Historias de calles desiertas - Luz
Él estaba nervioso porque tenía algo que decir. Ella no esperaba más que una charla como las de siempre. Hacía un calor inesperado y por eso tenían los abrigos sobre las piernas. Era la mitad de la tarde y había poca gente en la plaza.
La mirada de él se distrajo al ver unos policías que pedían documentos a unos pibes que tomaban algo por ahí. Los revisaban con impunidad.
Cuando le soltó la mano para empezar a hablar, los distrajo un ruido en la copa de un árbol.
Los encandiló el sol que se colaba entre las ramas.
La espalda empezó a encorvárseles, los ojos se ubicaron más lejos de sus narices cada vez más duras y puntiagudas. Sintieron pequeñas picazones por todos lados a medida que las plumas brotaban por los poros de la piel. Cuando intentaron gritar, salió un canto finito y sereno.
Se sintieron débiles y a la vez más libres, con la liviandad de una hoja que cae. La incomodidad desapareció junto a los prejuicios, la envidia y el egoísmo.
Despojo natural.
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