Apagar el fuego con nafta

Columnas 21 de octubre de 2022 Por Ramón Fonticiella
Se sabe bien que lo del título es imposible, pero quizás sirva de ejemplo como incoherencia. En el Poder Legislativo está a punto de aprobarse una Ley de Juego Online. Quizás las mayúsculas no correspondan, pero puntualmente sirven para visualizar una normativa de este tiempo.
Juego Online

Los cambios tecnológicos necesitan ser aprovechados por costumbres viejas como el mundo. Fuentes históricas dicen que se registran juegos de azar, por lo menos desde tres mil años antes de Cristo. No puede culparse a la modernidad de la existencia de juegos y apuestas. Sí, me atrevo a responsabilizar al afán de lucro de estos tiempos, la enfermiza decisión de impulsar la timba. Lotería, quiniela y todos sus derivados; raspaditas y otros; carreras de caballos, legales y clandestinas; ruleta, punto y banca y otros juegos de casino; carreras de perros; riñas de gallos...y vaya a saber cuántos más que desconozco. 

En este momento, como parece que era poco, han aparecido formalmente en Uruguay las apuestas deportivas. Fútbol, básquetbol y ¡hasta la rayuela! pueden ser motivo de apuestas y de ganancia para quienes manejan los capitales.

No soy puritano, no me olvido que la historia dice que hace dos mil años los soldados se jugaron a los dados el manto de Cristo, pero la incitación al juego de hoy día es obscena. Usted está tranquilo viendo o escuchando un partido y aparecen incitándolo a apostar su dinero a quién hace el gol o si el partido termina empatado. Es una clara y potente incitación a reventarse los mangos del alquiler, de la comida o de los remedios. No me diga que se trata de un entretenimiento. Todo lo contrario, la diversión es estar mirando el partido, el disparate es que lo transformen en una oportunidad de perder o ganar plata. Una locura con un culpable: el Estado. No dije el gobierno, sino el Estado y directamente los representantes que hemos elegido para conducir los asuntos del país: gobernantes y opositores. La publicidad, seguro costosísima, que se realiza con trascendentes figuras del periodismo, da vergüenza. Que juegue quien quiera; pero que le llenen la cabeza a viejos, maduros y jóvenes con que tienen que timbear, es una falta moral.

Traje el ejemplo de la ley de juego en línea que se está considerando, porque hay legisladores que realizaron fundamentos increíbles. La han defendido argumentando que creará recursos para combatir la ludopatía, la enfermedad que captura la mente y la voluntad de quienes no pueden parar de jugar. Realmente ofende la inteligencia justificar que se aumenten las posibilidades de jugar, para combatir el juego. No estoy a favor ni en contra del juego en línea, pero sí, de que nos mintamos entre nosotros diciendo que debe autorizarse para tener recursos para combatir la enfermedad del juego. Esos fondos deben salir de otro lado, no del juego; la fogata no se apaga con nafta.

La agresiva e impune publicidad que "obliga" a jugar dinero en los deportes, es perversa, como lo es engañarnos con que a través de la recaudación de la timba se la puede combatir. No vivo en el limbo, no soy prohibicionista, no coarto la libertad, pero deploro que se empuje a la gente a pervertirse, y en algunos casos se enferme. Ir contra el juego de azar es como ir contra el homicidio: existen desde que el mundo es mundo, pero a nadie se le ocurriría convocar a matar gente, si a prevenir la conducta.

A nadie se le prohibió fumar, pero se reguló el ejercicio del vicio. Se procuró que perjudicara lo menos posible a quien no fuma. Es verdad, hoy día se está dando vuelta la tortilla, se aflojaron los controles y se favorece a una industria que produce un elemento perjudicial. No debe ser un ejemplo a seguir. Es vergonzoso tolerar los llamados a timbear. El jugador no se domina.

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