Carta abierta de un enano de jardín al Excelentísimo presidente de la República

Columnas 31 de diciembre de 2020 Por Adolfo "Fifo" Guidali
A pocas horas de la llegada del 2021, Luis Lacalle Pou y sus autoridades reciben el saludo de fin de año de uno de los representantes del Movimiento de Liberación de Enanos de jardín.
Luis Lacalle Pou en Rocha

                                                 Campo-costa del departamento de Rocha, diciembre de 2020.

De mi mayor consideración:

Estimado Luis (y/o entorno), con todo mi respeto migro de los formalismos hacia el tuteo directo, cuestión de acortar distancias, lo que espero no te ofenda, sobre todo considerando tu juventud.

Para comenzar, me presento: soy un enano de jardín --en otras latitudes denominados duendes e incluso gnomos--, creado y criado en nuestro país hace ya varias décadas, probablemente lo primero mucho antes que tú nacieras. Como solemos ser, mi consistencia es rígida, cemento en mi caso en particular, aunque algunos de mis parientes son de yeso o fueron tallados en madera e, inclusive, en tiempos modernos moldeados en silicona.

Mi colorido es vivo, tanto ropas como bonete, y mi rostro expresa una eterna sonrisa. Debo reconocer que mucha gente nos considera cursis, de mal gusto, terrajas u horteras. Pero, mi estimado presidente y adláteres, nuestra génesis es más noble de lo que muchos suponen. Para hacerla corta, somos representaciones materiales de las fuerzas de la naturaleza que para vuestros ancestros, sobre todo europeos del norte, eran el motor del mundo. En nuestro caso en particular, los de jardín, no tenemos estatuto de trabajadores rurales (no sé qué opina al respecto nuestra respetada primera dama), pero somos figuras alegóricas concebidas para estimular el crecimiento de las plantas que nos rodean.

Sin embargo, mi historia va un poco más lejos o, simplemente es diferente. Hace muchísimos años fui instalado en un recodo de un camino rústico que atraviesa una chacra casi a orillas del mar. Rodeado de vegetación de monte indígena y pinos marítimos, mi función no era ni es la de estimular su desarrollo sino más bien soy una suerte de mojón, un referente para quienes a pie, a caballo o en cualquier tipo de vehículos andan y desandan la trocha.

Durante toda mi vida, además de humanos vi pasar delante mío equinos, bovinos, ovinos, perros, felinos, piaras de jabalíes, liebres, cervatillos, aves de corral y otras variadísimas, mulitas, ratones de campo, culebras, lagartijas, insectos y, ¡ufff!, no puedo parar de contar. Eso sí, debo reconocer que, salvo una excepción que más adelante reseño, jamás sufrí el más mínimo percance. A lo sumo alguna vez un jabato me olisqueó demasiado, algún can encontró divertido marcar terreno sobre mis pantalones y más de una torcaza blanqueó mi gorro colorado.

Siempre me he considerado un privilegiado. Vivo en un auténtico paraíso. Si bien es cierto que estoy expuesto al viento, lluvia y otras inclemencias climáticas, sobre todo, arbustos y pinos se coaligaron para protegerme. Además, el ruido del océano a mis espaldas resuena como un mantra tranquilizador, incluso en medio de las más violentas tempestades.

Eso sí, sentí temor por primera vez cuando la explotación rural fue poco a poco reconvirtiéndose en un edén dedicado al turismo. Entonces pensé que mi perfil podría no encajar con el gusto de los nuevos forasteros. Pero no fue así. Continué siendo un referente para los viandantes que, gracias a mí, seguían orientándose. Lejos de ser desterrado, fui mimado, bien mantenido y casi siempre visto con simpatía. Pero, mi gran momento de gloria llegó cuando mis dueños decidieron desplegar en lugares claves lámparas de luz autónomas (halógenas) y, en el reparto me tocó una que blandía en mi mano izquierda como si fuera una antorcha olímpica.

No obstante, un buen día se cernió sobre nosotros la espada de Damocles. Un proyecto de construcción de un mega-puerto de aguas profundas amenazaba nuestro porvenir. Se trataba de una obra faraónica de ámbito internacional, cuyas consecuencias económicas y, por supuesto medioambientales, serían enormes. Entonces comenzaron los cabildeos (bajo techo, no abiertos), había que informarse, desasnar a unos y otros y buscar opiniones autorizadas. 

En este contexto, entre otros se señaló la participación en una de aquellas reuniones de un destacado joven legislador. Lo vi llegar el día señalado, solo al volante de un todoterreno. No me llamó mucho la atención porque en los últimos años cada vez llegan vehículos mejores y gente con semblante también más alegre. se detuvo frente a mí, seguramente le habían dado las consignas adecuadas, “después del enano, siempre a la izquierda”. 

Un enano de jardín no está para hacer política (aunque te pinten colores o te cuelguen símbolos partidarios), al menos eso fue lo que me inculcaron. No sé qué hablaron en aquellos encuentros pero, algo que me marcó para siempre ocurrió por la noche tras la reunión mencionada en el párrafo anterior. 

