La miseria moral de postular la “solución de dos estados”

Una demanda cómoda, pero intemporal. A lo largo de las décadas, hubo reiterados intentos de aplicar dicha “solución”. Los sionistas jamás la aceptaron, a lo más, repliegues tácticos para evitar decir “NO” directamente. Siempre les resultó inaceptable. Quebrantaría su providencialismo.

17/09/2025 Luis E. Sabini Fernández
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Los palestinos no la aceptaron de raíz por sentirla un claro despojo (que lo era), pero sucesivos repliegues, derrotas, retrocesos, inclinaron a organizaciones políticas palestinas a contemporizar con dicha “solución”, antes de quedarse sin nada. Ha sido el planteo tradicional de la Administración  Nacional Palestina, cuando ya no era “nacional”. Y se había convertido en tajadas presupuestarias del propio estado  sionista.

Enfocar en la “solución de dos estados” para enfrentar lo que pasa en Palestina y particularmente en Gaza, es escamotear el verdadero enfrentamiento.

¿Por qué tantas invocaciones entonces, a “la solución de dos estados”?  Primero porque es absolutamente inviable; el Estado de Israel se ha encargado de deshacer todas las condiciones de factibilidad; tierras despojadas, contaminadas, toda la estructura material de cualquier sociedad palestina convertida en escombros, detritus y desolación… y cadáveres.

Pero segundo, porque al invocar tanto ese presunto derecho a solucionar mediante dos estados la situación creada, se evita enfrentar directamente a un estado canalla, que viola todos las famosas reglas que tan a menudo  invocaba Biden  de un presunto ‘orden basado en reglas’.

Ninguna instancia regional, internacional,  ninguna red de contención internacional como la ONU o la CIJ, ha enfrentado esa una sociedad desquiciada que ha acabado con todo tipo de acuerdo, llevando adelante sus planes de colonización, expansión, agresión. Sin que nada ni nadie los enfrenten. No nos referimos a lo acontecido el 7 de octubre de 2023 y de ahí en adelante; nos referimos, precisamente, a todos los atropellos, vejaciones, abusos que Israel ha cometido para “salirse con la suya”; apropiarse de los territorios palestinos y maltratar sin límites a su gente; aislarlos, impedirles plantar, pescar, cosechar, edificar…

Dadas las circunstancias históricas; el triunfo aplastante de EE.UU. en la 2GM y la consolidación de una organización internacional a su servicio, Israel se consolidará como cumpliendo  la consigna de la RCA Victor: “atender la voz de su amo”.

Se verá en EE.UU. al amo y en Israel, a uno de sus vástagos o frutos. Ignorando   el revés de esa trama. Puesto  que la élite judía norteamericana había desplazado a la élite WASP (White, Anglo, Sax, Protestant), que había dominado a EE.UU. desde su origen.   

Al fin de la 2GM, el forcejeo interelitario  ya había mostrado la prevalencia judía en las grandes decisiones de EE.UU., que a su vez se estaba convirtiendo en la principal organización nacional, el primer estado  del planeta (aunque antes de finalizar los ’40 habrá que reconocer un liderazgo compartido; aquello de las “dos superpotencias” (EE.UU. y URSS. porque la segunda disponía con bombas de hidrógeno  en sus arsenales).

Pero en el concierto internacional después de la 2GM, y particularmente a partir de 1967,  enfrentar a Israel es enfrentar a EE.UU. No porque EE.UU. sea el “amo del mundo” (o al menos el amo del mundo “democrático”) sino porque enfrentar a Israel significa echarse encima al mastín que defiende incondicionalmente a Israel; EE.UU.

El Dpto. de Estado y la misma presidencia estadounidense  lo han hecho saber una y otra vez; como cuando  Israel quiso sacarse de encima un competidor molesto. A Irak y Saddam Hussein, contra la opinión incluso de la sociedad civil en casi todo Occidente, se le “inventaron” armas de destrucción masiva en “tubitos amenazadores” (blandidos por un militar profesional afroestadounidense), y se aleccionó a la sociedad civil de los mismos EE.UU. mediante la difusión generalizada de papel higiénico con la efigie de Hussein.

