“Decreto Marset”: la reacción de un gobierno “responsable”

Columnas 23 de diciembre de 2022 Por Adolfo “Fifo” Guidali
“Cree el ladrón que todos son de su condición” (refrán cuyo origen sería un aforismo jurídico romano antiguo) 
Pasaporte

Mis notas suelen caracterizarse por lo extensas. Hago un “mea culpa” y, excepcionalmente, comienzo con dos definiciones para ir calentando motores:

Pasaporte

“Gral. Documento público, personal, individual e intransferible, expedido por los órganos competentes de la Administración, que acredita, fuera del Estado que lo ha expedido, la identidad y nacionalidad de sus ciudadanos salvo prueba en contrario”. (fuente: Diccionario panhispánico del español jurídico. Ed. 2022).

Pasaporte biométrico 

“El pasaporte biométrico, también conocido como pasaporte electrónico, es un pasaporte que integra medios de seguridad avanzados —habitualmente en base a una lámina de policarbonato con un circuito electrónico incrustado— y que usa la biometría para autentificar la identidad y nacionalidad de su portador. La incorporación de un minúsculo chip RFID en el documento permite tanto almacenar información adicional como duplicar la que se encuentra impresa en la página que contiene los datos del titular del pasaporte, permitiendo —a través de infraestructura de clave pública— la certificación de la veracidad de los datos contenidos en él, haciendo virtualmente imposible forjar identidades falsas.

La descripción del documento, así como las características del chip se hallan descritas en el Documento 9303 de la Organización de Aviación Civil Internacional bajo la denominación ‘Documentos de viaje de lectura mecánica’ (dvLM).” (fuente Wikipedia).

Creo que estas dos citas son pertinentes para introducirlos al tema que me (nos) inquieta.

A continuación, les revelo un intercambio personal de e-mails, para ir precisando circunstancias más concretas:

El 6 de setiembre de 2022 escribí al consulado uruguayo de la circunscripción en la que residía:

“Estimados compatriotas:

me dirijo a ustedes para solicitar cita para realizar los trámites de renovación de pasaporte y cédula de identidad 

(…)

Por cuestiones personales preferiría, de ser posible, fijar un horario por la tarde. A todo fin útil, entre los días 14 y 19 de setiembre no estaré en...

Agradeciéndoles desde ya toda la atención brindada a mi solicitud, a la espera de su respuesta me despido de ustedes muy cordialmente

Adolfo Guidali Etcheverry

(…)

CI: 

Último pasaporte:”

El 14 de octubre de 2022 recibí de dicho consulado la siguiente respuesta:

“Estimado Adolfo Guidali:

Un decreto gubernamental de agosto 2022 modificó los requisitos para los trámites de pasaportes, cédula y tìtulos de viaje gestionados en los Consulados, por lo que para trámite de Pasaporte (biométricos con validez de 10 años) se requiere:

 - Cédula de identidad uruguaya (aún si está vencida) o Pasaporte uruguayo vencido o a vencer (este pasaporte se le devuelve el mismo día de la cita) o

- Partida de nacimiento uruguaya con una antigüedad menor de 30 días corridos (si no la tiene podemos hacerle una copia, que se debe de pedir al Registro Civil en Uruguay y las envìan al Consulado con cierta demora)

- Credencial Cívica si la tiene y aunque tenga la antigua versión en papel (la nueva credencial por el momento solo se puede tramitar ante la Corte Electoral en Uruguay)

- Documento de Identidad (…) o europeo vigente.

- Certificado de antecedentes penales del país de residencia, apostillado y traducido en caso de no ser en español, por traductor público uruguayo o por funcionario consular uruguayo. Si el documento no incluye plazo de validez, se considera que esta es de 3 meses contando desde su emisión. En el caso de residir en (…):

         Antecedentes Judiciales (…)  expedidos por el link (…) de 90 dias de expedición; y apostillado por la (…).

-Si le robaron o perdió su pasaporte deberá presentar la declaración de pérdida/robo expedido por la Policía (…) donde aparezca el número del documento.

