Nuestro homenaje a Ernesto Guevara

Columnas 09 de octubre de 2023 Por Arturo Ardao (1967)
Ernesto “Che” Guevara fue asesinado el 9 de octubre de 1967. Diez días después, un editorial del Semanario Marcha le rindió tributo trazando una semblanza crítica. Probablemente se trata de una de las páginas más lúcidas que se le hayan destinado. En ausencia de Carlos Quijano por un viaje, Arturo Ardao pasó a ejercer la dirección de Marcha, por lo cual estas líneas le pertenecen. A continuación incluimos ese documento completo.
1 Ilustra homenaje de Ardao y Marcha a Guevara

No pertenecemos al partido político que fue el de Guevara, si es que Guevara perteneció, efectivamente, a un partido político. En todo caso, no somos comunistas. No lo somos, porque no somos marxistas-leninistas, en ninguno de los sentidos, estrictos o latos, con que hoy se usa esta expresión en el lenguaje político militante. Y no somos marxistas-leninistas, porque no compartimos el indivisible contexto de teorías y métodos, en plano nacional e internacional, que son propios del marxismo-leninismo.

Dicho quede lo anterior, sin perjuicio de consignar a la vez, nuestra deuda doctrinaria con los textos fundamentales, no sólo de Marx, sino del mismo Lenin, para la comprensión científica de los fenómenos de la sociedad y de la historia, y para la orientación política en el seno de las grandes realidades del mundo contemporáneo. El Capital de Marx, y El Imperialismo, última etapa del capitalismo, de Lenin, configuran una pareja bibliográfica de implacable objetividad analítica, que tiene, en el campo de las ciencias sociales, una significación equivalente, por ejemplo, a la que tuvo Sobre el origen de las especies, de Darwin, en el campo de las ciencias biológicas. No son ya patrimonio de una tendencia, escuela, clase social o partido político, sino conquista irreversible del pensamiento humano.

No siendo marxistas-leninistas, establecido está nuestro deslinde doctrinario con la revolución cubana, en cuanto revolución conducida, en teoría y métodos, por el partido comunista. Ese deslinde fue hecho formalmente por la sección editorial de esta hoja, cuando por primera vez Fidel Castro se declaró marxista-leninista y refundió sus propios cuadros políticos con los del tradicional partido comunista de la isla. 

Fue así, sin perjuicio de estar constantemente junto a Cuba en defensa de su integridad y soberanía ante la potencial o real agresión imperialista, en defensa de su derecho a darse el régimen político-social de su elección, y en defensa de las conquistas sociales y humanas de la revolución misma.

No siendo marxistas-leninistas ni ortodoxos de la revolución cubana, establecido está también nuestro deslinde doctrinario con la personalidad de Ernesto Guevara. Y sin embargo, el homenaje que ahora le rendimos, en la parte más escogida de nuestro corazón y de nuestra inteligencia, no es, simplemente, como puede ser el de muchos, la conmovida inclinación ante el holocausto heroico y resplandeciente por una causa que no se comparte. No. Porque la causa por la cual Guevara ofrendó generosa y valerosamente su vida, es nuestra causa, la causa de la liberación de los pueblos de la América Latina del yugo imperialista.

Muy por encima de las enconadas disensiones internas de las propias tendencias comunistas sobre las concepciones y tácticas de Guevara; muy por encima —aún— de las discrepancias entre comunistas y no comunistas, sobre la conducción de la lucha contra el imperialismo, esa epopeya impar que es la vida y la muerte de Guevara, constituye una de las más grandes e imperecederas glorias de Latinoamérica en la forja, incesantemente renovada, de su emancipación definitiva.

En estos últimos tiempos, y sobre todo ahora, con motivo de la desaparición física de Guevara, ha venido imponiéndose la expresión Segunda Emancipación, o Segunda Independencia. Su origen se remonta, por lo menos a la década del 30, y quien la usó de preferencia —si es que no fue además quien la acuñó— fue un también revolucionario argentino, que se nos presenta hoy, en la perspectiva del tiempo, y desde cierto punto de vista, como un verdadero precursor de Guevara. 

Una de las figuras más puras y ejemplarmente quijotescas, que hayamos conocido, el Teniente Coronel Roberto Bosch, jefe del célebre “Comando del Litoral” alzado contra la dictadura militar argentina, en las acciones, primero de Concordia y después de Paso de los Libres.

