión particular. Para ello trataré de fundamentar la relevancia de la reflexión antropológica como un camino hacia la iluminación de los fines educativos.

La tarea es Intentar una aproximación a algo así como una “antropología de la educación”.

A diferencia del resto de los seres vivos el hombre es el único sujeto que es susceptible de ser educado. La educación es un fenómeno social, pero también personal.

Es cada uno de los individuos quien incorpora una forma particular de ver el mundo y modifica su conducta. Por otra parte, la educación se diferencia del entrenamiento, mientras el primero  es simplemente la optimización de una determinada función propia de la especie, la educación implica el desarrollo de aprendizajes que amplían las posibilidades personales y colectivas, y esto sólo el hombre puede lograrlo.

“Los hombres, diferentes de los otros animales, que son solo inacabados más no históricos, se saben inacabados. Tienen conciencia de su inconclusión.

“Así se encuentra la raíz de la educación misma, como manifestación exclusivamente

humana. Vale decir, en la inconclusión de los hombres y en la conciencia que de ella tienen.” (Freire, Paulo,1970, p. 92)

El animal es impelido a actuar por obra del instinto, se comporta en función de determinadas disposiciones innatas que son funcionales a la especie, pero,  que no son elegidas libremente.

“Un animal prepara algo con sentido para el invierno o para la puesta de los huevos, por ejemplo; aunque se puede probar que no ha vivido todavía como individuo situaciones análogas y que están descartadas también la comunicación, la tradición, la imitación y la copia de otros compañeros de su misma especie. El animal se conduce como se conducen los electrones, según la teoría de los cuantos: como si previese un estado futuro.(Max Scheler, 1994 )

Construir una antropología de la educación parte de la comprensión de diferentes conocimientos que la antropología filosófica y la pedagogía han ido elaborando históricamente, con una dirección propia. El sentido del recorte disciplinar está condicionado por la importancia que posee lo que se enseña y a quien se enseña.

Es fundamentalmente una reorganización de los temas ya trabajados, en las ciencias de la educación, a los efectos de intentar dar respuestas a la relación entre el hombre y la educación. Una verdadera antropología de la educación . “Reflexiona acerca de cómo y por qué se educan los hombres en una cultura concreta “(Hernández Romero, Óscar Armando. 2010)

Claro está que no podemos pensar al hombre como una unidad, ni tampoco a la educación como si pudiera existir una única definición del término. Kant se refiere a un sujeto trascendental, nosotros en cambio, como dice Miguel de Unamuno, trataremos de mirar al hombre concreto de carne y hueso:

”Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.” (Unamuno, Miguel, 1912)

A partir de este supuesto se complejiza la delimitación del campo epistémico y obliga a tomar posiciones claras sobre los diferentes problemas que se despliegan.

Una cosa es entender la educación solo como socialización, donde la persona se subsume en  la sociedad y otra, muy distinta, es entender la educación como práctica de la libertad. Detrás de cada una de estas concepciones pedagógicas existe, implícita o explícitamente un concepto de hombre y un horizonte normativo deseable.

“Una antropología filosófica legítima tiene que saber no sólo que existe un género humano sino también pueblos, no sólo un alma humana sino también tipos y caracteres, no sólo una vida humana sino también edades de la vida; sólo abarcando sistemáticamente éstas y las demás diferencias, sólo conociendo la dinámica que rige dentro de cada particularidad y entre ellas, y sólo mostrando constantemente la presencia de lo uno en lo vario, podrá tener ante sus ojos la totalidad del hombre” (Buber, Martín, 1967)

Una antropología de la educación que reconoce al hombre desde su lugar y que ayuda a que cada sujeto tome conciencia de su situación es una antropología de la educación liberadora, como la que desarrollo Paulo Freire en sus trabajos.

“No es posible hacer una reflexión sobre lo que es la educación sin reflexionar sobre el hombre mismo. Por esto, es preciso hacer un estudio filosófico – antropológico.