- La renovación de pasaporte se hace máximo 11 meses antes del vencimiento. Si tiene que renovarlo 12 meses o más antes del vencimiento, debe presentar un justificativo para que la renovación sea autorizada.

Atentos saludos

AA”

Bien, como se imaginarán, no pude dejar de restregarme los ojos ante esta respuesta, aunque los oftalmólogos lo desaconsejan, so pena de deformar y lastimar las córneas.

Para comenzar, pasaron 38 días (sí, treintaiocho) entre mi mensaje electrónico y su respuesta correspondiente. Compatriotas, algunos cercanos a nuestra embajada me decían, extrañados, que en circunstancias normales sólo demoraban algunos días como mucho, y así, en mi buena fe pensé que se habría traspapelado y por lo tanto se habían olvidado de mí, pero no, ocurrió que la cosa venía con “sorpresita”.

Juro que me costó salir de mi estupor al leer las iniciales posteriores al atento saludo. ¡No puede ser! Este muchacho desde su cárcel de paso lo domina absolutamente todo, se hizo por completo con el control de la emisión de pasaportes, ilegales y legales, “poco importa cuántos sean, sino que vayan saliendo”. Eso sí, la demora excesiva en la respuesta hacía planear no una, sino múltiples dudas.

Llamé por teléfono y, como siempre con absoluta corrección y amabilidad, me fue explicado que el consulado se encontraba acéfalo y una funcionaria administrativa estaba a cargo de todas de las gestiones al público, y que había retrasos en algunos trámites. Respecto a la necesidad de presentar el documento de “antecedentes penales” (algo tan en boga en ese país), sólo me respondieron que se trataba de una resolución oficial. Con malicia pregunté sobre las iniciales y con absoluta profesionalidad me fue aclarado que eran las de la funcionaria de marras, sin más.

Entonces, partiendo del axioma freudiano de que las casualidades no existen, me encogí de hombros y en actitud metafísica me pregunté sobre determinismos y la noción de causalidad. La imposición de este documento tiene una doble vertiente: abrir el paraguas después de cagarla, y feo, y, de paso, joder a los uruguayos que vivimos en el exterior, que no podemos ejercer una serie de derechos (como el voto, por ejemplo) pero somos buenos para ser instrumentalizados como chivos emisarios, total estamos lejos y además somos todos (mentira) “gauchistes”. Esto es deductivo por lo cual el mecanicismo mencionado podría explicarse por simple estadística o, si queremos profundizar, mediante el “determinismo histórico”, ¿se acuerdan?

Me crucé con el jefe de nuestra misión, un hombre conservador y ético, un tipo bien. Le planteé la pregunta delicada sobre el eventual vínculo de esta disposición con el caso Astesiano y me respondió como corresponde a un buen diplomático, “que no, pero que por error se había facilitado un pasaporte a un delincuente requerido”, para así explicarme la génesis de la misma (para mí pertinente e imprescindible cuando estos documentos se confeccionaban manualmente “in situ”, pero absurdo en su versión biométrica, que en nuestro caso ve la luz en el mismísimo ministerio del Interior, por lo tanto no es falsificable y sus datos, con fritas y “tutti quanti”, son legibles y constatables en cualquier frontera, o casi…).   

Después tuve algún intercambio con la funcionaria y resultó ser una persona encantadora, y con “El guardaespaldas”, perdón, exjefe de seguridad de la presidencia de la República Oriental del Uruguay, de acuerdo con documentos oficiales, seguramente lo único que comparte son las iniciales. Eso sí, no le confirmé mi solicitud de cita para renovar lo que fuera.

Durante la última campaña electoral la matraca del actual oficialismo sonaba al son de valores como la honestidad, transparencia y responsabilidad, como si los hubieran inventado (olvidemos todo lo que concierne a impuestos y tarifas porque son sólo asuntos materiales, de guita, faltaba más. Si se dispara el número de pobres en el país, a quién le importa…).