Cuando aquel todoterreno desandaba la huella buscando la salida, se detuvo nuevamente frente a mí que, con mi antorcha competía orgulloso con las luciérnagas, la luna y las estrellas. Pensé “busca orientarse”, pero no, el conductor del vehículo, no muy alto pero con aparente buena forma atlética, con un gesto rápido e inesperado se apropió de mi lámpara, y con ella de mi dignidad. No sé si quiso llevarse un recuerdo, hacer una broma algo tonta, o vaya uno a saber qué. ¿Quién sería? Eso sí, desde aquel momento quedé sumido en las tinieblas.

Te (les) confieso, nunca estuve en la capital, pero me hubiese gustado mucho hace ya diez meses o casi asistir a tu toma de posesión e intentar ubicarme en primera línea y seguir de cerca la ceremonia sin ser estorbado --lo consideraba un derecho en virtud de mi condición. Y aspiraba poder acercarme al estrado y entregarte o hacerte llegar una misiva con el único objetivo de que fuera el Estado quien me restituyese una lámpara de jardín autónoma por completo estándar –no tengo pretensiones, y cada vez son más baratas. Finalmente, como ya se hablaba de la pandemia que azotaba a medio mundo, a pesar de que aún estábamos (casi) indemnes, preferí evitar ese traslado. No me sé mover en la gran ciudad. 

No sé si es potestad del ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca proceder a responder a mi reclamo, o tal vez al MIDES. Es que me pierdo en los vericuetos de la administración. Pero, sería una muestra de orientalidad, ética e hidalguía restituir aquella lámpara que alguien torpemente me expropió.

Quiero evocar a Guido Manini Ríos y su gran frase para la posteridad: "¡Se acabó el recreo!". Que le quede claro al oso ruso (Putin no es comunista, pero en su amiga China el partido oficial no ha cambiado de nombre, y actualmente ese país acumula más multimillonarios que EEUU), y a todos esos parásitos que vivían del Estado, que en adelante las cosas serán diferentes. 

Seguramente no lograremos los mismo estándares de cifras macroeconómicas o índices de redistribución, inserción social y económica, desarrollo científico y sanitario, democracia y falta de corrupción de los 15 años anteriores, pero volveremos a ser los mismos de siempre: modestos, humildes, es decir, muy austeros. Pero, como buenos patriotas, contentos con la felicidad del patrón, como debe ser. 

Desde ya muchas gracias. Te deseo lo mejor para ti, familia y allegados en 2021 --a pesar de las circunstancias inhabituales que nos rodean--, así como una buena gestión presidencial. Un detalle, quedé muy frustrado por tu decisión de finalmente no veranear en Rocha. Con mucho placer hubiese intentado acercarme a La Paloma para tratar de conocerte y saludarte, pero aunque el cottage de San Juan de Anchorena es una verdadera monada, lo dicho, me decepcionó.

No obstante, soy pequeño pero comprensivo, y si el cambio de planes tuvo que ver con tu inesperado "enterramiento" del SUV días atrás en la rochense La Serena, paseando en plena pandemia, contás con todo mi apoyo moral: somos voluntarios de la vida. 

Un pequeño inciso, eso sí, soy enano pero preciso: un acólito tuyo dijo que se trataba de "una calle y no de una duna". Estuvo mal, ¿cómo se hace para confundir una duna con una calle?, y eso de  mencionar un mal mantenimiento, contigo como nuevo vecino aún peor. ¡Desconsiderado! Apenas visitabas tu nueva casa de veraneo como cualquier uruguayo pudiente. Ergo, todo debería estar en orden.

Luis, así como me gusta  tu condición de 'surfer' capaz de animar una canción de los Beach Boys, me encantaría verte competir en un rally Dakar, que del originario Senegal pasó a Sudamérica y ahora a la tan liberal Arabia Saudita. Me encantaría verte al volante de un todoterreno con los colores nacionales, desafiando dunas para todos los gustos. Si abandonás las tareas presidenciales por unos días, poco importa, para eso está Beatriz, que tiene buena onda con todos los sectores. Eso sí, para copiloto el disciplinado Guido, o Pablito Mieres, que al menos sabe cómo pegarle a una piñata... Proyectarías una imagen moderna y dinámica del país que eclipsaría a las pelíciulas sobre Pepe Mujica.

Cordialmente y con afecto

Un enano de jardín rochense en penumbras

PS: Luis, el año pasado no voté por ti. Por nada en especial, salvo que los enanos de jardín somos como los uruguayos que viven lejos en el exterior, y no tenemos derecho a sufragar.

Por cierto, el Movimiento de Liberación de Enanos de jardín, muy activo en Francia sobre todo, que confisca nuestras figuras ornamentales en jardines privados para luego depositarlas en plena naturaleza, está al tanto de aquel episodio. Creo que a nadie le gustaría que se movilizaran por nuestros lares a causa de una simple lamparita expoliada.

 

Sucesos y declaraciones recogidos por Adolfo"Fifo" Guidali

Nota del autor: contrariamente a lo que algunos podrían presumir, no se trata de una ficción, sino de una anécdota absolutamente real. Lo único ficticio fue darle voz al enano, al que más de una vez miré largo rato a los ojos. Al principio me cayó bien pero luego se reveló demasiado conserveta, sobre todo a la luz de la calidad de vida que lleva y sus avatares. Lo demás, o sea, el meollo de este texto que alguien me encargó, son testimonios de personas que participaron en aquellas reuniones y alucinaron por culpa de una lámpara autónoma menos. Vale.-                                                                       

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