Comencemos por pensar sobre nosotros mismos y tratemos de encontrar, en la naturaleza del hombre, algo que pueda constituir el núcleo fundamental donde se sustente el proceso de educación” (Freire, Paulo, 1970, p. 63)

Ya Aristóteles había comprendido que el hombre es un ser social, se humaniza con el otro, con su prójimo: “Por otra parte, esta búsqueda del ser más no puede realizarse en el aislamiento, en el individualismo, sino en la comunión, en la solidaridad de los que existen y de ahí que sea imposible que se de en las relaciones antagónicas entre opresores y oprimidos.” (Ibid, p. 94)

Consecuencia, entre otras cosas,  de esa incompletitud que impide la autarquía absoluta,  el hombre es con el otro, en la comunicación persona a persona. Por ello  construyó el lenguaje y con él afirmó su humanidad.

Como expresaba en el trabajo: “Aportes para la reflexión en el centenario del nacimiento de Paulo Freire”: “El diálogo se hace comprometedor en la humanización del mundo y de los sujetos, dado que, sólo un ser comprometido – radical – hace del ejercicio permanente del diálogo y la conversación el reto político, ético y pedagógico de la alteridad.

La propuesta política, pedagógica, antropológica y filosófica del autor, se encuentra en la centralidad dada por él, a la posibilidad vinculante del diálogo.”(Barrera, Jorge, 2021)

Freire elabora la fundamentación de la concientización del diálogo desde su obra la pedagogía del oprimido:  “Es por esto por lo que los reconoce como seres que están siendo, como seres inacabados inconclusos, en y con una realidad que siendo histórica es también tan inacabada como ellos” (Ibid, p. 91).

La antropología de la educación de Paulo Freire es una antropología de la esperanza, volvamos entonces sobre la tercera pregunta de Kant: ¿Qué me cabe esperar?

“Lo que nos cabe esperar es la venida del “hombre nuevo”, la liberación del oprimido y la transformación también del opresor. La construcción de nuevas estructuras políticas y sociales, más justas y solidarias. La pedagogía crítica es un eslabón imprescindible para la llegada de ese “hombre nuevo”,  constructor de un mundo nuevo, teniendo en cuenta que es el sujeto principal del proceso de cambio.” (Barrera, Jorge, 2021)

Para Freire la humanización de todos los seres humanos implica la liberación de los oprimidos y de los opresores.

Una antropología de la educación debe tener como finalidad  contribuir a la liberación de los oprimidos. Solo así se podrá realizar una transformación del mundo que posibilite  la superación de toda alienación.

Jorge Barrera. 

Ex columnista del Periodico “Los Principios” de San José. Ex Director de la revista “Veamos”. Prof. de Filosofía. Diplomado en Ciencias Sociales. Magister por la Universidad de Barcelona y Por Flacso Uruguay. Ex Director y ex Inspector de Educación Secundaria. Actualmente Profesor del IFD de San José. Integra el grupo de Reflexión Latinoamericana. 

Bibliografía

Barrera, Jorge. (2021).Aportes para la reflexión en el centenario del nacimiento de Paulo Freire (mediomundo.uy)

Bernal Martínez de Soria, Aurora. (2006)  Antropología de la educación para la formación de profesores.educ.educ. Vol.9 no.2 Chia July/Dec.2006

Buber, Martín.(1967) ¿Qué es el hombre?. Fondo de cultura económica. México

Freire, P. (1970). El cambio.  Siglo XXI. Mexico.

Freire, P. (1971). La Educación como práctica de la libertad. Siglo XXI.Mexico.

Max Scheler. (1938), El Puesto del Hombre en el cosmos. Losada. Buenos Aires

Hernández Romero, Óscar Armando. (2010)De Hacia una antropología de la educación en América Latina desde la obra de Paulo Freire. ISSN: 2011-8643 | Vol. 4 | No. 8 | 2010 | pp. 19-32

Unamuno, Miguel.(1912). Del sentimiento trágico de la vida

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