¿Qué ha sido de todo eso?, ¿dónde quedó? Aquel joven y dinámico presidente que poco antes frente el respetable hacía “la bandera” y parecía capaz de hasta ponerle pecho a las balas y correr olas casi como un profesional, quien ya en funciones soltaba frases del estilo “me hago responsable” o “soy el único perjudicado”, ¿dónde se metió?

La culpa de todos los males del país la tienen la pandemia, el Frente Amplio o el Carlanco (ese monstruo o animal mítico que nadie ha visto y por lo tanto tampoco descrito, pero su sola mención nos mete miedo en el cuerpo desde nuestra más tierna infancia).

El covid se instaló en todas partes del mundo, pero la pandemia como tal ya fue (crucemos los dedos), el FA está en la oposición y al monstruo mítico de marras sigue prófugo e intocado como el tal Sebastián Marset, que supongo que era a quien hacía referencia el alto diplomático.

Sin embargo, pasan cosas horribles y nadie da la cara ni asume la menor responsabilidad, mirando para el costado o soltando todo tipo de boludeces que poco o nada tienen que ver con lo que ocurre. ¡Ah!, y yo sí me declaro responsable, se me olvidó “el Gran bonete”.

Dirigen su dedo hacia la oposición, y les recuerdo que en setiembre de 2017 Raúl Sendic (h) sentó un precedente muy poco habitual al renunciar a la vicepresidencia de la República. Los motivos todos los conocemos y ha sido el caballito de batalla del oficialismo para intentar enchastrar a la oposición. Mi pregunta es sencilla: ¿acaso, son comparables las razones que provocaron aquella renuncia con las responsabilidades claramente imputables a integrantes del gobierno en funciones por los casos Astesiano y Marset (que para algunos serían fojas de un mismo expediente)? 

Lo pregunto, porque hablando de estos asuntos (gravísimos), un tontito, con aire de suficiencia me soltó ¿y qué me decís de Raulito Sendic? Es cierto, para tonto no se estudia, se nace, en cambio hay disciplinas más complejas que necesitan dedicación y esmero. Creo que “no hay que mezclar peras con naranjas” y menos aún peras o naranjas con granadas de mano sin el seguro puesto. Pueden ser peligrosas…

 “A mí no me representa Raúl Sendic…”, decía Lacalle Pou desde la oposición, precisamente allá por 2017, trayendo a colación a su némesis personal cada vez que alguien le daba pie o simplemente pasaba cerca. Es el típico argumento reaccionario, de aquellos que no aceptan las reglas del juego propias del sistema democrático. 

Hoy, él es el presidente de nuestro país y por lo tanto el presidente de todos y por lo tanto debe actuar en consecuencia. 

Hay que evitar la institucionalización de la mentira. En definitiva, ¿quiénes son los encargados de confeccionar los pasaportes? Seguramente gente formada en tecnología informática, pero que está subordinada a responsables políticos ante los cuales debe rendir cuentas y acatar sus órdenes. ¿En qué dimensión vivimos?

Tras la prematura muerte de Jorge Larrañaga, Luis Alberto Heber asumió la cartera de Interior, difícil y compleja, sin lugar a dudas. Tiene fama de ser un gran articulador en el seno de su partido, pero no así el perfil adecuado para dirigir tamaño ministerio. Sus eternas negativas a reconocer lo que sea y sus bromas de mal gusto proyectan una pésima imagen suya a la opinión pública. Los pasaportes biométricos forman parte de su tarea, no directa, claro, pero están bajo su responsabilidad. Resumiendo: es como el pato…

En estos días se distinguió por salir en defensa de “la vida privada del presidente” al filtrarse chats en que Astesiano pedía información sobre los movimientos de Lorena Ponce de León. Perdón, ¿acaso, esta señora no tiene vida privada? No se trataba de su seguridad personal sino de averiguar adónde viajaba. ¡En fin!, las carteras mejor guardarlas, pero ¡volvieron las chismosas al barrio, volvieron!

