A las cinco en punto….

Columnas 08 de julio de 2022 Por William Marino
El 9 de julio de 1973, fue un día muy frio, la huelga general en nuestro país, llevaba 12 días. Desde la mañana, anduvimos con un compañero, el Toto de la 17*, si mal no recuerdo, visitando fáricas que estaban ocupadas en algunos casos por decenas de compañeros y compañeras, comunicando el tema de “a las cinco en punto”. Nosotros agregábamos 18 de Julio entre Ejido y Rio Negro.
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La verdad que no entendíamos mucho lo que iba a pasar. Era la primera manifestación en plena dictadura y con una huelga general que se mantenía vigente en todos sus términos, que se iba a realizar por el centro de Montevideo. Aunque la huelga nos estaba desgastando y la comida empezaba a escasear en las casas en general. Una cosa es verlo hoy a la distancia, otra es haberlo vivido con la intensidad de lo que estaba sucediendo. Si bien es cierto que los milicos del ejercito desalojaban sin llevarse presos a los ocupantes, en algunos casos, lo cierto que eso fue desgastante con el correr de las horas. Muchos dirigentes habían caído presos, los requeridos y los buscados, aún  sin ser requeridos, sumaban a nuestro saber y entender, miles.

 Lo cierto, era muy difícil del éxito de la manifestación. La propaganda de la misma era con el boca a boca, volantes confeccionados a mano.  Pero ahí aparece en ingenio de Rubén Castillo recitando el poema de García Lorca “a las cinco en punto de la tarde”, en su programa de Radio Sarandí. La gente estaba muy caliente, pues el entierro de Ramón Pere, fue de un una clara participación espontánea  del pueblo.   

   Nosotros llegamos “a las cinco en punto”, dejamos la moto en un bar de Uruguay y Yi, subimos por la calle Cuareim, pero fue casi imposible llegar a 18 por la multitud de gente que ya corría emdesbandada, unos hacia San José otros hacia Colonia. Nosotros corrimos hacia la Plaza Libertad, después Rondeau y dale por Colonia para subir por la Plaza del Entrevero, nuevamente en 18 de Julio, ya con la idea de llegar a El Popular. No pudimos entrar, pero nos dejaron entrar en El Chivito de Oro. Muchos conocidos, pero a la vez desconocidos, era un poco la regla que había que cumplir. Lo que más recuerdo es un compañero de la colectividad judía que me dijo: “vamos para lo de la administradora”. Él se refería a una señora cuyo nombre no recuerdo, que administraba el diario Unzer Fraint. Ella vivía al lado del bar, nos recibió y nos aguantó como hasta la media noche.

Desde su casa, un apartamento interior, lo que oíamos era los gritos autoritarios de los milicos y las explosiones de las bombas de gases lacrimógenos. Después nos enteraríamos que la mayor explosión correspondía a cuando una tanqueta arranco de cuajo la puerta giratoria del diario El Popular. De allí, meterse en tropel por el edificio fue todo rompiendo todo a su paso, cual bestia odiosa y sanguinaria.

Allí dentro no dejaron nada en el lugar, destruían todo, los “milicos golpistas” y sus secuaces de la JUP, que iban junto a ellos. A nadie de esos “bestias” les importo que hubiera mujeres embarazadas, les importaba si castigar, asustar y destruir.  

Luego de juntarlos a todos los trabajadores en la planta baja tanto en la galería por 18 de julio por Rio Branco  para crear más miedo, pánico. Los fascistas del ejercito realizaron un simulacro de fusilamiento.   Luego para ellos vendrá, la cárcel central para algunos, el Cilindro otros, y las mujeres a diferentes comisarías.

Ese día fue nefasto para la libertad de prensa. Fue arrasada y sus trabajadores apaleados por el solo hecho de oponerse a la dictadura militar fascista.  Por eso el atentado a la libertad de prensa no lo recuerdan, ni el diario El País, Observador, o el semanario Búsqueda. Ni hablar de los canales 4, 10 y 12, y la mayoría de las radios del Uruguay. 

  Sus trabajadores y el pueblo en general se reunirán, como todos los años, “a las 5 en punto” a recordar los hechos, en la puerta de 18 de Julio y Rio Branco, porque ahí sí se defendió la libertad de expresión, la libertad de prensa. Solamente armados de un lápiz y un papel.

  En la noche anterior, 8 de julio del 73, a eso de las 22 horas, un joven de apenas 16 años, vendedor de diarios, estudiante y poeta, moría asesinado de tres balazos mientras realizaba una pintada. Este joven, Walter Medina, se había armado de una potente arma: “una crayola” para pintar un muro en la calle que hoy lleva su nombre (exCampamento) y Teniente Rinaldi. “Consulta popul…..” llegó a escribir y recibió tres balazos por la espalda. Su asesino un policía de la guardia Republicana, destacado en la seccional 17, de nombre José Ricardo Cisneros. Era el segundo joven que la policía asesinaba, Ramón Pere días antes.

  Walter Medina, al igual que su padre, eran canillitas. Vendían diarios en General Flores y Boulevard Artigas, eran amigos del diario El Popular. 

    Como dijimos, Walter también era poeta y se dice que esta fue la última poesía que escribió.  “Todavía quedan niños tragando basura – muchachas vendiendo su cuerpo – jóvenes de futuro vencido – hombres con trabajos forzados – todavía quedan combatientes de conciencia clara – jóvenes destellando en rebeldía -- modestos héroes trabajando – esfuerzos para templar el hombre nuevo”.

  Este 9 de julio del 2022 entramos en el año del cincuentenario, que si bien siempre tuvimos la obligación y el deber moral de recordar a todos los Militantes, que para ese día se jugaron la vida, a partir de hoy debemos preparar este gran recordatorio que será el próximo aniversario.

Este SÁBADO  a las 17 horas, como ya hace cerca de 20 años, recordaremos la manifestación y la destrucción del diario por parte del ejército fascista, para llevar presos a mas de135 compañeros/as, con una de ellas a punto de dar a luz.

Por ellos, los esperamos para recordar este hecho en 18 de Julio y Rio Branco.                                  

         WILLIAM  MARINO      

 

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