En marzo de 1937, exiliado, no por primera vez, en nuestro país, declaraba en nuestro periódico “Acción”, metamorfoseado después en Marcha:

“Los que nos avergonzamos de que no se pueda pensar libremente en un Estado libre; los que queremos ser algo en el mismo: elegir nuestros representantes y administradores, regir nuestra política exterior y nuestras instituciones fundamentales, realizar frente al imperialismo extranjero nuestra Segunda Independencia, ¡somos comunistas!”

“Para ellos, no ser comunista es tolerar que el capital extraño explote nuestras riquezas, nos agobie detentando la deuda pública argentina, fiscalice el valor de nuestro peso fuera del interés nacional, se adueñe de las fuentes primarias de la producción y el trabajo argentinos, cotice los precios al arbitrio de directorios y por el interés de accionistas extraños, extienda la red poderosa de sus trusts ahogando la economía nacional”. 

“Para ellos, no ser comunista es acatar el hecho consumado de un gobierno ilegítimo, solidarizándose con el fraude, la coacción, el cohecho, el crimen, escarnecer el fundamento jurídico y social, y también cultural y político que inspiró a los constituyentes del Estado argentino”.

En el mismo año, o sea dos antes de la fundación de Marcha, estudiantes entonces, escribimos con Julio Castro un libro prologado por Quijano, cuyo último capítulo se titulaba: “La Segunda Emancipación”. 

En ese capítulo se hizo la reproducción íntegra de un documento fundamental en la historia del anti-imperialismo: el Manifiesto dirigido al continente, desde Río de Janeiro, a mediados de 1935, por el nombrado Roberto Bosch y nuestro legendario guerrillero Basilio Muñoz, respectivos jefes de las revoluciones populares contra las dictaduras argentina y uruguaya de la época. 

El Manifiesto terminaba así:

“Desde Río de Janeiro, lanzamos estas declaraciones al Uruguay, a la Argentina y toda Latinoamérica, a sus Universidades, a los miembros del ejército, a los trabajadores del campo y a los operarios de la ciudad, a sus nuevas generaciones y a los hombres de pensamiento, de acción y de altivez criolla, en la comprensión de que el problema de la hegemonía democrática, la lucha anti-imperialista en lo exterior y la antidictatorial en lo interior, es común a todo el continente latinoamericano. ¡Por la libertad política! ¡Por la Independencia Económica!”

¿Pero es bastante ese fondo de un tercio de siglo para explicar, comprender, valorar, y en definitiva juzgar, la gesta de Guevara? No. Es necesario, para todo ello, retroceder todavía mucho más lejos en la historia, hasta llegar —siglo y medio atrás— a la hora de la Primera Independencia y encontrarse, allí, con el nombre y la figura de Bolívar.

Un misterioso destino ha querido que ese universitario y guerrero argentino que fue el doctor comandante Ernesto Guevara, terminara la fulgurante parábola de su epopeya independentista latinoamericana de tres lustros, en Bolivia. 

En Bolivia, el país así llamado por aquel venezolano que, libertando pueblos de la patria única, recorrió el continente desde el Caribe hasta el Alto Perú. Y cerca, muy cerca, de Sucre, la ciudad así llamada por aquel otro venezolano nobilísimo, vencedor de Ayacucho, que gobernó en Bolivia después de haber gobernado en Ecuador.

Muy cerca de Sucre, la antigua Chuquisaca, donde nació Jaime Zudáñez, prócer de la independencia de Bolivia, Chile y Uruguay, y donde se graduaron aquellos otros dos —como Guevara— doctores argentinos, que se llamaron Mariano Moreno y Bernardo Monteagudo, el segundo de los cuales recorrió también América desde el Plata hasta el Caribe, en la faena de la emancipación, hasta caer en Lima inmediatamente después de formular un proyecto de Federación Hispanoamericana y de colaborar con Bolívar en la convocatoria del Congreso del Istmo.

Arriba, muy arriba de sectas políticas y dogmas de partido, ese destino misterioso que convoca junto a la de Guevara a tales sombras del pasado, encierra una clave: la del futuro libre de nuestra única Patria Grande, la América Latina.

REFERENCIAS

Ardao, Arturo (1967). “Ernesto Guevara, un libertador de América. Nuestro homenaje a Ernesto Guevara”. En Semanario Marcha Nro. 1375, 20 de octubre de 1967, Montevideo,  pág. 11.  En ausencia de Carlos Quijano por un viaje a Europa, a partir del 14 de octubre de 1967, Arturo Ardao pasó a ejercer la dirección de Marcha  y por ello estuvo a cargo del editorial sobre Guevara y puso su firma. Ver Semanario Marcha Nro. 1374, 14 de octubre de 1967, pág. 8. 

INVESTIGACIÓN
Agustín Courtoisie

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