Historias de calles desiertas - Luz

Columnas 28 de agosto de 2020 Por Ezequiel Yebara
Él estaba nervioso porque tenía algo que decir. Ella no esperaba más que una charla como las de siempre. Hacía un calor inesperado y por eso tenían los abrigos sobre las piernas. Era la mitad de la tarde y había poca gente en la plaza.
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La Luz Ilustración @juanyebara

Él estaba nervioso porque tenía algo que decir. Ella no esperaba más que una charla como las de siempre. Hacía un calor inesperado y por eso tenían los abrigos sobre las piernas. Era la mitad de la tarde y había poca gente en la plaza. 
La mirada de él se distrajo al ver unos policías que pedían documentos a unos pibes que tomaban algo por ahí. Los revisaban con impunidad. 
Cuando le soltó la mano para empezar a hablar, los distrajo un ruido en la copa de un árbol. 
Los encandiló el sol que se colaba entre las ramas.
La espalda empezó a encorvárseles, los ojos se ubicaron más lejos de sus narices cada vez más duras y puntiagudas. Sintieron pequeñas picazones por todos lados a medida que las plumas brotaban por los poros de la piel. Cuando intentaron gritar, salió un canto finito y sereno.
Se sintieron débiles y a la vez más libres, con la liviandad de una hoja que cae. La incomodidad desapareció junto a los prejuicios, la envidia y el egoísmo. 
Despojo natural.  

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