Soplar el humo

Columnas 23 de septiembre de 2021 Por Ramón Fonticiella
Cuando hay fuegos grandes, el viento es un seguro avivador y difusor; pero si sólo se trata de humo, el aire en movimiento se lo lleva y deja ver las escenas reales. En las acciones políticas, son buenos los vientos que tiran lejos el humo.
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Las permanentes presencias de gobernantes anunciando supuestas inversiones, obras, denuncias, discusiones internacionales, que no dejan casi nada en el país, son humos que necesitan vientos que los disipen. Única forma de no engancharnos con la novela y concentrarnos en la realidad.

El último humo nos llegó estos días por televisión y redes y refiere a los choques de Lacalle con Maduro, Díaz Canel y algún otro en la reunión de mandatarios de CEPAL. ¿Qué gana Uruguay con las críticas del biznieto de Herrera a los presidentes y gobiernos que enfrenta sistemáticamente? Nada. Son choques estériles, que no realiza con otros regímenes de signos criticables, a los que Lacalle procura enamorar para venderle productos. 

Aclaremos: lo que puede venir seguro detrás de un TLC con China, es consolidación de las colocaciones de productos del campo, con lo cual sus “apoyantes” reafirmarán la buena calidad y continuidad de sus ingresos. Está bien, pero seguramente debe buscarse otras canteras para sacar beneficios. 

Mientras las rentas provenientes del agro se fortalecen y generan capitales que se colocan especulativamente dentro y fuera del país (ver informe de AEBU), la gente común se mata buscando préstamos para sobrevivir. Es la otra cara del país.

Lo ha descripto claramente el estudio internacional que asegura que hay empresarios que multiplicaron sus ingresos, pero no los derivan a la producción de empleo. El informe de indudables fuentes europeas (no de izquierda) asegura que esos beneficios logrados en plena pandemia, se dirigen fundamentalmente al campo financiero. 

Pensemos un momento: ¿cuántas empresas hay ofreciendo dinero en Uruguay? Pululan! Lo hacen porque hay quienes tienen plata para especular y quienes están desesperados por lograrla para subsistir.

El pueblo uruguayo cada vez se entierra más en financieras y casas de crédito, porque no tiene lo suficiente para el alquiler, la comida, la ropa, la educación y la salud de la familia. Es un círculo perverso: cada vez te ofrecen más y ganás menos; cada vez hay menos empleos y peor pagados y más se deteriora la calidad de vida.

Por ahora se detuvieron los tiempos donde el Estado uruguayo velaba por todos sus hijos. La LUC no tiene un artículo que fomente el desarrollo, pero dispone de muchos para reprimir y asegurar los derechos de los “malla oro”.

 Lo dicho no es un asunto de rencor . Es el reclamo al propio pueblo que ha puesto este gobierno, que se empeñe en soplar el humo para ver la realidad. La movilización del miércoles 15 marcó en Montevideo un soplido enorme. Estuve allí, no me lo contaron; eran miles y miles de mujeres y hombres de todas las edades; albañiles y maestros; taxistas y profesores; empleados de comercio y colonos, trabajadores públicos y privados, soplando fuerte para espantar el humo que nubla la visión de Juan Pueblo.

Todos podemos soplar, si queremos. Viviremos mejor, todos. Empecemos por la LUC.

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