Para qué hay que ganar

Columnas 18 de abril de 2023 Por Ramón Fonticiella
La lectura de redes o de medios, trae a veces conceptos simples como “Hay que ganar”. Si se trata de deportes aficionados es entendible: los individuos o los equipos se miden para la victoria; no hay otro objetivo. Cuando se pasa al profesionalismo, juegan factores económicos. Soy de los utópicos que considera a la actividad política fuera del profesionalismo.
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Aunque un aspirante a legislador, sabe que tendrá un sueldo, su “carrera” debe estar basada en una  ideología; aunque reciba un salario, si no desarrolla su línea política, no habrá triunfado; sólo lo hará cuando logre cambiar o fortalecer la estructura social sostenida por sus ideas. Pasa en derecha e izquierda. De ahí la pregunta “¿Para qué hay que ganar?”

Quienes integran el gobierno multicolor se preparan para tratar ganar las elecciones de 2024. Tienen poco más de un año para probarle (de alguna manera) a la mayoría de la ciudadanía, que su proyecto de una clase económicamente fuerte y otra a su servicio, es la mejor estructura para la vida de todos los uruguayos. Demostrar que lo mejor es el capitalismo liberal a ultranza con naturalización de opresión, transformación de derechos en limosnas, sumisión por necesidad insatisfecha, etc.. Así reparten empleos, concesiones, recortan salarios proponen bajar ingresos de pasivos, favorecen sólo el desarrollo empresarial y procuran maniatar y destruir el sindicalismo y los movimientos populares. Ese es el objetivo que persiguen quienes pugnan por ganar desde la ideología conservadora del herrerismo, a la que se ha sumado TODO el resto de los sectores políticos, llámense como se llamen.

Los autodenominados partidos y sectores “progresistas” o de “izquierda” también deberían prepararse para 2024, en procura de consolidar una forma de lograr sus objetivos ideológicos, más utópicos que los antes mencionados. El progresismo en este país nunca ha procurado la solución de aspiraciones o problemas personales de sus miembros. No ha habido “candidatos que se tiren a un cargo”, como dice la jerga popular. Sus militantes han pugnado por ser representantes de una línea de pensamiento esencialmente democrático e igualitario. Pudo haber quienes disfrazaran sus apetitos con la piel solidaria, pero han durado poco: emigraron o debieron dejar su lugar. La masa organizada de la fuerza política en general, ha actuado, marcando contenidos. 

Hoy día el progresismo asiste un dilema que debe resolver: ¿PARA QUÉ HAY QUE GANAR?

Mantener una conducta de privilegios, regalías a propios y tentaciones para extraños, amiguismos, desviaciones de las bases construídas en más de cincuenta años de esfuerzo, no son métodos frenteamplistas. Son la espina dorsal del accionar que cuestiona la izquierda. 

Está claro que el Frente debe ganar para restituir en el accionar gubernamental y político, las bases de principios y acción que lo crearon. Ha pasado el tiempo, pero engañar sigue siendo mentir y dar limosnas es negación de la justicia, sobre todo cuando se hace con bienes del Pueblo. No importa el tiempo ni el lugar: los principios no se negocian por privilegios para unos pocos, aunque traigan votos.

El Frente debe recuperar terreno ideológicamente perdido, sobre todo en el interior; o no es el Frente.

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