Creo que en las circunstancias actuales el personal de seguridad tiene otras prioridades como para mezclarse en culebrones.

Por su parte, el ministro de RREE, Francisco Bustillo, diplomático de carrera, siempre con su aire canchero, de amigo de todos, dispuesto a conversar donde sea y en cualquier momento sobre fútbol o Ferraris, se preguntaba apenas días atrás sobre Marset, más o menos algo así: “¿quién conoce a este jugador (que la radio ni lo nombra)? Uno de tantos uruguayos, que andan por ahí…”. 

Bien, espero que no haya tantos como él, y debemos inferir que Bustillo, no Marset que estaría dándose la gran vida en algún lugar de África (Interpol dixit), tampoco tuvo absolutamente nada que ver con el decreto gubernamental de agosto de 2022 (¿ni siquiera le pasó bajo las narices?) que me llegó firmado con las iniciales “AA”, puesto que, según él, por entonces “nadie tenía la más puta idea de quién era SM”. Probablemente fue fraguado desde el cuarto piso de la Torre presidencial con la única finalidad de importunarnos a los giles que residimos en el exterior. El palacio Santos, en la coyuntura, sólo actuó como un raudo y veloz mandadero (la libretita con chip integrado habría viajado como una gran dama, cómodamente en jet privado), un facilitador como dijera alguno, y nada más. “¡Sabremos cumplir!”.

Señores, no me voy a prestar a este juego nauseabundo. No quiero, no solicitaré mi pasaporte biométrico con validez de diez años, si para ello tengo que presentar un documento que al tal Sebastián Marset no le fue exigido por ustedes mismos (sí, funcionarios del ministerio de RREE) en Dubái, a sabiendas de quién se trataba y de que estaba requerido por Interpol sólo le pidieron su autógrafo para completar el trámite y concretar el fraude (para ser delicado. Si los emiratíes no querían quedárselo, el ministerio bien podría haberle concedido un salvoconducto para regresar a nuestro país, con todas sus consecuencias, claro está). Por favor, guárdenselo. Soy un tipo serio. 

De golpe recordé unas palabras de Jorge Batlle, con el que nunca me identifiqué políticamente pero al que siempre respeté por su inteligencia. Bueno, en aquella ocasión no supo estar fino, a su nivel habitual, pero cuánta razón lo asistía en otro ámbito, extrapolable al que hoy nos ocupa. Es que a veces hay que bajar al llano para quedar a la misma altura que los dueños del cotarro & asociados.

Para finalizar mi triste y por completo indeseada reflexión sobre tanto despropósito, delito, connivencia y encubrimiento rondando por ahí (me ciño a las evidencias): ¿alguno de ustedes, señoras y señores del gobierno, ha tenido algún pensamiento, por breve que fuera, para la viuda del fiscal paraguayo Marcelo Pecci, mi joven colega Claudia Aguilera, y su hijo bautizado como él, nacido meses después de su asesinato en Colombia y que aún no ha cumplido los tres de vida? Quizás tú, Carolina, que sos madre y supiste renunciar a tu cargo (varios otros deberían imitarte) desbordada por tus propias contradicciones. Aunque, no lo creo. 

Eso sí, “el fruto siempre cae cerca del árbol”. Quedaría por saber: ¿cómo está el tronco?


Adolfo “Fifo” Guidali Etcheverry

Montevideo, 17/06/1955

Graduado (magister) por la EHESS (París)

Máster en Guiones de cine (UAM, Madrid)

Periodista, escritor y guionista desde hace más de cuatro décadas, sobre todo para grandes agencias de prensa, en Francia principalmente, y corresponsal de medios latinoamericanos. Algunas novelas y cuentos publicados sin pena ni gloria, aunque con buenas críticas, en varios países. Guiones realizados para televisión, en España en particular. 


Distinción: Médaille d’honneur du travail (République Française, 2019)


Hobbies: cada vez menos.

En la cuneta: futbolista, físico investigador

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