Se logró así que prácticamente todos los habitantes de EE.UU. se “cagaran” en Hussein. Así se consumó  la voluntad de Israel. Claro que no había las tales armas de destrucción masiva. Pero lo supimos a destiempo…

Y cuando la banca, con asiento sobre todo en Londres y Nueva York, decidió apropiarse del cuantioso oro de que disponía Libia/Ghadafi y abortar un proyecto del líder norafricano de generar un moneda panafricana para la cual Ghadafi ponía a disposición de su continente el oro libio, “surgió” una subversión interna  –siempre hay un militar comprable–  y una campaña furibunda dirigida por un intelectual sionista judeofrancés en algún momento muy mediático (H.-Bernard Levy). Y Ghadafi fue asesinado como una rata, con los gorjeos inolvidables de Hillary Clinton como banda sonora.

Un mastín puede ser temible, ciertamente, sobre todo para un humano a mano desnuda.

Pero un mastín no se gobierna a sí mismo. Es un instrumento de pelea de su amo.  Y hay que tenerlo bien en claro: la voluntad política de EE.UU. le pertenece a Israel-AIPAC.

No en un 100%, porque EE.UU. es una entidad nacional tan inmensa, compleja y culturalmente diversa que junto al gobierno de AIPAC (American Israel Public Affairs Committee, Comité estadounidense-israelí de Asuntos Públicos, o tal vez Comité israeloestadounidense…)  coexisten sectores minoritarios, refractarios al poder judío sobre EE.UU. Del más variado tenor: desde WASP racistas y tradicionalistas más o menos antisemitas, hasta tendencias democratistas que no aceptan ningún gobierno en la sombra como buena solución de gobierno.

Pero esas tendencias, incluso con sus propios lobbies, no alcanzan a estructurar una política propia, independiente, tan decisiva, como la impulsada desde el poder judeosionista.

Ése es uno de los dramas mayores de nuestro tiempo, del presente de la humanidad. Tal vez el mayor: que la primera superpotencia  no es tal, que la que aspiró al unicato geopolítico cuando la URSS colapsa  no es soberana. Que es heterónoma.

Si alcanzamos a percibir de dónde provienen los trazos mayores, la gestación de estas problemáticas y posibles respuestas, nuestra situación,  la del mundo, se complejiza: las relaciones de poder son otras, no las que se emiten.

Así, el poder mediático está profundamente penetrado  por una “voz del amo” que no declara su autoría, su procedencia.

Por ejemplo, el Acuerdo del Siglo de 2020, firmado entre EE.UU. e Israel, es decir entre los gobiernos de tales estados, constituyó una instancia muy expresiva al respecto. Era un acuerdo entre EE.UU. e Israel aunque laudaba  la relación entre palestinos e israelíes. Lo palestino no tenía estatura jurídica ni para participar en  el acuerdo que atañía a su destino, ni siquiera como firmantes. Lo palestino estaba borrado de raíz.

Es significativo el papel que el gobierno de EE.UU. se adjudicaba en el asunto, o le era adjudicado: suplantando a una  parte del presunto  acuerdo  o contrato. Israel se adjudicaba a sí mismo el otro sitio del contrato. Y el enfoque,  la “solución” era exactamente la reclamada históricamente por el sionismo: Palestina para sí (deglución total).

El Acuerdo del Siglo, amén de su pretensión semántica, establece los términos  del poder: 100% Israel, 0% Palestina. En todo caso, EE.UU., ratifica la firma, reconoce escrituralmente a los firmantes  (al que firma y al que le sustraen  la firma). EE.UU. es así el escribano deshonesto de semejante acto jurídico. 

¿Cómo se puede aceptar semejante abuso? Es sencillo: oímos la voz del amo, que nos dice qué es lo que es.

