LUC: TIEMPO PARA RESUMIR

Columnas 24 de marzo de 2022 Por Ismael Blanco
Hoy, una vez más estoy aquí, más que frente a un papel en blanco, que voy a comenzar a completar con las palabras y vocablos que dan lugar a mis ideas, a la realidad que interpreto; a mi modesto real saber y entender, a mi conciencia de humano imperfecto.
Batlle y OrdonŽez_ Wilson y Seregni

Me represento que estoy en la calle, que me constituyo en la plaza pública, en el pasaje vecinal; en la tierra hollada de los campos de nuestra patria; que voy encontrándome con los rostros y los semblantes de mujeres y hombres; de trabajadoras y trabajadores de los más variados oficios; de los que con esfuerzo trabajan la tierra, aunque nunca les pertenezca. 

Por estos días siento que vuelvo a ser aquel muchacho que tanto soñaba con un porvenir solidario, fraterno, de igualdad y de iguales. Con un país donde nadie es más que nadie, porque en esta tierra republicana no hay lugar para la altivez ni la soberbia de los gobernantes. 

Como a todos, el paso del tiempo; el recorrido de la historia por nuestro cuerpo, nos van dejando señales de los sinsabores; de los dolores que dejan los desamores y las defraudaciones más variadas.

Sin embargo, vaya a saber porque, la naturaleza o Dios nos han hecho tan resistentes para que después de tantos engaños y frustraciones nos vengan esas ganas bárbaras de pelearle a la vida, o más bien, a esos sujetos que se expresan de manera individual cuando se trata de nuestra existencia personal, o en sociedades en comanditas con siniestras pretensiones, cuando nos vienen a gestionar la vida de la peor manera. 

Cuando eso pasa, concluyo que los orientales desde los principios de nuestra historia nunca se sometieron ni al prepo ni al arrebato de ninguno de los que los quisieron devastarlos. Podían tratarse de los más poderosos; de aquellos con las mejores haciendas y caballos; protegidos siempre por los ejércitos más eficaces, modernos y armados de la época a saber: realistas españoles; portugueses; brasileros; franceses; ingleses o los señoritos de alta clase porteña. Todos ellos, un poco más allá o más acá en el tiempo, se partían los cuernos frente a los criollos de nuestra tierra. 

Sin embargo y por lo visto, nunca, este grupo de individuos terminan de aprender de la sangre desobediente y rebelde de las hijas y de los hijos de la patria de Artigas. Se confunden y piensan que la clemencia es debilidad y que la compasión es pura anemia.

Por lo expresado estoy frente a ustedes, no para debatir, al menos no hoy y ahora; en este instante sólo estoy para exponer razones, algunas más, porque lo entiendo necesario. 

Nadie me obliga, es que siento ese imperativo, de que aún es necesario y urgente por nuestra consideración, para que actuemos en nuestra defensa y no seamos indiferentes, tibios o apáticos. Porque bastaría que un solo compatriota este pasándola mal para que acudamos por él; o que no nos de lo mismo que decenas de miles de familias -entre ellos mayoritariamente niños y jóvenes- deban acudir a una olla popular para tener su único plato de comida completo de la jornada.

Yo sé -porque confío en nuestro pueblo-, que cualquiera sea su sensibilidad política, su opción electoral, su sensibilidad histórica, que a todos por igual nos rebelan las injusticias y nos parte el alma que a nuestros hermanos -tan hijos de nuestra tierra como nosotros-, se les violente la dignidad en un país donde abunda el trigo y la ganadería y aún así no tengan que llevarse a la boca. Todos sabemos que de seguir pasando estas feroces circunstancias no hay ni futuro ni Patria para nadie.

Los que me conocen lo saben: no me trajeron a este mundo para ser “neutral”. No soy neutral ni con pares ni con impares. Y a mi hija tampoco la trajimos junto a su madre a este mundo para que sea una mujer “neutral”. No quiero que Sabina sea “neutral”. Y sé que ustedes tampoco son neutrales ni quieren que sus hijos y nietos los sean. Porque sabemos que si hay “neutralidad” se consolida la indiferencia y nos condenamos a una sociedad injusta.  

Estoy aquí, con ustedes porque anhelo -como sé que anhelan  todas las mujeres y hombres de buena fe de este país-, una sociedad más ecuánime, más equitativa, más segura y más fraterna; para que haya una patria más justa y más libre para todos y con todos. 

Por todas estas razones y algunas otras que creo que en esta ocasión no hacen falta; les pido, les solicito y los invito a que con un acto de plena convicción republicana nos acompañemos y votemos por el SI, por la papeleta rosada este domingo 27 de marzo y deroguemos juntos los 135 artículos de la LUC.

Con el respeto que se merece la ciudadanía y sin olvidar que la última palabra la tiene el pueblo uruguayo heredero de la patria que soñó Artigas; Batlle y Ordoñez; Wilson Ferreira y Seregni, estoy seguro que no los defraudaremos. 

Tengo plena confianza en la sabiduría de nuestro pueblo, porque el pueblo siempre vota con  la razón y el alma y siguiendo la voz del alma no se equivoca, porque creo que tal como dijo Saramago: “Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos”.

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