Todo resulta distinto a cómo se presenta. Una realidad con ghostwriters. Nada es lo que  parece.

En la sociedad norteamericana, los judíos fueron, como un pacman, tomando diversas posiciones en los más diversos sitios, significativos,  para el ejercicio del poder.

En primerísimo lugar, en las bisagras mediáticas.

Por eso, cuando las élites judías, que tenían enorme poder social en Alemania,  empiezan a sentir el peso de un antisemitismo creciente, irán aposentando sus contactos, sus bienes financieros, en EE.UU.

Cerca de dos millones de judíos (casi todos askenazíes) que ingresan a EE.UU. con especial intensidad en el período 1880-1914 se concentrarán en tres lugares claves de la nación inmensa: Nueva York, Los Ángeles, Miami.

En la prensa de fines del siglo xix, la actuación de judíos se hace relevante y  cuando el poder judío se hace decisivo en el panorama político-ideológico  de EE.UU., capitales judíos “colonizarán” Hollywood (en la década de los ’30 del siglo xx seis de las siete major hollywoodenses tendrán capitales judíos).

En los circuitos mediáticos -radios, diarios- la presencia de directores judíos también será muy significativa. Tal es el caso con The New York Times, uno de los periódicos más antiguos de la nación, fundado en 1851, en la actualidad, el principal.

Un detalle significativo es que se trata de referentes judíos no sionistas (aunque algunos con el tiempo, y el peso ascendente israelí, devendrán  proisraelíes).

“La Primera Guerra Mundial −en la que EE.UU. participa– no tenía absolutamente ninguna razón para ser nuestra guerra. Fuimos allí −fuimos arrastrados a ella− si puedo ser vulgar, fuimos arrastrados a esa guerra simplemente para que los sionistas del mundo pudieran obtener Palestina. Eso es algo que nunca se le ha dicho a la gente de EE.UU. Nunca supieron por qué entramos en la 1GM.”

Freedman aclara que “hasta ese momento, los judíos nunca habían estado mejor en ningún país del mundo que en Alemania.” (ibíd.).

Aunque Freedman parece ser un historiador olvidado, sus consideraciones son dignas de atención y sus originalísimas observaciones suenan más bien a deliberadamente ignoradas.

Freedman aclara que la judería europeooriental, fundamentalmente la de Polonia, Rusia, Alemania, la de los llamados países bálticos, provienen de Kazaria, en un tiempo un reino de proporciones significativas, alojado entre el Mar Negro y el Caspio, que adoptó en su apogeo político, alrededor de los siglos 9, 10, 11, la religión judía para distinguirse de otros centros políticos más próximos, islámicos o cristianos.

Cuando en su momento, siglos después, el reino jázaro entra en crisis y disolución, sus cofrades se extendieron por áreas cercanas y con ellos, diseminándose, se expandió la religión judía.

La interrogante que plantea Freedman es: ¿tiene acaso sentido hablar de un retorno a Palestina de pueblos que jamás pusieron su planta ni la de sus antepasados étnicos en esa tierra, solo porque su fe judía amparada en textos bíblicos se refiere a la tierra palestina?

Menuda pregunta.

La confusión desde el punto de vista étnico es patente: los jázaros eran “turcomongoloides”, y los judíos establecidos milenariamente en Palestina tienen otro origen vinculado con tribus cananeas.

Aunque a estos últimos se los supone expulsados por los romanos en el año 70 DC, siempre ha quedado una población judía en Palestina, aunque muy reducida. Que  ante el sionismo, tuvieron muy diversas posturas. Algunos miembros del “Antiguo Yishuv” resistieron el sionismo y lo pagaron con su vida.

La “Solución de dos estados” no responde siquiera a la lectura bíblica (que por sí misma no era razón suficiente).

Todos los títulos de propiedad divina para “la tierra de Israel” son así una pura excusa del colonialismo racista (que no se asume tal), con coartada bíblica.□

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